En estos últimos años de mi vida, el ático se ha transformado en mi refugio, amigo incondicional, el me alberga es mi guarida cuando estoy triste, comparte conmigo sus secretos y tesoros, el es dueño de un fonógrafo, un hermoso espejo con marco de roble en el cual me reflejo de cuerpo entero un viejo baúl que preserva el vestido de novia de mi abuela, el que escogí para el día de mi boda, álbumes de fotos familiares un perchero, un sillón destartalado.
La mayor parte del día la paso allí, mas que en mi propia alcoba. Lentamente la e ido acicalando, en diversas oportunidades le e pedido a mi padre que haga una claraboya, así podré contemplar el cielo estrellado, o tal vez cuando llore un tarde gris de otoño. Un día de invierno caí enferma, problemas de mi joven y frágil corazón. Tuve que guardar reposo un tiempo prudencial, fue allí cuando mi padre aceptando mis caprichos, accedió a mi pedido, construyendo una hermosa vista en mi refugio y trasladaron mi habitación a el ático.
Para esa misma época, se mudo con nosotros un joven, hijo del menor amigo de mi padre, Vincent. Había venido a esta ciudad para terminar sus estudios universitarios.
La casa siempre se encontraba callada por mis malestares físicos. Recuerdo haber bajado del ático con mi camisón de raso blanco que cubría un poco mis pies descalzos y una bata, para observar a el nuevo integrante de la casa.
Agazapada aprovechando la penumbra de la escalera, pensando que nadie notaria mi persona, observo a este joven de cabellos oscuros, tez blanca, una mirada profunda, hablaba pausadamente moviendo acompasadamente sus delgadas manos, de repente su mirada se cruzo con la mía, me sentí ofuscada, acortando mi respiración, el corazón palpitaba tan rápido y fuerte que momentáneamente logro callar las voces de la sala, salte y subí velozmente hacia mi refugio.
Esa noche no logre conciliar el sueño hasta muy entrada la mañana. Baje a desayunar cansada y avergonzada por mi comportamiento, allí se encontraba Vincent, el cual supo disimular el episodio.
Así supe que era una persona especial, transcurrieron días, meses rápidamente. Nos fuimos conociendo, compartiendo interminables horas de gratas conversaciones, nos transformamos en amigos inseparables excepto cuando volvía al hogar paterno cuando terminaban las clases.
La amistad fue creciendo al igual que los sentimientos, somos confidentes, cómplices, una tarde gris de otoño refugiados en mi guarida, revisando cosas viejas nuestras manos se rozaron, electricidad corrió por mi cuerpo, nuestros ojos se hablaron en un dialogo silencioso, los labios se buscaron y se fundieron en un interminable beso. Nació algo nuevo entre nosotros, el amor se albergo en nuestros corazones, así pasaron los tres mas hermosos años de mi vida, pero cuando llegaba el día de su partida que terrible sufrimiento padecíamos, esos meses separados se hacían eternos, extrañaba su rostro, su voz, sus delgadas manos entrelazadas a las mías.
Pasaba horas encerrada en el ático recordando y extrañando a mi amado Vincent. Añorando el hechizo de sus hermosos ojos cafés, albergando en mis oídos sus frases de amor, recordando el perfume peculiar que dejaba impregnado en mi ropa.
Cuento los días, horas y minutos al igual lo hace el recluso que esta por recuperar su libertad, diferente el motivo que me impulsa, recobraría mi alma gemela, la capacidad de poder respirar, se desvanecería la angustia que vive alojada en mi pecho desde el día de su partida.
En el ático vuelvo a observar esas fotos amarillentas, las música del fonógrafo me invita a bailar, a bailar un dulce vals y transportarme a otra época, invento personajes probando ropa y sombreros. Así me encuentra otra noche, la claraboya es el portal que me transporta, mirando a el cielo puedo reunirme con Vincent, nos hemos prometido contemplar las estrellas para estar cerca.
Transcurren los últimos días, falta tan poco para el ansiado encuentro, arreglo mi refugio, elijo minuciosamente el vestuario que he de ponerme ese día, acicalo y cepillo mi cabello ¡Amo tanto a Vincent! Deseo gustarle, deslumbrarlo pero algo me inquieta, la angustia se apodera de mi ¿me seguirá amando? ¿mis brazos podrán contener nuevamente su cuerpo?.
No logro conciliar el sueño, mañana será el gran día, así me encuentra a el amanecer, salto de la cama, debo prepararme en pocas horas estaremos juntos, mi corazón estrella en un hermoso estado de jubilo.
El silbato del tren anuncia la tan esperada presencia de Vincent, esa maquina de metal trae consigo y me devolverá a mi amor. Desde mi escondite logro atisbar como se aproxima un carruaje hacia la casa.
Bajo raudamente las escaleras, suena la campanilla en el Porche, tan solo la puerta nos separa, parada en el centro de may, aguardo el ingreso de Vincent, allí estaba mas hermoso, aun de cómo lo recordaba, pero exactamente serio.
El encuentro no fue como lo previa, frió y distante, no me dedico siquiera una mirada o una sonrisa.
Azorada frente a el, voy hacia su encuentro lentamente, tratando de comprender el motivo de su comportamiento, lo observe una, lagrima cae por su mejilla, extiendo mi mano, susurro su nombre y justo en ese instante el cuerpo de Vincent cobra movilidad y pasa a través de mi.
De repente logro entender, recobrar la memoria recuerdo el ultimo momento que pasamos juntos, era una tarde helada... Todo tiempo que pasábamos juntos nos parecía poco improvisamos ir a patinar en ese lago al que ahora estaba congelado. Pasábamos la tarde patinando, jugando disfrutando el ultimo atardecer que pasaríamos juntos sin daros cuenta del frió que estaba sintiendo mi frágil corazón.
Volvimos a la casa, nos albergamos en el calor de la chimenea, los leños ardían, riéndonos de nuestras travesuras infantiles, así fue a la mañana siguiente Vincent se alejaría de mi, lo que nunca imaginamos que también llegaría el momento de mi partida.
Al marcharse mi amado, caí en cama, mi cuerpo ardía producto de la fiebre. Los médicos acudieron en mi ayuda se esforzaron inútilmente, deliraba y pronunciaba su nombre sin cesar. Hasta que mi corazón, ese frágil lazo que me ataba con la vida dejo de latir.
Pero me aferré fervorosamente al amor que sentía por Vincent. A esos hermosos momentos vividos a su lado y seguí habitando en esa casa, hasta que olvide que había muerto hace tanto tiempo atrás.
Dolorosa es la vida y la muerte, mi amado llora frente a una fotografía mía, en cambio lloro al saber que jamás volveré a besar sus labios, verme en el remanso de sus ojos, caminar con nuestras manos entrelazadas.
Haré como el primer día, subiré, lo observare desde la distancia, al saber que soy un fantasma, me ayuda a descubrir la magia que el amor verdadero queda en el y tal vez esta historia podamos continuarla en nuestra próxima vida.
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