"Se dio vueltas en su asiento por unos instantes para encontrar un mejor
punto de apoyo. El aliento de Pete raspó sus oídos. Pete era un socio
en quien se podía confiar completamente: no importaba qué tan aterrado
pudiera estar, Pete se mantendría firme hasta el final, no lo
estropearía. Pero Pete siempre estaba aterrado. Vivía su oficio sin
placer, no tenía vocación. No sabía nada de la exaltación del poder del
ladrón dispuesto a tomar lo que quería del mundo. El robo era para él
exclusivamente un problema de la cantidad de dinero que se podía sacar, y
aun eso era poco estimulante durante la presente operación. Y para Pete
esta demora, cuando el trabajo estaba ya hecho, era agonía"
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