28/2/11

Johanna


 Arthur:

La puerta que con tanto estrépito cerraste ayer tras comportarte tan indignamente con tu madre se ha sellado para siempre entre tú y yo. Estoy cansada de soportar tus malas maneras, me voy al campo y no regresaré hasta saber que te has marchado; se lo debo a mi salud, pues una segunda escena como la de ayer podría provocarme un ataque de apoplejía que quizá resultaría mortal. Tú no sabes nada del corazón de una madre: cuanto más amó, más dolorosamente siente cada golpe que le infiere la mano antes amada. No es Müller, esto te lo juro ante Dios en quien creo, quien te separa de mí, sino tú mismo, tu desconfianza, la censura que ejerces sobre mi vida y sobre la elección de mis amigos, tu desdeñoso comportamiento para conmigo, el desprecio que muestras hacia mi sexo, tu negativa manifiesta a contribuir a mi felicidad, tu codicia, tu mal humor al que das libre curso en mi presencia sin la menor consideración hacía mí (...)


Y eso es lo que nos separa, si bien no para siempre, sí hasta que retornes a mí en calma y buena disposición. En ese caso estaría dispuesta a acogerte con benevolencia. ¿Qué diría tu padre si viviera, él que pocas horas antes de morir te encomendó que me honrases y que no me dieses nunca disgustos? Si yo hubiese muerto y tuvieras que vértelas con tu padre, ¿te atreverías a sermonearle? ¿Tratarías de determinar su vida y sus amistades? ¿Acaso soy yo menos que él? (...)

Deja aquí tu dirección pero no me escribas, a partir de ahora ni leeré ni contestaré a ninguna de tus cartas; llegados a este punto se separan nuestros caminos, escribo esto con profundo dolor pero no queda otro remedio si es que quiero vivir y proteger mi salud.


27/2/11

Primer Amor (Fragmento)



Me acerqué, no hace mucho, a la tumba de mi padre, esto sí que lo sé, y me fijé en la fecha de su muerte, de su muerte tan sólo, porque la del nacimiento me era indiferente, aquel día. Salí por la mañana y regresé de noche, habiendo comido algo en el cementerio. Pero unos días más tarde, deseando saber a qué edad murió, tuve que volver a la tumba, para fijarme en la fecha de nacimiento. Estas dos fechas límite las tengo anotadas en un pedazo de papel, que conservo en mi poder. Y así es como estoy en condiciones de afirmar que debía de tener más o menos veinticinco años cuando me casé. Porque la fecha de mi nacimiento mío, eso he dicho, de mi nacimiento mío, no la he olvidado jamás, jamás me he visto obligado a apuntarla, ha quedado grabada en mi memoria, por lo menos la milésima, en cifras que la vida va a tener que sudar tinta para borrar. También el día, si hago un esfuerzo, lo encuentro, y lo celebro a menudo, a mi manera, no diré siempre que viene, no, porque viene demasiado a menudo, pero sí a menudo.
Personalmente no tengo nada contra los cementerios, me paseo por ellos muy a gusto, más a gusto que en otros sitios, creo, cuando me veo obligado a salir. El olor de los cadáveres, que percibo claramente bajo el de la hierba y el humus, no me desagrada. Quizá demasiado azucarado, muy pertinaz, pero cuan preferible al de los vivos, sobacos, pies, culos, prepucios sebosos y óvulos contrariados. Y cuando los restos de mi padre colaboran, tan modestamente como pueden, falta muy poco para que me salten las lágrimas. Ya pueden lavarse, los vivos, ya pueden perfumarse, apestan. Sí, como sitio para pasear, cuando uno se ve obligado a salir, dadme los cementerios y ya podéis iros a pasear, vosotros, a los jardines públicos, o al campo. Mi bocadillo, mi plátano, los como con más apetito sentado sobre una tumba, y si me vienen ganas de mear, y me vienen con frecuencia, puedo escoger. O bien me pierdo, las manos a la espalda, entre las losas, las rectas, las planas, las inclinadas, y mariposeo entre las inscripciones. Nunca me han decepcionado, las inscripciones, siempre hay tres o cuatro tan divertidas que me tengo que agarrar a la cruz, o a la estela, o al ángel, para no caerme. La mía, la compuse hace ya tiempo y sigo estando satisfecho, bastante satisfecho. Mis otros escritos, todavía no se han secado y ya me asquean, pero mi epitafio me sigue gustando. Ilustra un tema gramatical. Pocas esperanzas hay desgraciadamente de que jamás se alce por encima del cráneo que lo concibió, a menos de que el Estado se encargue. Pero para poderme exhumar será preciso primero encontrarme, y temo mucho que al Estado le sea tan difícil encontrarme muerto como vivo. Por tal razón me apresuro a consignarlo en este lugar, antes de que sea demasiado tarde:

Yace aquí quien tanto huía
que también de ésta escaparía.

Hay una sílaba de más en el segundo y último verso, pero no tiene importancia, a mi modo de ver. Más que esto me perdonarán, cuando deje de existir. Luego con un poco de suerte se encuentra uno con un entierro de verdad, con vivos enlutados y a veces una viuda que quiere tirarse en la fosa, y casi siempre ese bonito cuento del polvo, aunque he podido comprobar que no hay nada menos polvoriento que esos agujeros, son por lo general de tierra muy especiosa, y el difunto tampoco tiene nada especialmente polvoriento, a menos de haber muerto carbonizado. Es bonita de todos modos, esa pequeña comedia con lo del polvo. Pero el cementerio de mi padre, no era mi favorito especialmente. Estaba demasiado lejos, en medio del campo, en el flanco de una colina, y además era muy pequeño, excesivamente pequeño. Además estaba, por decirlo así, lleno, unas cuantas viudas más y estaría repleto. Prefería con mucho Ohlsdorf, sobre todo por la zona de Linne, en tierra prusiana, con sus cuatrocientas hectáreas de cadáveres bien amontonados, a pesar de que yo no conocía a ninguno de ellos, de no ser al domador Hagenbeck, por su fama. Hay un león grabado sobre su losa, creo. La muerte debía tener cara de león, para Hagenbeck. Los autocares van y vienen, repletos de viudos, de viudas y huérfanos. Bosquecillos, grutas, estanques con cisnes, suministran consuelo a los afligidos. Era en el mes de diciembre, nunca he tenido tanto frío, no podía tragar la sopa de anguila, temí morir, me detuve para vomitar, les envidiaba.
Pero, para pasar ahora a un asunto menos triste, tras la muerte de mi padre tuve que dejar la casa. El era quien me quería en casa. Un hombre extravagante. Un día dijo, Dejadlo, no molesta a nadie. No sabía que yo le escuchaba. Tal pensamiento debía de expresarlo frecuentemente, pero las otras veces yo no estaba escuchando. Nunca quisieron enseñarme su testamento, me dijeron tan sólo que me había dejado tal dinero. En aquel momento pensé, y todavía lo creo hoy día, que había pedido, en su testamento, que me dejaran la habitación que yo ocupaba cuando él vivía, y que me llevaran algo de comer, como antaño. Puede que incluso ésa fuera la condición de la que dependía todo lo demás. Porque debía gustarle sentir que yo estaba en casa, de otro modo no se habría opuesto a que me echaran a la calle. A lo mejor sólo le daba pena. Pero no lo creo. Habría tenido que dejarme toda la casa, de ese modo me hubiese quedado tranquilo, y también los demás por otra parte, ya que les habría dicho, ¡Pero quédense ustedes, están en su casa! Era un caserón enorme. Sí, bien que le jodieron, a mi pobre padre, si pretendía seguir protegiéndome más allá de la tumba. En cuanto al dinero, seamos justos, me lo dieron enseguida, a la mañana siguiente a la inhumación. Es posible que les fuera materialmente imposible hacer otra cosa. Les dije, Quedaos ese dinero y dejadme continuar viviendo aquí, en mi habitación, como cuando vivía papá. Y añadí, Que Dios guarde su alma, con la esperanza de agradarles.
Pero no quisieron. Les propuse ponerme a su disposición, algunas horas diarias, para los pequeños trabajos de mantenimiento que tan necesarios son en cualquier casa, si se quiere evitar que caiga hecha polvo. Hacer chapuzas es algo que todavía es posible, no sé por qué. Les propuse especialmente ocuparme del invernadero. Allí me hubiese pasado muy a gusto tres o cuatro horas diarias, en medio de aquel calor, cuidando tomates, claveles, jacintos, los semilleros. En aquella casa, sólo mi padre y yo entendíamos de tomates. Pero no quisieron. Un día, al volver del W.C., me encontré la puerta de mi cuarto cerrada con llave y todos mis trastos amontonados delante de la puerta. Debiera decirles a ustedes la clase de estreñimiento que tenía por esa época. Era la ansiedad lo que me estreñía, creo. ¿Pero era yo realmente un estreñido? No lo creo. Calma, calma. Y sin embargo debía serlo, porque ¿cómo explicar si no esas largas, esas atroces sesiones en los retretes, en el váter? No leía jamás, ni allí ni en otra parte, no soñaba ni reflexionaba, miraba vagamente un almanaque colgado de un clavo ante mis ojos, donde se veía la imagen en colores de un hombre joven y barbudo rodeado de corderos, debía tratarse de Jesús, separaba mis nalgas con las manos y empujaba, ¡Uno! ¡Ah! ¡Dos! ¡Ah!, con espasmos de remero, y sólo me quedaba un deseo, volver a mi cuarto y estirarme. Era estreñimiento, ¿verdad? ¿O lo confundo con la diarrea? Todo se mezcla en mi cabeza, cementerios, bodas y los distintos tipos de mierda. Mis cosas eran poco numerosas, las habían amontonado en el suelo, contra la puerta, todavía recuerdo el montoncito que formaban, en la especie de cavidad oscura que separaba el pasillo de mi cuarto. Fue en ese pequeño espacio cerrado por tres costados donde me vi obligado a cambiarme, quiero decir a cambiar mi batín y mi camisón por la vestimenta de viaje, quiero decir calcetines, zapatos, pantalón, camisa, chaqueta, abrigo y sombrero, espero que no he olvidado nada. Probé otras puertas, girando el pomo y empujando, antes de salir de casa, pero ninguna cedió. Si hubiese encontrado una habitación abierta creo que me habría atrincherado dentro, sólo con gases me hubieran hecho salir. Notaba la casa llena de gente, como siempre, pero no veía a nadie. Me parece que todo el mundo se había encerrado en su cubil, con la oreja presta. Y luego todos rápidamente a las ventanas, un tanto retirados, bien escondidos por los cortinajes, tras el ruido de la puerta de la calle al cerrarse a mi espalda, debiera haberla dejado abierta. Y ya las puertas se abren y sale todo el mundo, hombres, mujeres, niños, cada uno de su habitación, y las voces, los suspiros, las sonrisas, las manos, las llaves en las manos, un gran uf, y luego rememorar las consignas, si esto entonces aquello, pero si aquello entonces esto, un auténtico ambiente de fiesta, todo el mundo ha entendido, a comer, a comer, la habitación puede esperar. Todo esto es pura imaginación, naturalmente, ya que yo no estaba allí. Las cosas sucedieron de modo muy distinto a lo mejor, pero ¿qué importa cómo sucedan las cosas, desde el momento en que suceden? ¡Y todos aquellos labios que me habían besado, aquellos corazones que me habían amado (se ama con el corazón, ¿no?, ¿o lo confundo con otra cosa?), aquellas manos que habían jugado con las mías y aquellos espíritus que por poco me poseen! La gente es verdaderamente extraña. Pobre papá, debía de sentirse bien jodido aquel día, si podía verme, vernos, jodido por mi causa quiero decir. A menos que, en su gran sabiduría de desencarnado viera más lejos que su hijo, cuyo cadáver no estaba todavía completamente a punto.

26/2/11

Alicia



Director y Guión: Jaume Balagueró
Intérpretes: 
Ana Luna, Danae, Elena Luna, Daniel Montblanc, Pedro A.Segura.
Música: 
Victor Nubla
Fotografía: 
Joan Babiloni
Duración: 
7,57 min, blanco y negro



de: Cuadros de viaje


"La vida y el mundo son el sueño de un dios ebrio, que escapa silencioso del banquete divino y se va a dormir a una estrella solitaria, ignorando que crea cuanto sueña...
Y las imágenes de ese sueño se presentan, ahora con una abigarrada extravagancia, ahora armoniosas y razonables... La Ilíada, Platón, la batalla de Maratón, la Venus de Médicis, el Münster de Estrasburgo, la Revolución Francesa, Hegel, los barcos de vapor, son pensamientos desprendidos de ese largo sueño. Pero un día el dios despertará frotándose los ojos adormilados y sonreirá, y nuestro mundo se hundirá en la nada sin haber existido jamás."


25/2/11

Comic Book Confidential /Download


Año:         1988
País:         Estados Unidos, Canadá
Género:    Documental
Dirección: Ron Mann
Guión:      Charles Lippincott, Ron Mann
Duración: 85 min

Reparto:
Linda Barry, Charles Burns, Sue Coe, Robert Crumb, Will Eisner, Al Feldstein; Shary Flenniken, William M. Gaines, Bill Griffith, Jaime Hernández, Jack Kirby, Harvey Kurtzman, Stan Lee, Paul Mavrides, Frank Miller.


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Krautrock - The Rebirth of Germany /Download


Historia:  El krautrock surgió de la contracultura de fines de los años 60 en Alemania Occidental. En general se considera al movimiento como un intento de la juventud alemana de reconstruir su cultura,  Los músicos de la escena buscaban crear algo nuevo que representara este punto de vista,
Estos artistas realizaban deconstrucciones y parodias de la música rock, usaban elementos del rock psicodélico, experimentaban con collage de sonidos y efectos electrónicos, realizaban improvisaciones, buscaban crear atmósferas, e incorporaban elementos de musique concrete, minimalismo, jazz y música oriental.

Las principales influencias en los artistas de krautrock incluyen diversos compositores del minimalismo, de avantgarde y de free jazz. También se puede incluir a la música étnica, con exponente de la música oriental y africana. Algunos de los más importantes fueron Karlheinz Stockhausen, LaMonte Young y John Cage. Asimismo se pueden tomar como influencias del Krautrock a los Velvet Underground con sus notas sostenidas y sus ritmos intensos, las experimentaciones electrónicas de los Silver Apples, los trabajos más vanguardistas de los Beatles, el trabajo de estudio de los jamaicanos Lee Perry y King Tubby, a los Pink Floyd de Syd Barrett (y a sus trabajos como solista), a los Soft Machine, y en menor medida bandas como King Crimson, Frank Zappa & The Mothers of Invention y Mahavishnu Orchestra, además del rock psicodélico

El Krautrock ha sido un estilo musical muy influyente en el desarrollo de géneros como la música industrial, la electrónica, el ambient, el synth pop, el punk, el post-punk y el post-rock.
Cabe destacar la influencia ejercida en multitud de músicos a través de la llamada trilogía berlinesa de David Bowie, con sus álbumes Low, Heroes y Lodger, grabados entre 1977 y 1979 por el músico británico en compañía de Robert Fripp y Brian Eno. Asimismo, numerosos grupos experimentales de las últimas décadas han redescubierto el sonido krautrock, por ejemplo el proyecto Stereolab, firmes seguidores de la obra de Neu!.
Numerosos grupos de post-punk y de rock con influencias de la música electrónica han manifestado tomar al Krautrock como una de sus grandes influencias, como por ejemplo Public Image Ltd, Cabaret Voltaire, Alternative TV, Stereolab, The Mars Volta, Deerhunter, Wilco, Laika, Mouse on Mars, Bowery Electric, I Am Spoonbender, Tortoise o Coil. Radiohead cita a Can, Neu! y Faust entre sus referentes. El número de versiones de temas de esta época es innumerable...

En este detallado documental de la BBC inglesa, conoceremos a los creadores originales entrevistados en la actualidad y rememorando, con inéditas imagenes de archivo, los tiempos y sonidos del más experimental rock alemán.


Krautrock -> DESCARGA


24/2/11

Dominio y Arte



El dominio de los artefactos sobrepasa ampliamente el del arte.
El reino del arte es en rigor el de una gestión convencional de la ilusión, una convención que en principio neutraliza los efectos delirantes de la ilusión, que neutraliza la ilusión como fenómeno extremo.
La estética constituye una suerte de sublimación, de dominio por la forma de la ilusión radical del mundo, que de otro modo nos vaciaría.
Esta ilusión original del mundo de la que otras culturas han aceptado la cruel evidencia que dispone un equilibrio artificial. Nosotros, las culturas modernas, no creemos ya en esa ilusión del mundo, sino en su realidad (que es por supuesto la última de las ilusiones), cuyos estragos hemos escogido atemperar por medio de esa forma cultivada, dócil, de simulacro que es la forma estética.
La ilusión no tiene historia. La forma estética en sí misma tiene una. Pero debido a que tiene una historia, no tiene más que un tiempo, y es sin duda ahora cuando asistimos al desvanecimiento de esta forma condicional, de esta forma estética del simulacro, en beneficio del simulacro incondicional, es decir en una escena primitiva de la ilusión, donde recuperaremos los rituales y las fantasmagorías inhumanas de las culturas más allá de la nuestra.


Me lo pregunto a veces



A donde van?

Hacia donde van mis palabras
que murmuran de noche en oscuridad apartada
melancolías de aromas, rebuscan en otros días
el calor pasado.

Miro mi rostro y veo en el cuantos besos
tus mejias junto a las mías, todos aquellos
furtivos casi premeditados.

Ahora mi figura oscila entre un delirio y un pecado
que mis manos dibujan con forma de tu silueta.

Y ahora el recuerdo impropio se hace mio
exactamente tu recuerdo junto al mío
no hay dia q no lleve tu nombre,
no hay recuerdo q no lleve tu aroma.

A donde van mis recuerdos
cuando los dejo solos en mi cuarto al amanecer
cuando se acaba el sueño, cuando llega el atardecer
y mi aliento espero q monte al viento
y quizas llegue a ser aire que respires,
recuerdes mi nombre y mires al cielo.
Me preguntaré entonces
-" a donde van mis deseos? "
Te vere en mi mente te adivinare en mi pecho
me pregunto
" a donde vas mi cielo"

Estoy aqui mirame, yo en presencia
y por la noches existe el corazón y alza vuelo
A donde va?
acaso me pudieras recordar en un sueño?
A donde van estos mis últimos recuerdos.

23/2/11

Madre,



                                                                                                                6 de mayo de 1861


Mi querida madre, si posees realmente un alma maternal y si todavía no estás harta, ven a París, ven a verme, e incluso ven por mí. Yo, por mil razones terribles, no puedo ir a Honfleur en busca de lo que tanto desearía, un poco de ánimo y unas caricias. A fines de marzo te escribía: ¿Volveremos a vernos algún día? Me encontraba en una de esas crisis en que uno contempla la terrible verdad. No sé lo que daría por pasar unos días a tu lado, tú, el único ser de quien pende mi vida, ocho días, tres días, unas horas.
No lees mis cartas con atención; tú crees que miento, o al menos que exagero, cuando hablo de mis desesperaciones, de mi salud, de mi horror a la vida. Te digo que querría verte y que no puedo correr a Honfleur. Tus cartas contienen numerosos errores e ideas equivocadas que la conversación podría rectificar y que volúmenes de escritura no bastarían para destruir.
Cada vez que tomo la pluma para exponerte mi situación, tengo miedo de matarte, de destruir tu débil cuerpo. Y yo estoy sin cesar, sin que tú lo sepas, al borde del suicidio. Yo creo que tú me quieres apasionadamente; ¡está tan ciego tu entendimiento, pero tienes tanta grandeza de carácter! Yo, de niño, te he querido apasionadamente; más tarde, obligado por tus injusticias te he faltado al respeto, como si una injusticia materna pudiese autorizar una falta de respeto filial; y con frecuencia me he arrepentido, aunque, según mi costumbre, nada haya dicho. Ya no soy aquel niño ingrato y violento. Largas meditaciones sobre mi destino y sobre tu carácter me han ayudado a comprender todas mis faltas y toda tu generosidad. Pero, en resumidas cuentas, el mal ya está hecho, hecho por tus imprudencias y por mis faltas.

Es evidente que estamos destinados a queremos, a vivir el uno para el otro, a acabar nuestra vida lo más decorosa y lo más tranquilamente que sea posible. Y no obstante, en las circunstancias terribles en que me encuentro, estoy convencido de que uno de nosotros matará al otro y de que terminaremos por matarnos mutuamente. Después de mi muerte, tú no podrás seguir viviendo, eso está claro. Yo soy el único motivo que te hace vivir. Después de tu muerte, sobre todo si murieses a consecuencia de un choque causado por mí, me mataría, eso es indudable. Tu muerte, de la que hablas a menudo con demasiada resignación, no modificaría en nada mi situación; el tutor seguiría (¿por qué no iba a seguir?), todo se quedaría sin pagar, y yo tendría, además de la pena, la horrible sensación de un aislamiento absoluto. Matarme yo, es absurdo ¿no es cierto? «Entonces, piensas dejar a tu anciana madre completamente sola», dirás. A fe mía que si no tengo estrictamente derecho, creo que la cantidad de pesares que he soportado casi treinta años me haría digno de disculpa: « i Y Dios! » dirás. Deseo de todo corazón (¡y nadie mejor que yo puede saber con qué sinceridad!) creer que un ser exterior e invisible se interesa por mi destino; pero ¿qué hacer para creerlo?
(La idea de Dios me hace pensar en ese maldito cura. En medio de la penosa impresión que va a causarte mi carta, no quiero que le consultes. Ese cura es mi enemigo, tal vez por pura estupidez.)

Volviendo al suicidio, que no es una idea fija pero que reaparece en épocas periódicas, hay algo que debe tranquilizarte. No puedo matarme sin dejar en orden todas mis cosas. Todos los papeles que tengo en Honfleur están en una enorme confusión. Por lo tanto, tendría que trabajar duro en Honfleur, y una vez allí ya no podría irme de tu lado. Pues debes suponer que de ninguna manera iba a querer mancillar tu casa con una acción tan detestable. Además tú te volverías loca. Y ¿por qué el suicidio? ¿Es a causa de las deudas? Sí, y sin embargo, las deudas se pueden superar. Es, sobre todo, a causa de un cansancio espantoso resultado de una situación insostenible, demasiado prolongada. Cada minuto me demuestra que he perdido las ganas de vivir. Una gran imprudencia cometiste tú en mi juventud. Tu imprudencia y mis viejas faltas pesan sobre mí envolviéndome. Mi situación es atroz. Hay gente que me saluda, hay gente que me busca. Quizá la haya que me envidie. Mi situación literaria es mejor que buena. Podría hacer lo que quisiera. Me publicarán todo. Como tengo una clase de talento impopular, ganaré poco dinero, pero dejaré tras de mí una gran fama, lo sé, —siempre que tenga el valor de vivir. Pero mi salud espiritual, —detestable; tal vez perdida. Todavía tengo proyectos: Mi corazón al desnudo, novelas, dos dramas, de los cuales uno para el Teatro Francés ¿los haré algún día? Ya no lo creo. Mi situación en relación con la honorabilidad, espantosa, —eso es lo peor. Ni un momento de reposo, insultos, ultrajes, afrentas como no puedes hacerte idea y que corrompen la imaginación, la paralizan. Gano un poco de dinero, es verdad; si no tuviese deudas, y si ya no me quedase patrimonio alguno, SERÍA RICO, fíjate en lo que te digo; podría darte dinero, podría sin peligro ejercer mi caridad con Jeanne. Volveremos a hablar luego de ella. Eres tú quien ha provocado estas explicaciones. Todo ese dinero se va en una existencia manirrota y malsana (pues vivo muy mal) y en el pago, o más bien en la amortización insuficiente, de antiguas deudas, en gastos de tribunales, en papel timbrado, etc...

Enseguida pasaré a las cosas reales, es decir actuales; pues, en verdad, necesito que alguien me salve y sólo tú puedes hacerlo. Quiero hoy decirlo todo. Estoy solo, sin amigos, sin amante, sin perro y sin gato ¿a quién contarle mis penas? No tengo más que el retrato de mi padre, siempre mudo.

Me encuentro en el mismo terrible estado de ánimo que experimenté en el otoño de 1844. Una resignación peor que la indignación.
Pero mi salud física, que necesito para ti, para mí, para mis obligaciones ¡esa sigue siendo la cuestión! Tengo que hablarte de ella por más que tú le prestes tan poca atención. No hablaré de esas afecciones nerviosas que me destruyen día a día y que anulan el ánimo, vómitos, insomnios, pesadillas, desmayos. Con demasiada frecuencia te he hablado de ellas. Pero es inútil usar de pudor contigo. Ya sabes que siendo muy joven tuve una afección virulenta, que más tarde creí totalmente curada. En Dijon, después de 1848, tuve un rebrote. De nuevo se pudo paliar. Ahora vuelve en forma distinta, de manchas en la piel y de una extraordinaria fatiga en todas las articulaciones. Puedes creerme, sé de lo que hablo. Puede ser que dentro de la tristeza en que estoy sumido, el terror me haga creer mayor el mal. Pero necesito un régimen severo, y no es con la vida que llevo como podré librarme de aquello.

Hubo en mi infancia una época de un cariño apasionado hacia ti; escucha y lee sin temor. Nunca te habré dicho tanto. Recuerdo un paseo en simón; acababas de salir de un sanatorio en donde habías estado recluida, y me enseñaste, para demostrarme que habías pensado en tu hijo, unos dibujos a pluma que habías hecho para mí. No dirás que no tengo una memoria tremenda. Más tarde, la plaza de Saint-André-des-Arts y Neuilly. ¡Largos paseos y mimos continuos! Recuerdo aquellos muelles tan tristes en el atardecer. ¡Ah! Para mí fue la época feliz de las caricias maternales. Perdóname si llamo época feliz la que sin duda para ti fue tan mala. Pero estaba siempre presente en ti; tú eras únicamente mía. Eras a la vez un ídolo y un compañero. Quizá te sorprenda que pueda hablar con tal pasión de un tiempo tan lejano. Yo mismo estoy sorprendido. Tal vez porque una vez más he acariciado el deseo de morir, cosas tan alejadas se recorten tan nítidamente en mi espíritu.
Más tarde, sabes qué atroz educación quiso tu marido que se me diera; tengo cuarenta años y no puedo pensar sin dolor en los colegios, lo mismo que en el temor que me inspiraba mi padrastro. No obstante le quise y hoy, por lo demás, tengo la suficiente sensatez como para hacerle justicia. Pero es verdad que fue poco hábil hasta la obstinación. No quiero insistir, porque veo lágrimas en tus ojos.

Finalmente, pude hacer mi vida y desde ese momento se me dejó caer del todo. Sólo me atraía el placer, una excitación permanente; los viajes, los muebles preciosos, los cuadros, las mujeres, etc. Hoy recibo cruelmente el castigo por ello. En cuanto al tutor judicial, sólo una palabra: hoy sé del inmenso valor del dinero, y comprendo la trascendencia de todo lo que se relaciona con él; concibo que hayas podido creer que lo hacías con acierto, que trabajabas por mi bien; pero con todo una pregunta, una pregunta que siempre me ha obsesionado. ¿Cómo es que jamás no te planteaste en tu fuero interno la siguiente idea: «Es posible que mi hijo no llegue a tener nunca el sentido de lo que es comportarse en el "sino grado que yo; pero también puede ocurrir que llegue a ser un hombre notable en otros aspectos. En ese caso ¿qué haré yo? ¿Lo condenaré a una doble existencia contradictoria; por una parte a una existencia digna de respeto, odiosa y despreciada, por otra? ¿Lo condenaré a tener que llevar hasta la vejez una marca lamentable, una marca perjudicial, un motivo de impotencia y tristeza?». Es evidente que si no hubiera habido tutor, todo se lo habría llevado la trampa, no habría habido más remedio que tomarle el gusto al trabajo. Ha habido tutor, todo se lo ha llevado la trampa y soy viejo y me siento desgraciado.

Rejuvenecer ¿es posible? En eso radica la cuestión. Toda esta vuelta hacia el pasado no tenía otra finalidad que mostrar que puedo hacer valer ciertas disculpas, cuando no una completa justificación. Si notas algún reproche en lo que escribo, que sepas bien al menos que lo anterior en nada altera mi admiración por tu gran corazón, mi agradecimiento por tu abnegación. Siempre te has sacrificado. Lo tuyo es sólo el sacrificio. Menos razón que caridad. Yo te pido más, te pido, a la vez, consejo, apoyo, que nos entendamos completamente bien tú y yo, para salir de esto. Te suplico que vengas, que vengas, tengo los nervios al final de mis fuerzas, estoy a punto de que me falle el valor, a punto de perder la esperanza. Veo una continuidad en el horror. Veo mi vida literaria obstaculizada para" siempre. Veo una catástrofe. Por ocho días, podrías sin duda pedir hospitalidad a algún amigo, a Ancelle, por ejemplo. No sé lo que daría por verte, por abrazarte. Presiento una catástrofe y ahora no puedo irme contigo. París me es dañino. Ya por dos veces he cometido una imprudencia grave que tú calificarás más severamente; voy a acabar por perder la cabeza. Te pido la felicidad tuya y te pido la mía, mientras todavía seamos capaces de conocerla. Me has permitido que te confiase un proyecto, es el siguiente: Pido un término medio. Enajenación de una fuerte suma limitada a diez mil, por ejemplo, dos mil para liberarme ya; dos mil en poder tuyo para hacer frente a necesidades imprevistas o previstas, gastos en vivir, en ropa, etc., durante un año (Jeanne estará en una casa donde se le pagará lo estrictamente necesario). Por otra parte, luego te hablaré de ella. Una vez más eres tú la que lo ha provocado. Por último seis mil en poder de Ancelle o de Marin, y que se irán gastando poco a poco, sucesivamente, prudentemente, de manera que se puedan pagar tal vez más de diez mil y se evite toda conmoción y todo escándalo en Honfleur.

Ya tenemos un año de tranquilidad. Por mi parte sería un tonto de remate y un pillo redomado si no lo aprovechase en renovar fuerzas. Todo el dinero ganado durante ese tiempo (diez mil, a lo mejor sólo cinco mil) se depositará en tus manos. No te ocultaré el menor asunto, la menor ganancia. En lugar de tapar huecos, el dinero se seguirá aplicando a las deudas y así sucesivamente en los años venideros. De este modo, tal vez pueda, gracias al rejuvenecimiento operado ante tus ojos, pagarlo todo, sin que mi capital disminuyese en más de diez mil sin contar, es verdad, los cuatro mil seiscientos de los años anteriores. Y así se salvará la casa, que es una de las consideraciones que tengo siempre presente.
Si adoptases este proyecto de beatitud, me gustaría haberme mudado ahí de nuevo a fines de mes, quizás ahora mismo. Te autorizo a que vengas por mí. Sin duda comprendes que hay una multitud de detalles que no incluye una carta. En una palabra, quisiera que no se pagase ninguna suma hasta que tú no dieses tu consentimiento, hasta no haberlo debatido a fondo entre tú y yo, en una palabra, que tú te convirtieses en mi verdadero tutor. ¿Es posible que llegue uno a verse obligado a asociar una idea tan horrorosa a otra tan dulce como la de una madre?

En este caso, desgraciadamente, habrá que decirle adiós a las pequeñas sumas, a las pequeñas ganancias, cien por aquí, doscientos por allá, que supone la rutina de la vida parisiense. Entonces sería el turno de las grandes especulaciones, de los grandes libros, cuyo pago se haría esperar más tiempo. No consultes más que contigo misma, con tu conciencia y con tu Dios, ya que tienes la suerte de creer. No hagas partícipe de tus pensamientos a Ancelle a no ser con reservas.
Es una buena persona; pero tiene la mente estrecha. No puede creer que un mal sujeto por voluntad propia, que ha tenido que llamar al orden, sea un hombre importante. Me dejará reventar por cabezonería. En vez de pensar únicamente en el dinero, piensa un poco en la gloria, en el descanso y en mi vida. En este caso, digo, no iría a pasar temporadas de quince días y de uno o dos meses. Sería una estancia permanente exceptuados los casos en que vendríamos juntos a París. El trabajo de las pruebas de imprenta puede hacerse por correo.

Otra idea tuya equivocada que debes rectificar y que reaparece una y otra vez en tu pluma. No me aburro nunca en soledad, no me aburro nunca a tu lado. Lo único es que sé que lo pasaré mal a causa de tus amigos, pero lo acepto. Alguna vez se me ha pasado por el pensamiento convocar un consejo de familia o presentarme ante un tribunal. Bien sabes que tendría cosas muy sabrosas que decir, aunque sólo fuera esto: He producido ocho volúmenes en condiciones horribles. Puedo ganarme la vida. ¡Se me está asesinando con deudas de juventud! No lo he hecho por respeto a ti, por consideración hacia tu horrible sensibilidad. Dígnate agradecérmelo. Te lo repito; me he obligado a no recurrir a nadie más que a ti.

A partir del año próximo, dedicaré a Jeanne la renta del capital restante y ella se irá a algún sitio en que no esté en una soledad absoluta. Esto es lo que le ha sucedido: su hermano la metió en un hospital para quitársela de encima y cuando ha salido ha descubierto que le había vendido una parte de su mobiliario y de su ropa. Desde hace cuatro meses, desde mi huida de Neuilly, le he dado siete francos.
Te lo suplico, paz, dame paz, dame el trabajo y un poco de ternura.
Es evidente que entre mis cosas actuales hay algunas horriblemente urgentes; así, he cometido de nuevo la falta, en medio de esos tejemanejes inevitables de los bancos, de apropiarme para mis deudas personales de varias centenas de francos que no me pertenecían. Me he visto absolutamente obligado a ello; ni que decir tiene que esperaba reparar el mal inmediatamente. Una persona, en Londres, me niega los cuatrocientos francos que me debe. Otra, que había de remitinne trescientos, está de viaje. Siempre lo imprevisible. - Hoy he tenido el terrible valor de escribir a la persona concernida confesándole mi falta. ¿Cuál va a ser la reacción? No tengo idea. Pero he querido quitarme un peso de la conciencia. Confío en que, por consideración a mi nombre y a mi talento, no se armará un escándalo y se querrá esperar.

Adiós. Estoy extenuado. Entrando en detalles de salud, no he dormido ni comido desde hace casi tres días; tengo un nudo en la garganta, - y hay que trabajar.
No, no te diré adiós, pues espero verte. Por lo que más quieras léeme con mucha atención y trata de comprender. Sé que esta carta te afectará dolorosamente, pero en ella hallarás a buen seguro un tono de dulzura, de ternura e incluso de esperanza que muy rara vez has oído.

Y te quiero.

                                                                                                                           CHARLES 

22/2/11

Walter Gieseking : Debussy - The Complete Works for Piano /Download




Debussy "El arte es el más bello de todos los engaños"
                                                    



  • Performer: Walter Gieseking
  • Orchestra: Frankfurt Hessischen Rundfunks Orchestra
  • Conductor: Kurt Schroder
  • Composer: Claude Debussy
  • Audio CD (January 21, 1997)
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1. Préludes Book I: I. Danseuses de Delphes (Lent et grave) - Walter Gieseking
2. Préludes Book I: II. Voiles (Modéré) - Walter Gieseking
3. Préludes Book I: III. Le vent dans Ia plaine (Animé) - Walter Gieseking
4. Préludes Book I: IV. Les sons et les parfums tournent dans l'air du soir (Modéré) - Walter Gieseking
5. Préludes Book I: V. Les collines d'Anacapri (Trés modéré) - Walter Gieseking
6. Préludes Book I: VI. Des pas sur la neige (Triste et lent) - Walter Gieseking
7. Préludes Book I: VII. Ce qu'a vu le vent d'Ouest (Animé et tumultueux) - Walter Gieseking
8. Préludes Book I: VIII. La fille aux cheveux de lin (Trés calme et doucement expressif) - Walter Gieseking
9. Préludes Book I: IX. La sérénade interrompue (Modérément animé) - Walter Gieseking
10. Préludes Book I: X. La cathédrale engloutie (Profondément calme) - Walter Gieseking
11. Préludes Book I: Xl. La danse de Puck (Capricieux et léger) - Walter Gieseking
12. Préludes Book I: XII. Minstrels (Modéré) - Walter Gieseking
13. Préludes Book II: I. Brouillards (Modéré) - Walter Gieseking
14. Préludes Book II: II. Feuilles mortes (Lent et mélancolique) - Walter Gieseking
15. Préludes Book II: III. La Puerta del Vino (Mouvement de Habanera) - Walter Gieseking
16. Préludes Book II: IV. Les fées sont d'exquises danseuses (Rapide et léger) - Walter Gieseking
17. Préludes Book II: V. Bruyéres (Calme) - Walter Gieseking
18. Préludes Book II: VI. General Lavine - eccentric (Dans le style et le mouvement d'un Cakewalk) - Walter Gieseking
19. Préludes Book II: VII. Le terrasse des audiences du clair de lune (Lent) - Walter Gieseking
20. Préludes Book II: VIII. Ondine (Scherzando) - Walter Gieseking
21. Préludes Book II: IX. Hommage à S. Pickwick, Esq., P.P.M.P.C. (Grave) - Walter Gieseking
22. Préludes Book II: X. Canope (Trés calme et doucement triste) - Walter Gieseking
23. Préludes Book II: XI. Les tierces alternées (Modérément animé) - Walter Gieseking
24. Préludes Book II: XlI. Feux d'artifice (Modérément animé) - Walter Gieseking




1. Pour le piano: I. Prélude (Assez anime ettres rythme) - C. Debussy
2. Pour le piano: II. Sarabande (Aved une elegance grave et lente) - C. Debussy
3. Pour le piano: III. Toccata (Vif) - C. Debussy
4. Estampes: I. Pagodes (Moderement anime) - C. Debussy
5. Estampes: II. La soirée dans Grenade (Mouvement de Habanera) - C. Debussy
6. Estampes: III. Jardins sous la pluie (Net et vif) - C. Debussy
7. Images, Set I: I. Reflets dans l'eau (Andantino molto) - C. Debussy
8. Images, Set I: II. Hommage à Rameau (Lent et grave) - C. Debussy
9. Images, Set I: III. Mouvement (Anime) - C. Debussy
10. Images, Set II: I. Cloches à travers les feuilles (Lent) - C. Debussy
11. Images, Set II: II. Et la lune descend sur le temple qui fut (Lent) - C. Debussy
12. Images, Set II: III. Poissons d'or (Anime) - C. Debussy
13. Children's Corner: I. Doctor Gradus ad Parnassum (Moderement anime) - C. Debussy
14. Children's Corner: II. Jimbo's Lullaby (Assez modere) - C. Debussy
15. Children's Corner: III. Serenade for the Doll (Allegretto ma non troppo) - C. Debussy
16. Children's Corner: IV. The Snow is Dancing (Moderement anime) - C. Debussy
17. Children's Corner: X. The Little Shepherd (Tres modere) - C. Debussy
18. Children's Corner: VI. Golliwogg's Cakewalk (Allegro giusto) - C. Debussy


Disco 3


1. 12 Etudes: I. Pour les cinq doigts (d'apres Monsieur Czerny) (Sagement) - C. Debussy
2. 12 Etudes: II. Pour les tierces (Moderato, ma non troppo) - C. Debussy
3. 12 Etudes: III. Pour les quartes (Andantino com moto) - C. Debussy
4. 12 Etudes: IV. Pour les sixtes (Lento) - C. Debussy
5. 12 Etudes: V. Pour les octaves (Joyeaux et emporte, librement rythme) - C. Debussy
6. 12 Etudes: VI. Pour les huit doigts (Vivamente, molto leggiero e legato) - C. Debussy
7. 12 Etudes: VII. Pour les degrés chromatiques (Scherzando, animato assai) - C. Debussy
8. 12 Etudes: VIII. Pour les agréments (Lento, rubato e leggiero) - C. Debussy
9. 12 Etudes: IX. Pour les notes répétées (Scherzando) - C. Debussy
10. 12 Etudes: X. Pour les sonorités opposées (Modere, sans lenteur) - C. Debussy
11. 12 Etudes: XI. Pour les arpèges composés (Dolce e lusingando) - C. Debussy
12. 12 Etudes: XI. Pour les accords (Dedide, rythme, sans lourdeur) - C. Debussy
13. Masques (Tres vif et fantasque) - C. Debussy
14. D'un cahier d'esquisses (Tres lent-sans rigueur) - C. Debussy
15. L'Isle joyeuse (Quasi una cadenza - Tempo : Modere et tres souple) - C. Debussy
16. La plus que lente (Lent - Molto rubato con morbidezza) - C. Debussy
17. Le petit negre (Cakewalk. Allegro giusto) - C. Debussy
18. Berceuse heroique (Modere - sans lenteur) - C. Debussy
19. Hommage à Haydn (Mouvement de Valse lente) - C. Debussy





1. Suite Bergamasque: I. Prélude (Moderato - tempo rubato) - C. Debussy
2. Suite Bergamasque: II. Meneut (Andantino) - C. Debussy
3. Suite Bergamasque: III. Clair de lune (Andante tres expressif) - C. Debussy
4. Suite Bergamasque: IV. Passepied (Allegretto ma non troppo) - C. Debussy
5. Danse bohémienne (Allegro) - C. Debussy Listen
6. Rêverie (Andantino sans lenteur) - C. Debussy
7. Mazurka (Scherzando - assez anime) - C. Debussy
8. Valse romantique (Tempo di valse - Allegro moderato) - C. Debussy
9. Deux Arabesques: I. Andantino con moto - C. Debussy
10. Deux Arabesques: II. Allegretto scherzando - C. Debussy
11. Nocturne en re bemol majeur - in D flat - Des-dur - C. Debussy
12. Danse (Tarentelle styrienne) (Allegretto) - C. Debussy
13. Ballade (Andantino con moto) - C. Debussy
14. Fantaisie For Piano And Orchestra: I. Andante - Allegro - C. Debussy
15. Fantaisie For Piano And Orchestra: II. Lento e molto espressivo- - C. Debussy
16. Fantaisie For Piano And Orchestra: III. Allegro molto - C. Debussy


The Debussy Album: En Blanc et Noir /Download


 Katia Labeque, Marielle Labeque
 Compositor: Claude Debussy
 Audio CD (Febrero 10, 1998)


1. En blanc et noir: Avec emportement
2. En blanc et noir: Lent. Sombre
3. En blanc et noir: Scherzando
4. Petite Suite: En bateau
5. Petite Suite: Cortege
6. Petite Suite: Menuet
7. Petite Suite: Ballet
8. 3 Nocturnes:: Nuages
9. 3 Nocturnes:: Fetes
10. 6 Epigraphes antiques: Pour invoquer Pan, dieu du vent d'ete
11. 6 Epigraphes antiques: Pour un tombeau sans nom
12. 6 Epigraphes antiques: Pour que la nuit soit propice
13. 6 Epigraphes antiques: Pour la danseuse aux crotales
14. 6 Epigraphes antiques: Pour 'Egyptienne
15. 6 Epigraphes antiques: Pour remercier la pluie au matin
16. Lindaraja 

Download 

20/2/11




Confío en que cuando el mundo se termine, pueda dar un suspiro de alivio porque habrá muchas otras cosas con las que ilusionarse.




19/2/11

Basquiat 1996 /Download



Willem Dafoe, Courtney Love, Jeffrey Wrigth, David Bowie, Michael Wincott, Claire Forlani, , Benicio Del Toro, Christopher Walken, Gary Oldman

  • Director Julian Schnabel
  • Duración 01:42:00
  • Estreno lunes 1 enero 1996
  • Género Drama, bibliografica.

Descarga la pelicula: Basquiat (Torrent)



Soundtracks:


01-Public Image by Public Image Ltd
02-It's All Over Now Baby Blue by Van Morrison
03-I'm Not In Love by The Toadies
04-Is That All There Is by PJ Harvey
05-White Lines-by Grandmaster Flash & Melle Mel
06-Rise by Tripping Daisy
07-These Days by Joy Division
08-She Is Dancing by Brian Kelly
09-Tom Traubert's Blues by Tom Waits
10-A Small Plot of Land by David Bowie
11-Summer In Siam by Pogues
12-The Last Song I'll Ever Sing by Gavin Friday
13-Hallelujah by John Cale


Descarga el: Soundtrack




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a Emma:




Arabesque, escucha dando Play aqui:




Al fin! Tengo tu primer telegrama, esta mañana a las nueve y media... ¡No reemplaza una carta, y además ha pasado por tantas manos (telegrama a ocho manos) que ya nada tuyo contiene, salvo unos rápidos «cariños» a través del espacio!
Perdóname la carta desconsolada que recibirás al mismo tiempo que esta. ¡Fui demasiado infeliz! Y esta noche, incapaz de dormir, con la doble inquietud de no tener noticias tuyas y saberte envuelta en preocupaciones...
Durante esta noche, en que tuve la sincera impresión de que me iba a morir, pensé que sería imposible aceptar en el futuro invitaciones para dirigir conciertos a través de Europa. Solo con pena me atrevo a escribirlo, pero tengo que confesar mi espantoso miedo de perder tu amor. Cada viaje me quita un poco de él; al final terminaré por ser para ti nada más que un extranjero que pasa y al cual no se necesita atarse ya... En mí, produce el efecto contrario: tus más mínimos gestos, los malos como los tiernos, adquieren un valor que duplica mi angustia. No hay que esperar cambiar los actos del destino; sobre todo, no hay que invitarlo a hacer trampa...

Tu pobre Claude tan solo, que necesita de ti, pequeña mía.


18/2/11

Canibalismo (Fragmento)




Hay varias maneras de comerse a una persona. Empezando porque debe ser diferente comerse a una mujer que comerse a un hombre. Yo he visto comer hombres, pero no mujeres. No se‚ si me gustara ver comer a una mujer alguna vez. Debe ser muy diferente. Lo que yo por mi parte conozco, son tres maneras de comerse a un hombre. Se puede partir en seis pedazos a la persona: cabeza, tronco, brazos, pelvis, muslos, piernas, incluyendo, claro esta, manos y pies. Sé que hay personas que parten a la persona en ocho pedazos, ya que les gusta sacar también las rodillas, el hueso redondo de las rodillas, recubierto con la única porción de carne roja que tiene el ser humano. La otra forma que conozco es comerse a la persona entera, así no más, a mordiscos lentos, comer un día hasta hartarse y meter el cuerpo al refrigerador y sacarlo al otro día para el desayuno, así. Como comerse un mango a mordiscos. Porque yo puedo decir que a mi antes me gustaba muchísmo el mango verde, y después vino esa moda de partir el mango en pedacitos y fue apenas hace como una semana que me vine a dar cuenta que los mangos verdes me habían venido a gustar menos y supe también que era porque me los comía partidos, así que seguí comprándolos enteros, comiéndolos a mordiscos, y me han vuelto a gustar casi tanto como cuando estaba chiquito.. Eso mismo debe pasar con los cuerpos.[...]

16/2/11

de: El expulsado





Hacía buen tiempo. Caminaba por la calle, manteniéndome lo más cerca posible de la acera. La acera más ancha nunca es lo bastante ancha para mí, cuando me pongo en movimiento, y me horroriza importunar a desconocidos. Un guardia me detuvo y dijo, La calzada para los vehículos, la acera para los peatones. Parecía una cita del antiguo testamento. Subí pues a la acera, casi excusándome, y allí me mantuve, en un traqueteo indescriptible, por lo menos durante veinte pasos, hasta el momento en que tuve que tirarme al suelo, para no aplastar a un niño. Llevaba unos pequeños arneses, me acuerdo, con campanillas, debía creerse un poney, o un percherón, por qué no. Le hubiera aplastado con gusto, aborrezco a los niños, además le hubiera hecho un favor, pero temía las represalias. Todos son parientes, y eso le impide a uno tener confianza. Se debería disponer, en las calles concurridas, de una serie de pistas reservadas a estos sucios pequeños seres, para sus cochecitos, aros, biberones, patines, patinetes, papás, mamás, tatas, globos, en fin toda su sucia pequeña felicidad. Caí pues y mi caída arrastró la de una señora anciana cubierta de lentejuelas y encajes y que debía pesar unos noventa kilos. Sus alaridos no tardaron en provocar un tumulto. Confiaba en que se había roto el fémur, las señoras viejas se rompen fácilmente el fémur, pero no lo bastante, no lo bastante. Aproveché la confusión para escabullirme, lanzando imprecaciones ininteligibles, como si fuera yo la víctima, y lo era, pero no hubiera podido probarlo. Nunca se lincha a los niños, a los bebés, hagan lo que hagan son inocentes a priori. Yo los lincharía a todos con suma delicia, no digo que me pondría manos a la obra, no, no soy violento, pero animaría a los demás y les pagaría una ronda cuando hubieran acabado. Pero apenas recuperé la zarabanda de mis coces y bandazos me detuvo un segundo guardia, parecidísimo al primero, hasta el punto de que me pregunté si no era el mismo. Me hizo notar que la acera era para todo el mundo, como si fuera evidente que a mí no se me podía incluir en tal categoría. ¿Desea usted, le dije, sin pensar un sólo instante en Heráclito, que descienda al arroyo? Descienda a donde quiera, dijo, pero no ocupe todo el sitio. Apunté a su labio superior, que tenía por lo menos tres centímetros de alto, y soplé encima. Lo hice, creo, con bastante naturalidad, como el que, bajo la presión cruel de los acontecimientos, exhala un profundo suspiro, pero no se inmutó. Debía estar acostumbrado a autopsias, o exhumaciones. Si es usted incapaz de circular como todo el mundo, dijo, debería quedarse en su casa. Lo mismo pensaba yo. Y que me atribuyera una casa, no tenía por qué molestarme. En ese momento acertó a pasar un cortejo fúnebre, como ocurre a veces. Se produjo un gran tráfago de sombreros al tiempo que un mariposear de miles y miles de dedos. Personalmente si no hubiese tenido más remedio que persignarme me habría empeñado en hacerlo como es debido, nacimiento de la nariz, ombligo, tetilla izquierda, tetilla derecha. Pero ellos, con sus roces precipitados e imprecisos, te hacen una especie de crucificado enfurecido, sin el menor decoro, las rodillas bajo el mentón y las manos de cualquier manera. Los más encarnizados se inmovilizaron y dejaron oír algún balbuceo. El guardia, por su parte, se cuadró, con los ojos cerrados, la mano en el quepis. En las berlinas del cortejo fúnebre entreveía gente departiendo animadamente, debían evocar escenas de la vida del difunto, o de la difunta. Me parece haber oído decir que los arreos del coche fúnebre no son los mismos en los dos casos, pero nunca he conseguido averiguar en qué consiste la diferencia. Los caballos pedorreaban y cagaban como si fueran a la feria. No vi a nadie de rodillas...


A Geometry of Echos









13/2/11

Julie London - Cry me a River

de: Textos para nada





VIII

Sólo las palabras rompen el silencio, el resto ha callado. Si me callase ya no oiría nada más. Pero si me callase los demás ruidos volverían a empezar, aquellos a los que las palabras me han vuelto sordo, o que realmente han cesado. Pero me callo, esto ocurre, no, nunca, ni un segundo. También lloro, sin cesar. Es un chorro ininterrumpido, de palabras y de lágrimas. Todo sin reflexión. Pero hablo más bajo, cada año un poco más bajo. Quizá. Más lentamente también, cada año un poco más lentamente. Quizá. No me doy cuenta. Las pausas serán pues más largas, entre las palabras, las frases, las sílabas, las lágrimas, las confundo, palabras y lágrimas, mis palabras son mis lágrimas, mis ojos mi boca. Y debería oír, a cada pequeña pausa, si el silencio es tal como lo digo, al decir que sólo las palabras lo rompen. Pues no, es siempre el mismo murmullo, chorreante, sin hiato, como una única palabra sin fin y por consiguiente sin significado, pues es el fin quien lo da, significado a las palabras. Entonces qué derecho, no, esta vez me veo venir, y me detengo, diciendo, Ninguno, ninguno. Pero persiguiéndolo, el viejo treno estúpido, me pregunto, y hasta el final, una nueva pregunta, la más antigua, la de saber si siempre ha sido así. Y bien, voy a decirme una cosa (si puedo), cargada espero de promesas para el porvenir, a saber que empiezo ya a no saber en absoluto cómo pasaba antaño (he podido), y por antaño entiendo otro lugar, el tiempo se ha hecho espacio y ya no habrá más, mientras no esté fuera de aquí. Sí, mi pasado me ha echado fuera, sus rejas se han abierto, o soy yo quien me he evadido, quizás excavando. Para arrastrarme un instante libre en un sueño de días y de noches, soñándome yendo, estación tras estación, hacia una última, como un vivo, antes de estar, de pronto, aquí, sin memoria. Desde entonces sólo imaginaciones y esperanzas de verme una historia, de haber venido de alguna parte y de poder regresar, o continuar, un día, o sin esperanza. Sin qué esperanza, acabo de decirlo, la de verme vivo, y no solamente dentro de una cabeza imaginaria, un guijarro prometido a la arena, bajo un cielo variable, y variando un poco de lugar, cada día, cada noche, como si sirviera de ayuda, menguar, menguar siempre más, sin nunca desaparecer. No verdaderamente, cualquier cosa, digo ¡cualquier cosa, con la esperanza de gastar una voz, de gastar una cabeza, o sin esperanza, sin razón, cualquier cosa, sin razón. Pero esto terminará, llegará una desinencia, o faltará el aliento, todavía mejor, será el silencio, sabré si hay un silencio, no, nunca sabré nada. Pero salir de aquí, eso al menos. No sé. Y que el tiempo vuelva a empezar el cielo, los pasos en la tierra, la noche a la que tontamente llamamos la mañana y el alba a la que de noche se suplica que no despunte de nuevo. No sé, no sé qué significa, el día y la noche, la tierra y el cielo, las llamadas y las súplicas. ¿Puedo desearlos? Pero, quién dice que los deseo, la voz lo dice, y que es imposible que yo desee algo, esto parece contradecirse, yo no tengo opinión. Yo, aquí, si pudieran abrirse, estas pequeñas palabras, tragarme, y volverse a cerrar, quizá sea lo que ha sucedido. Que se abran pues de nuevo y me dejen salir, al tumulto de luz que me ha sellado los ojos, y de hombres, para que intente unirme de nuevo a ellos. O que me perdonen, si soy culpable, y me dejen expiar, en el tiempo, yendo y viniendo, cada día un poco más puro, un poco más muerto. Mi error es querer pensar, uno de mis errores, incluso de este modo, tal como soy no debería poder, incluso de este modo. Pero a quién he podido ofender tan gravemente, para que me castiguen de modo tan incomprensible, todo es incomprensible, espacio y conciencia, falso e incomprensible, sufrimiento y llantos, hasta el viejo grito paroxismal. No soy yo, no puede ser yo. Pero, ¿acaso sufro, sea yo o no, francamente, acaso hay sufrimiento? Pero aquí no existe la franqueza, diga lo que diga será falsa, y además no será mío, aquí no soy más que un muñeco de ventrílocuo, no siento nada, no digo nada, me tiene entre sus brazos y mueve mis labios con un cordel, con un anzuelo, no, los labios son innecesarios, está todo oscuro, no hay nadie, dónde tengo la cabeza, he debido de dejarla en Irlanda, en una taberna, aún debe de estar allí, la frente apoyada en la barra, es cuanto merecía. Pero el otro que es yo, ciego, sordo y mudo, charla de que estoy aquí, charla de este negro silencio, charla de que ya no puedo moverme ni creer que esta voz sea la mía. De él debo disfrazarme hasta mi muerte, por él, hasta entonces, intentar no vivir, en esta simili-sepultura que se supone la suya. Mientras me sé tirándome pedos de mortalidad allá arriba en alguna parte de Europa probablemente, bajo el cielo aspirando y exhalando cada día un poco más mustio como ayer en la bomba de la matriz. No, haberlo dicho me convence de lo contrario, nunca he visto el día, ni él tampoco, he aquí la belleza por completo negativa de la palabra, cuyas negaciones desgraciadamente sufren la misma suerte, de ahí su fealdad. Escoger bien su momento y callarse, ¿sería el único medio de tener ser y habitat? Pero estoy aquí, esto al menos es cierto, por mucho que lo diga y vuelva a decirlo, sigue siendo verdad. No me doy cuenta. Menos verdad, menos cierto que cuando me digo que estoy en la tierra, que he llegado al mundo, seguro de abandonarlo, por eso lo digo, pacientemente, variando, intentando variar, nunca se sabe, quizá se trate únicamente de dar con el buen agregado. Para ya no estar aquí por fin, no haber estado nunca aquí, pero desde todo ese tiempo allá arriba, con un nombre como un perro para que puedan llamarme y signos distintivos para que puedan localizarme, el pecho hinchándose y vaciándose por sí solo jadeando hacia la gran apnea. El buen agregado, pero hay cuatro millones posibles, incluso probables, según Aristóteles, que todo lo sabía. Pero, qué veo, y con qué, un bastón blanco y una trompetilla, dónde, Plaza de la República, a la hora del aperitivo, un momento, veamos eso, quizás esté allí por fin. La trompetilla, bogando a la altura del oído, de pronto se parece a una sirena de vapor, de esas que permiten a mis steamers adentrarse en la niebla, lentamente, esto debería servir para fijar la época, con un margen de algunos medios siglos de error. El bastón avanza golpeando con su punta de hierro el noble basamento de Magasins Réunis, sin duda es invierno, en fin, no verano. Entreveo también, esforzándome un poco, un bombín que, ay, se diría la ridícula síntesis de todos los que nunca me han ido y, al otro extremo, igualmente sospechosos, unos botines amarillos, lacerados y con las suelas despegadas. Estos distintivos, si me atrevo a decirlo, avanzan juntos, como unidos por el tradicional excipiente humano, se inmovilizan, vuelven a avanzar, confirmados por los amplios escaparates. El nivel del sombrero, y por consiguiente el de la trompetilla, me asegura un pequeño porvenir de enano o por lo menos de jorobado. Todo esto es libre, todo esto es tentador. ¿Voy a entrar en el juego, intentar que se aprovechen una vez más, mis achaques de sueño, para que se vuelvan carne y giren, agravándose, alrededor de esta plaza grandiosa que confundo quizá con la de la Bastille, hasta ser juzgados dignos del adyacente Père Lachaise o, todavía mejor, prematuramente aliviados al querer cruzar, al anochecer? No, la respuesta es no, pues al girar, e incluso en el momento, patético entre todos, de tender la mano, o el sombrero, sin canto previo, sin más concesión al amor propio, en la terraza de un café, o en una boca de metro, sabría que no soy yo, me sabría aquí, mendigando en otro silencio, en otra oscuridad, otra limosna, la de ser o la de cesar, todavía mejor, sin haber sido, Y la mano vanamente vieja soltaría el óbolo, y los viejos pies reemprenderían la marcha, hacia una muerte todavía más vana que la de cualquiera.