30/3/10

a Rodin:




¿Dónde dejamos las palabras que una vez
Levantamos con barro y madera?
¿Quién puede quebrarlas ahora que el otoño
Revienta en los campos
Y se oxidan los ríos y los árboles con otro
Fuego más profundo?
Hay algo de ese fuego en los muros del manicomio.
Hay mucha tristeza en esa fuente que mana
El agua del olvido,
No la fuente que vi en tus ojos cuando me besaste
Y yo me ahogaba.
No creo que otro monólogo pueda decirlo,
No esa misma soledad embriagando
El delirio de estos colores.
Dejo el cielo junto a los jardines de Francia,
En aquellos ojos tristes que me ven
Cuando quiebro el horror que te hizo bello.
¡Oh Rodin! La muchacha en llamas se está despidiendo.
¿Cómo sabías que había gente dentro de esa gran piedra blanca?,
Me preguntó un niño que me vio llorar
Con su lindo gato en los brazos.
No sé lo que ocurrirá después,
No conozco otro infierno donde pueda esculpir tu rostro
Sin que tu ambigua mente de piedra me haga daño...

Del amor a la Locura




Camille Claudel nacio en Fère-en-TardenoisAisne el 8 de diciembre de 1864 y murió en el manicomio de Montdevergues cerca de Aviñónen 1943.
Además de su alumna, será su amante, su compañera y hasta su rival en el arte.En 1883 tiene su primer encuentro con Auguste Rodin, que marcará toda su vida profesional y personalAmbos beben el uno del otro, como trasfieriendo por vasos comunicantes, la inspiración de su arte, es posible, que la vibración que les unía como amantes se prolongara luego al mármol o al bronce.Se encuentran influencias paralelas entre ambos escultores ¿quien tomaba mas del otro?:
Se dice, que ya desde niña jugaba con el barro y que la escultura era su único pensamiento.
Frente al sensual "ídolo eterno" de Rodin: el Sakountala de Camille o frente a el beso: el abandono, su primera gran escultura.
Pero como todas las pasiones sin medida, la tormentosa relación tiene que llegar a su fin definitivo.Rodin, nunca abandona a su otra mujer, la costurera Rose Beuret.
Y lejos de su familia, excepto el apoyo de su hermano, el poeta y escritor Paul ClaudelCamille tiene que afrontar la definitivaseparación del amor de su vida.

A partir de ese momento, Camille, no por ello pierde su inspiración, parece liberada de las reglas de su maestro, pero en lo personal, se irá hundiendo cada vez mas en la desesperación.

Mantiene una corta relación, con el músico Claude Debussy, destinada a fracasar ya que él esta también ya comprometido con otra mujer.
Así comienza su vida de locura y paranoia.Es una vida triste con sus gatos, alternando ataques de locura, donde llega a destruir sus propias obras.
Es cuando su madre se decide a internarla en un manicomio, donde acabará sus días, a pesar de su negativa. Así pasará los 30 años restantes de su vida.

Se deja apagar, sin que nadie pueda ayudarla, con la terrible consciencia de su fracaso.
Y en algunos de sus momentos de lucidez tiene tiempo para dejar en sus cartas frases tan conmovedoras como esta:


«Reclamo la libertad gritando a pleno pulmón... Merecía algo más que esto».


_____





"
La poesía es lo que me cura,
lo que me quita la angustia y me devuelve el equilibrio.
La poesía es mi marcapasos".




La voz en el jardín



Cuando en la noche he buscado a la estrella,
amor no te he encontrado.
Nunca te quiero, amor, bajo la noche;
me distraigo y te pierdo amor.
Y, luego...
la soledad me encuentra
junto al alba, llorando

He caído tantas veces que el aire es mi maestro;
tengo en la mano el aire que nunca nos olvida,
si nuestro amor fue siempre como una despedida,
cuando todo termine quedará lo más nuestro.
Ya he empezado a morir para aprender a verte
con los ojos cerrados. Así será mejor,
para toda la vida no basta un solo amor,
tal vez el nuestro sea para toda la muerte.

27/3/10

Luminousimpression

Jimmy C.
Fotografo estadounidense

Pagina web:
___________________________



Tomad y comer todos de el, 
porque este es mi cuerpo...



















Surreal y conceptual erotismo





Petr Flynt, un fotógrafo checo que nació en 1952 en Prostejov (Chequia), una pequeña ciudad en Moravia.




Mi padre me leyó cuentos de hadas y otros libros que me fascinaban sobre todo por las imágenes. No se me permitió leer la Odisea de Homero, ya que estaba lleno de fotos con desnudos explícitos. Este fue el comienzo de mi deseo por la belleza y su misterio. En 1967 tomé prestada la vieja cámara de mi padre e hice fotografías a mi futura esposa, aún vestida. De 1972 a 1977, estudié en la facultad de medicina de la Palacký University en Olomouc, y estudié el cuerpo humano en profundidad. Compré mi primera cámara propia y empecé a “crear”.





Fuente: http://www.enkil.org/2009/09/15/petr-flynt-surreal-y-conceptual-erotismo/

Tao Te King (Capítulo XIV)



Porque el ojo mira fijo pero no puede captar vislumbre de ello,
se llama elusivo.
Porque el oído escucha pero no puede oírlo,
se llama lo rarificado.
Porque la mano lo tienta pero no puede hallarlo,
se llama lo infinitesimal.
Estos tres, porque no pueden escrutarse más,
se mezclan en uno solo.

Su surgimiento no aporta luz;
su hundimiento no aporta oscuridad.

Interminable es la serie de cosas sin nombre,
en su camino de regreso adonde no hay nada.
Se llaman formas amorfas,
formas sin forma;
se llaman vagas semejanzas.
Vé hacia ellas, y no podrás ver frente;
vé tras ellas, y no podrás ver detrás.

Empero, asiéndote al Camino que era
podrás montar las cosas que ahora son.
Pues conocer lo que una vez fue en el Principio,
esto se llama la esencia del Camino.




Lao Tse (570-c. 490 a.C.), filósofo chino considerado el fundador del taoísmo

26/3/10

La Carencia




Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
Tú fuiste para mí, oh amor,
todo lo que mi espíritu anhelaba,
isla verde en el mar,
fuente y santuario,
con guirnaldas de frutas y de flores,
oh amor, que fueron mías.

¡Ah hermoso sueño, por hermoso efímero!
¡Ah estrellada Esperanza que surgiste
para pronto morir!
Una voz del futuro me reclama:
—¡Adelante!¡Adelante!—. Mas se cierne
sobre el pasado (¡negro abismo!) mi alma
medrosa, inmóvil, muda.

¡Ay, ya no está conmigo
la luz de mi existencia!
«Ya nunca... nunca... nunca»
(así murmura el mar solemne
a las arenas de la playa),
ya nunca el árbol roto dará flores
ni el águila muriente alzará su vuelo.
Hoy mis días son vanos
y mis nocturnos sueños
andan allá donde tus ojos grises
miran, donde pisan tus plantas,
¡oh, en qué danzas etéreas, a la orilla
de itálicos arroyos!

¡Ay, en qué aciago día
por el mar te llevaron
robándote al amor, para entregarte
a caducos blasones mancillados!
¡Robándote a mi amor, a nuestra tierra
donde lloran los sauces en la niebla!

de: La cita

El retrato oval

El castillo al cual mi criado se había atrevido a entrar por la fuerza antes de permitir que, gravemente herido como estaba, pasara yo la noche al aire libre, era una de esas construcciones en las que se mezclan la lobreguez y la grandeza, y que durante largo tiempo se han alzado cejijuntas en los Apeninos, tan ciertas en la realidad como en la imaginación de Mrs. Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recién abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en uno de los aposentos más pequeños y menos suntuosos. Hallábase en una apartada torre del edificio; sus decoraciones eran ricas, pero ajadas y viejas. Colgaban tapices de las paredes, que engalanaban cantidad y variedad de trofeos heráldicos, así como un número insólitamente grande de vivaces pinturas modernas en marcos con arabescos de oro. Aquellas pinturas, no solamente emplazadas a lo largo de las paredes sino en diversos nichos que la extraña arquitectura del castillo exigía, despertaron profundamente mi interés, quizá a causa de mi incipiente delirio; ordené, por tanto, a Pedro que cerrara las pesadas persianas del aposento —pues era ya de noche—, que encendiera las bujías de un alto candelabro situado a la cabecera de mi lecho y descorriera de par en par las orladas cortinas de terciopelo negro que envolvían la cama. Al hacerlo así deseaba entregarme, si no al sueño, por lo menos a la alternada contemplación de las pinturas y al examen de un pequeño volumen que habíamos encontrado sobre la almohada y que contenía la descripción y la crítica de aquéllas.
Mucho, mucho leí... e intensa, intensamente miré. Rápidas y brillantes volaron las horas, hasta llegar la profunda medianoche. La posición del candelabro me molestaba, pero, para no incomodar a mi amodorrado sirviente, alargué con dificultad la mano y lo coloqué de manera que su luz cayera directamente sobre el libro.
El cambio, empero, produjo un efecto por completo inesperado. Los rayos de las numerosas bujías (pues eran muchas) cayeron en un nicho del aposento que una de las columnas del lecho había mantenido hasta ese momento en la más profunda sombra. Pude ver así, vívidamente, una pintura que me había pasado inadvertida. Era el retrato de una joven que empezaba ya a ser mujer. Miré presurosamente su retrato, y cerré los ojos. Al principio no alcancé a comprender por qué lo había hecho. Pero mientras mis párpados continuaban cerrados, cruzó por mi mente la razón de mi conducta. Era un movimiento impulsivo a fin de ganar tiempo para pensar, para asegurarme de que mi visión no me había engañado, para calmar y someter mi fantasía antes de otra contemplación más serena y más segura. Instantes después volví a mirar fijamente la pintura.
Ya no podía ni quería dudar de que estaba viendo bien, puesto que el primer destello de las bujías sobre aquella tela había disipado la soñolienta modorra que pesaba sobre mis sentidos, devolviéndome al punto a la vigilia.
Como ya he dicho, el retrato representaba a una mujer joven. Sólo abarcaba la cabeza y los hombros, pintados de la manera que técnicamente se denomina vignette, y que se parece mucho al estilo de las cabezas favoritas de Sully. Los brazos, el seno y hasta los extremos del radiante cabello se mezclaban imperceptiblemente en la vaga pero profunda sombra que formaba el fondo del retrato. El marco era oval, ricamente dorado y afiligranado en estilo morisco. Como objeto de arte, nada podía ser más admirable que aquella pintura. Pero lo que me había emocionado de manera tan súbita y vehemente no era la ejecución de la obra, ni la inmortal belleza del retrato. Menos aún cabía pensar que mi fantasía, arrancada de su semisueño, hubiera confundido aquella cabeza con la de una persona viviente. Inmediatamente vi que las peculiaridades del diseño, de la vignette y del marco tenían que haber repelido semejante idea, impidiendo incluso que persistiera un solo instante. Pensando intensamente en todo eso, quédeme tal vez una hora, a medias sentado, a medias reclinado, con los ojos fijos en el retrato. Por fin, satisfecho del verdadero secreto de su efecto, me dejé caer hacia atrás en el lecho. Había descubierto que el hechizo del cuadro residía en una absoluta posibilidad de vida en su expresión que, sobresaltándome al comienzo, terminó por confundirme, someterme y aterrarme. Con profundo y reverendo respeto, volví a colocar el candelabro en su posición anterior. Alejada así de mi vista la causa de mi honda agitación, busqué vivamente el volumen que se ocupaba de las pinturas y su historia. Abriéndolo en el número que designaba al retrato oval, leí en él las vagas y extrañas palabras que siguen:
«Era una virgen de singular hermosura, y tan encantadora como alegre. Aciaga la hora en que vio y amó y desposó al pintor. Él, apasionado, estudioso, austero, tenía ya una prometida en el Arte; ella, una virgen de sin igual hermosura y tan encantadora como alegre, toda luz y sonrisas, y traviesa como un cervatillo; amándolo y mimándolo, y odiando tan sólo al Arte, que era su rival; temiendo tan sólo la paleta, los pinceles y los restantes enojosos instrumentos que la privaban de la contemplación de su amante. Así, para la dama, cosa terrible fue oír hablar al pintor de su deseo de retratarla. Pero era humilde y obediente, y durante muchas semanas posó dócilmente en el oscuro y elevado aposento de la torre, donde sólo desde lo alto caía la luz sobre la pálida tela. Mas él, el pintor, gloriábase de su trabajo, que avanzaba hora a hora y día a día. Y era un hombre apasionado, violento y taciturno, que se perdía en sus ensueños; tanto, que no quería ver cómo esa luz que entraba lívida, en la torre solitaria, marchitaba la salud y la vivacidad de su esposa, que se consumía a la vista de todos, salvo de la suya. Mas ella seguía sonriendo, sin exhalar queja alguna, pues veía que el pintor, cuya nombradía era alta, trabajaba con un placer fervoroso y ardiente, bregando noche y día para pintar a aquella que tanto le amaba y que, sin embargo, seguía cada vez más desanimada y débil. Y, en verdad, algunos que contemplaban el retrato hablaban en voz baja de su parecido como de una asombrosa maravilla, y una prueba tanto de la excelencia del artista como de su profundo amor por aquella a quien representaba de manera tan insuperable. Pero, a la larga, a medida que el trabajo se acercaba a su conclusión, nadie fue admitido ya en la torre, pues el pintor habíase exaltado en el ardor de su trabajo y apenas si apartaba los ojos de la tela, incluso para mirar el rostro de su esposa. Y no quería ver que los tintes que esparcía en la tela eran extraídos de las mejillas de aquella mujer sentada a su lado. Y cuando pasaron muchas semanas y poco quedaba por hacer, salvo una pincelada en la boca y un matiz en los ojos, el espíritu de la dama osciló, vacilante como la llama en el tubo de la lámpara. Y entonces la pincelada fue puesta y aplicado el matiz, y durante un momento el pintor quedó en trance frente a la obra cumplida. Pero, cuando estaba mirándola, púsose pálido y tembló mientras gritaba: “¡Ciertamente, ésta es la Vida misma!”, y volvióse de improviso para mirar a su amada... ¡Estaba muerta!»

25/3/10

LIMA NO ES MUDA - 2do festival













http://www.limanoesmuda.com

El segundo Festival LIMA NO ES MUDA es un evento que dentro de un ambiente de libre expresión y tolerancia, pretende mediante el arte comprometido y el activismo, ayudar a propagar variada y novedosa información que ayudará a fortalecer el bagaje cultural de todos los asistentes.

El objetivo es contribuir positivamente en la información y en la creación de una nueva conciencia ante la realidad ecológica y social que vivimos, ayudando así a que las nuevas generaciones formen una actitud critica frente a su propio entorno, exigiéndose ellas mismas plantear nuevas alternativas de cambio ante los problemas socioculturales existentes.

Autoridades, ciudadanos, jóvenes y niños a través de las distintas expresiones artísticas sobre las consecuencias inminentes del cambio climático y de la importancia de cambiar prácticas habituales para proteger nuestro planeta.

El 2do. Festival “Lima no es muda”, es organizado por el Colectivo Cultural “ValidArte” y la Municipalidad de Pueblo Libre y en esta segunda versión se continúa promoviendo una cultura de conciencia ambiental a través de las expresiones artísticas, que se instalarán en la Plaza Bolívar, Biblioteca Municipal, Casa de la Cultura y Sala de Exposiciones Municipal, los días 26, 27 y 28 de marzo.

El cuerpo, los sonidos, los movimientos, la voz y el color conjugados con el material reciclado darán vida a una serie de instalaciones artísticas como “Los caminos que tomarás sin el agua”, “Dale la vuelta, siembra el cambio”, “Secuelas del cambio climático”, “Espectáculo del fuego” y “Entendedero” y distintas expresiones artísticas. Asimismo, el 2do. Festival “Lima no es muda” se une a la campaña de ahorro de energía con la Hora del Planeta con un "Espectáculo de Fuego", “Tambores” y Música Acústica".

Asimismo, se contará con la participación de instituciones y organizaciones en la expoferia informativa como; La Dirección General Forestal y de Fauna Silvestre del Ministerio de Agricultura, Movimiento Ciudadano frente al Cambio Climático, Sociedad Peruana de Ecodesarrollo, Amazon Shelter, talleres de reciclaje y de comida vegana, destacadas conferencias a cargo del Msc. Carlos Alza Barco, Ing. Lucila Pautrat, Dr. Vito Berna, y el Ing. Raúl Chacón y un concierto organizado por UMA Rock Fusión.

















Talleres gratuitos, presentaciones, performance, arte, música, y más.

No se pierdan el festival. Pasen la Voz.





Difundamos la creatividad, el  arte y la buena música, 26, 27 y 28 de Marzo,
Lima, no es muda.
Todos a bordo!

24/3/10

Les Rêves Orientaux





Ozymandias, es el seudónimo del pianista y compositor Christophe Terrettaz.
El trabajo que tiene es muy limpio, profundo y melancólico
me gusta mucho y quiero compartirlo contigo, fantasma.

Trilce



X
Prístina y última piedra de infundada
ventura, acaba de morir
con alma y todo, octubre habitación y encinta.
De tres meses de ausente y diez de dulce.
Cómo el destino,
mitrado monodáctilo, ríe.

Cómo detrás desahucian juntas
de contrarios. Cómo siempre asoma el guarismo
bajo la línea de todo avatar.

Cómo escotan las ballenas a palomas.
Cómo a su vez éstas dejan el pico
cubicado en tercera ala.
Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas.

Se remolca diez meses hacia la decena,
hacia otro más allá.
Dos quedan por lo menos todavía en pañales.
Y los tres meses de ausencia.
Y los nueve de gestación.

No hay ni una violencia.
El paciente incorpórase,
y sentado empavona tranquilas misturas.



XIII
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.

Odumodneurtse!


XV
En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.

Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.

Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.

En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.


XXIII
Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos
pura yema infantil innumerable, madre.

Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente
mal plañidas, madre: tus mendigos.
Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto
y yo arrastrando todavía
una trenza por cada letra del abecedario.

En la sala de arriba nos repartías
de mañana, de tarde, de dual estiba,
aquellas ricas hostias de tiempo, para
que ahora nos sobrasen
cáscaras de relojes en flexión de las 24
en punto parados.

Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo
quedaría, en qué retoño capilar,
cierta migaja que hoy se me ata al cuello
y no quiere pasar. Hoy que hasta
tus puros huesos estarán harina
que no habrá en qué amasar
¡tierna dulcera de amor,
hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo
que inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste tánto!
en las cerradas manos recién nacidas.

Tal la tierra oirá en tu silenciar,
cómo nos van cobrando todos
el alquiler del mundo donde nos dejas
y el valor de aquel pan inacabable.
Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos lo diste,
¿di, mamá?

XXVII
Me da miedo ese chorro,
buen recuerdo, señor fuerte, implacable
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
lugar para este no saber dónde estar.

No entremos. Me da miedo este favor
de tornar por minutos, por puentes volados.
Yo no avanzo, señor dulce,
recuerdo valeroso, triste
esqueleto cantor.

Qué contenido, el de esta casa encantada,
me da muertes de azogue, y obtura
con plomo mis tomas
a la seca actualidad.

El chorro que no sabe a cómo vamos,
dame miedo, pavor.
Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba.


XXXII
999 calorías
Rumbbb...Trrrapprrr rrach...chaz
Serpentínica u del dizcochero
engirafada al tímpano.

Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.

1,000 calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.

Remeda al cuco: Roooooooeeeis...
tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.

Aire, aire! Hielo!
Si al menos el calor (__________ Mejor
no digo nada.

Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.

Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.




XLII
Esperaos. Ya os voy a narrar
todo. Esperaos sossiegue
este dolor de cabeza. Esperaos.

¿Dónde os habéis dejado vosotros
que no hacéis falta jamás?

Nadie hace falta! Muy bien.

Rosa, entra del último piso.
Estoy niño. Y otra vez rosa:
ni sabes a dónde voy.

¿Aspa la estrella de la muerte?
O son extrañas máquinas cosedoras
dentro del costado izquierdo.
Esperaos otro momento.

No nos ha visto nadie. Pura
búscate el talle.
¡A dónde se han saltado tus ojos!

Penetra reencarnada en los salones
de ponentino cristal. Suena
música exacta casi lástima.

Me siento mejor. Sin fiebre, y ferviente.
Primavera. Perú. Abro los ojos.
Ave! No salgas. Dios, como si sospechase
algún flujo sin reflujo ay.

Paletada facial, resbala el telón
cabe las conchas.
Acrisis. Tilia, acuéstate.



(Este de lejos es uno de mis favoritos:)




XLVI
La tarde cocinera se detiene
ante la mesa donde tú comiste;
y muerta de hambre tu memoria viene
sin probar ni agua, de lo puro triste.

Mas, como siempre, tu humildad se aviene
a que le brinden la bondad más triste.
Y no quieres gustar, que ves quien viene
filialmente a la mesa en que comiste.

La tarde cocinera te suplica
y te llora en su delatal que aún sórdido
nos empieza a querer de oírnos tánto.

Yo hago esfuerzos también; porque no hay
valor para servirse de estas aves.
Ah! qué nos vamos a servir ya nada.


XLIX
Murmurado en inquietud, cruzo,
el traje largo de sentir, los lunes
de la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
y hasta yo he olvidado
de quién seré.

Cierta guardarropía, sólo ella, nos sabrá
a todos en las blancas hojas
de las partidas.
Esa guardarropía, ella sola,
al volver de cada facción,
de cada candelabro
ciego de nacimiento.

Tampoco yo descubro a nadie, bajo
este mantillo que iridice los lunes
de la razón;
y no hago más que sonreir a cada púa
de las verjas, en la loca búsqueda
del conocido.

Buena guardarropía, ábreme
tus blancas hojas:
quiero reconocer siquiera al 1,
quiero el punto de apoyo, quiero
saber de estar siquiera.

En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no Hay nadie: hojas tan sólo
de par en par.
Y siempre los trajes descolgándose
por sí propios, de perchas
como ductores índices grotescos,
y partiendo sin cuerpos, vacantes,
hasta el matiz prudente
de un gran caldo de alas con causas
y lindes fritas.
Y hasta el hueso!


LXV
Madre, me voy mañana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.

Me esperará tu arco de asombro,
las tonsuradas columnas de tus ansias
que se acaban la vida. Me esperará el patio,
el corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de fiesta. Me esperará mi sillón ayo,
aquel buen quijarudo trasto de dinástico
cuero, que para no más rezongando a las nalgas
tataranietas, de correa a correhuela.

Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy ejeando ¿no oyes jadear la sonda?
¿no oyes tascar dianas?
estoy plasmando tu fórmula de amor
para todos los huecos de este suelo.
Oh si se dispusieran los tácitos volantes
para todas las cintas más distantes,
para todas las citas más distintas.

Así, muerta inmortal. Así.
Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde
hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
para ir por allí,
humildóse hasta menos de la mitad del hombre,
hasta ser el primer pequeño que tuviste.

Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
que no puede caer ni a lloros,
y a cuyo lado ni el destino pudo entrometer
ni un solo dedo suyo.

Así, muerta inmortal.
Así.



LXXV
Estáis muertos.

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades.

Y sinembargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos.