¡Oh inocente! Víctima de dioses y demonios,
cuyos rayos húndense en tu sangre y hacen de ti un pelele ruin,
muñeco de maleficio plagado de alfileres en la vía,
mayordomo céreo del gusano.
Lascivo rey montés, anunciador del rayo y el eclipse,
demonio delicioso de cien mil miradas de lumbre y armiño:
yo persigno -de oreja a oreja y de la cabeza oscura al colmillo furtivo- tu hocico riente y maligno.
Gato y escriba, hijo del diluvio, el terremoto y los cráteres vesánicos ,
animal alado y escamoso venido en ondas de fuego o champagne
por las tranquilas cúpulas y torres,
por sobre las grises imprentas abiertas a las nubes
y al chillido seco de tu esperma
que cae como una dulce, aguda flecha de placer en la alta noche.
Frente al alba, los perros sepultan tu escultura
y ladran sobre ti sin conocerte,
mientras la prostituta amante acalla tus quejidos
y defiende tu sexo mutilado del barredor soñoliento que avienta
-sobre tus galas muertas y tus ojos de esmeralda-
montones de basura e inmundicia al llegar la aurora.
cuyos rayos húndense en tu sangre y hacen de ti un pelele ruin,
muñeco de maleficio plagado de alfileres en la vía,
mayordomo céreo del gusano.
Lascivo rey montés, anunciador del rayo y el eclipse,
demonio delicioso de cien mil miradas de lumbre y armiño:
yo persigno -de oreja a oreja y de la cabeza oscura al colmillo furtivo- tu hocico riente y maligno.
Gato y escriba, hijo del diluvio, el terremoto y los cráteres vesánicos ,
animal alado y escamoso venido en ondas de fuego o champagne
por las tranquilas cúpulas y torres,
por sobre las grises imprentas abiertas a las nubes
y al chillido seco de tu esperma
que cae como una dulce, aguda flecha de placer en la alta noche.
Frente al alba, los perros sepultan tu escultura
y ladran sobre ti sin conocerte,
mientras la prostituta amante acalla tus quejidos
y defiende tu sexo mutilado del barredor soñoliento que avienta
-sobre tus galas muertas y tus ojos de esmeralda-
montones de basura e inmundicia al llegar la aurora.
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