2/8/10







Yo soy un refugiado desde mi nacimiento. Mi madre decía que me había dado a luz en pleno bombardeo. Los cristales de la sala de partos del hospital estaban protegidos por tiras de papel, para amortiguar la onda expansiva de las bombas. Felizmente, ella había escapado a las bombas y yo había venido al mundo sano y salvo. Sin embargo, era incapaz de llorar. No di mi primer grito hasta que el tocólogo me dio una pequeña azotaina. He aquí probablemente lo que me ha predestinado a huir durante toda mi vida. Me he acostumbrado a ello y he aprendido a encontrar un poco de placer en los espacios vacíos entre estos períodos de desorden...




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