Acababas de levantarte y me miraste con distracción, te
acercaste a mi mesa de noche, cogiste un cigarrillo y lo
encendiste tranquilamente, lanzaste una bocanada de humo y te
dirigiste al rincón opuesto de la pieza, en donde teníamos el
calentador y algunos víveres para el desayuno.
—No tenemos leche —me dijiste—, ¿quieres el café solo?
Yo asentí. Tú, sin mirarme, encendiste el gas, pusiste a hervir el
agua y preparaste la cafetera y las tazas. O preparaste la cafetera
y las tazas, pusiste a hervir el agua y encendiste el gas. O pusiste
a hervir el agua, encendiste el gas y preparaste la cafetera y las
tazas. Luego me trajiste el café al lecho y te sentaste a mi lado,
sorbiéndolo ávidamente. Terminado el desayuno, sin decir una
palabra, encendiste un nuevo cigarrillo, esperaste que a mi vez
terminara el café, retiraste luego las tazas y sin lavar nada te
acercaste al espejo y empezaste a maquillarte con gran cuidado.
Como todos los días. Yo hubiera podido disfrazarme de ti,
travestirme de ti si hubiera querido, a tal punto conocía los más
sutiles gestos de esa diaria ceremonia. Antes de salir me dijiste
que no te esperara hasta por la noche. A las 10, en el café.
Tenías que trabajar todo el día. ¿En dónde? En el estudio
fotográfico sin duda. Esperé que cerraras la puerta y me envolví
otra vez en las sábanas. Tenía los ojos cubiertos de lágrimas,
pero no sufría absolutamente nada. …
Tu Gran Traje de Seda colgado en la pared. Vacío. Tus dos ojos
verdes afuera, en la calle. Igualmente vacíos. ¿No me habría
equivocado? ¿Cómo sería Giuliano con tu Gran Traje de Seda,
con tus cabellos rojos? ¿Cómo serías tú con su camisa, su
vestido azul, sus zapatos lustrados? “Janus bifronte”, Herma de
dos cabezas ¿cuál de los dos me engañaba? ¿Tú con tu pobreza,
tu incomprensible sonrisa, tu graciosa delgadez? ¿Giuliano con
su gordura, sus millones y sus fábricas? Idénticos los dos. Los
mismos ojos verdes traidores. Las mismas ropas inútiles.
¿Para qué vestirnos? Que los elementos, la maleza, las alimañas
del bosque destruyeran nuestras ropas. Viviríamos desnudos.
¿Para qué vestirnos? Camisas huecas almidonadas con sacos y
pantalones hediondos junto a vestidos de seda vacías y sos
tensenos y calzones vacíos.
“Encantado señorita.” “¿Habla
español?” “¿No?” “Yo hablo un poquito de francés.” “Comme ci,
comme ça.” “Bonjour mademoiselle.” “Quel’ heure estil?” “Allez
diner?” “¿Cómo se dice dónde desea ir?” “Où desirez vous aller?” “Te lo digo yo.” “J’ai la voiture.” “Par ici, s’il vous plait”
hola hermosa ángel gris
ResponderEliminarquizás esto te guste, me gustaría compartirlo contigo... un saludo muy afectuoso
http://guillermovalarino.blogspot.com/
gracias por tu visita.
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