Yo quería saber cómo juega la vida, y mientras volvía del taller del zapatero a casa fui sospechando todas las posibilidades de hastiarse del mundo. La primera y la mejor: no ser nunca citado ni acabar demente, como la mayoría. No ser nunca citado, pero acabar demente, como la mujer del zapatero y la señora Micu, la de abajo junto a la entrada, es la segunda posibilidad. La tercera: ser citado y acabar demente, como las dos mujeres que habían perdido el juicio en el asilo de alienados. Ser citado y nunca cabar demente, como Paul y yo, es la cuarta. No particularmente buena, pero en nuestro caso la mejor posiblidad. En la acera había una ciruela aplastada, varias avispas la devoraban ávidamente, unas recién llegadas y otras que ya estaban antes. Cómo habrá sido para que una familia entera tenga cabida en una ciruela. El sol estaba yendo de la ciudad a los campos. A primera vista llevaba un maquillaje demasiado llamativo para la noche, a segunda le habían disparado: Roja como un arriate entero de amapolas, había dicho el oficial de Lilli. Sí, ésa era la quinta posibilidad: ser muy joven e inefablemente bella, no demente, pero estar muerta. Para estar muerta no hace falta llamarse Lilli.
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