hay una angustia agria y turbia, tan aguda como un cuchillo
y donde el descuartizamiento tiene el peso de la tierra, una
angustia en centellas, en suspensión de abismo, oprimidos
y apretados como chinches, como una suerte de piojos
rígidos con sus patas paralizadas, una angustia donde se
estrangula el espíritu y se corta a si mismo, -se aniquila.
no consume nada que no le sea propio, nace de su propia
asfixia.
es un congelamiento de la médula, una falta de fuego
mental, una falta de movimiento de la vida. pero la angustia
del opio tiene otro color, no tiene esta declinación metafísica
vertiginosa, este maravilloso defecto de acento. la imagino
colmada de cuevas y ecos, de vueltas, de laberintos;
colmada de lenguas de fuego hablantes, de ojos mensuales
en acción y del estruendo de un rayo sombrío y pleno de razón.
Pero entonces me imagino el alma bien ubicada y aun así en
el infinito divisible y transportable como algo que es.
imagino el alma que siente y lucha y otorga consentimiento
y haré girar a sus lenguas en todas direcciones, prolifera su
sexo -y se mata...