Johannes
No te llamo... mío. Comprendo perfectamente que jamás lo fuiste
y por eso me siento castigada con tanta dureza por haberme aferrado a
esa idea, como a mi única alegría. Pero te llamo mío, mi seductor, mí
embaucador, mí enemigo, origen de mi desventura, tumba de mi dicha,
abismo de mi desdicha.
Te llamo mío y me considero tuya: y todas estas palabras que antes
acariciaban tus sentidos arrodillados delante de mí en adoración,
han de sonar como una maldición para ti, una maldición para toda la
eternidad.
Pero, ¡no debes alegrarte por esto, no imagines que, persiguiéndote
en vano o tal vez armando mi mano con un puñal, de-seo
provocar tu burla! Vayas donde vayas, seguiré siendo tuya, siempre a
pesar de todo; aunque te retires a los confines del mundo, seré tuya;
aunque ames, por centenares a otras mujeres, será tuya, tuya hasta la
muerte. El mismo lenguaje que contra ti empleo demuestra que lo soy.
Te atreviste a una gran villanía seduciéndome a mí, a un pobre ser,
hasta el punto de que para mí lo eras todo, la plenitud, y yo no deseaba
ningún otro gozo que ser tu esclava.
Sí, soy tuya, tuya, tuya: soy tu maldición.
Tu Cordelia.
Johannes:
¿Es inútil toda esperanza? ¿No volverá jamás a despertarse tu
amor? Sé muy bien que me amaste, aunque ignoro de dónde me viene
esa certeza. Deseo esperar, aunque el tiempo me resulte muy largo:
esperar; esperar hasta que no tengas deseo de amar a otra mujer en el
mundo... Y si de esa tumba resurge entonces el amor, tu amor, te amaré
siempre como antes, Johannes, ¡como antes!
¡Johannes!, ¿cómo puede tu verdadero ánimo tener conmigo tan
despiadada frialdad? ¿Es que solamente fueron intimo engaño tu amor
y tu rico corazón? ¡Vuelve pronto a ser tú mismo! ¡Sé paciente con mi
amor, perdóname si no puedo dejar de quererte! Aunque mi amor sea
un peso para ti, ¡llegará, sin embargo, el momento en que volverás a tu
Cordelia! ¿Acaso oyes esa palabra suplicante, tu Cordelia, tu Cordelia?
Tu Cordelia.
7 de Abril
"Adorable hechicera, hada o genio, disipa la niebla que te envuelve,
descúbrete, pues sin duda estás aquí, pero resultas invisible; ¡traiciónate
o voy a esperar en vano tu aparición!
...
¡Qué hermosa es, ahora que, ligeramente sosegado el torbellino
de la pasión, se está ahí, envuelta únicamente por una sensación de
pesar! Todo su ser es tristeza, todo armonía de dolor. Sigue sentada
con su trajecito de viaje y no parece querer marcharse.
...
9 de abril
La vi un solo instante, como una aparición
celestial, y ahora su imagen se ha desvanecido por completo en mi
memoria. Trato, inútilmente, de recordarla. Pero la reconocería entre
miles de muchachas. Está lejos de mí, y en vano la busca mi ilimitado
deseo, con los ojos del espíritu.
Me estaba paseando por la "Línea larga", sin prestar aparentemente
atención al mundo que me rodeaba: pero, por el contrario, nada
escapaba a mis encantadores ojos... La vi. La mirada, negándose a
obedecer por más tiempo la voluntad de su dueño, se quedó fija en ella.
No pude realizar el menor movimiento: no veía, pero sí miraba
con ojos abiertos de par en par, que se clavaban en ella. El ojo, como el
esgrimista que se queda irreductible en su sitio, permanecía firme,
petrificado en la dirección tomada. No pude bajarlos, me resultó imposible
ocultar mi mirada, no conseguí ver nada, pues estaba viendo
demasiado.
...
14 de abril
Mi alma aún forcejea, atenazada por la misma contradicción. Sé
que la he visto, pero también sé que la he olvidado y así, este residuo
de recuerdo puede brindarme poco consuelo. Mi alma reclama aquella
imagen con tanto desasosiego y tanta violencia, como si todo mi bien
estuviera en juego. Sin embargo, no puedo distinguir nada; desearía
arrancarme los ojos para castigarlos por haber olvidado con tal facilidad.
...
Ni yo mismo me reconozco; el corazón me estalla, tempestuoso,
como en un mar hinchado por violenta borrasca. Cualquier otro iba a
creer que mi nave va cortando con su aguda proa el enorme oleaje y
que en su terrible travesía se hundirá en los abismos, pero sentado entre
los mástiles, hay un experto e invisible marino, que sabe encauzar bien
la ruta.
...
20 de abril
Recojo las velas, retiro los remos y me acuesto tendido en el barquichuelo,
para contemplar el cielo sobre mí. Cuando las olas acunan
en su pecho la barca, cuando sobre mí pasan las nubes que se lleva el
viento, de manera que la luna parece ir y venir, mi inquietud se va
sosegando.
Las olas me adormecen con su música en sordina, que se diría
una monótona caricia de cuna; el apresurado paso de las nubes y la
fuga de las luces y de las sombras me embriagan y sueño, con la suave
vigilia. También ahora, retirados los remos, estoy tendido sobre las
velas dobladas y me dejo llevar sin objetivo por el deseo y la impaciente
espera.
Espera y deseo se ablandan cada vez más y me acunan y me acarician
igual que a un niño. Y la esperanza va ensanchando por momentos
su ciclo sobre mí, y una imagen, su imagen, pasa vagamente
por el éter, como la luna, a veces cegándome de luz ya veces cegándome
de sombras.
...
21 de abril
Los días van pasando uno tras otro y yo sigo buscándola en vano...
Más que nunca me alborozo pensando en ella, pero mi alma no
tiene deseo de alegrarse. Esto, con frecuencia, me entristece y me perturba,
nublándomela vista.
...
5 de mayo
¡Maldito azar! Jamás maldije de ti cuando aparecías y te maldigo
ahora en que te ocultas.
...
¡Maldito azar! ¡Tú, mi único amigo íntimo, único ser al que creía
digno de confianza, de mi alianza y de mi enemistad, siempre inestable
y siempre igual a ti mismo, siempre incomprensible, eterno enigma!
Tú, al que quiero con toda la simpatía de mi alma, sobre cuya
imagen me he formado y he ido perfeccionándome a mí mismo, ¿por
qué no te muestras?
...
¡Maldito arar! Te aguardo. No deseo vencer con máximas ni con
lo que los locos llaman carácter. No, yo deseo poetizarte. No deseo ser
poeta para los demás; descúbrete y yo seré tu poeta... Luego, podré
nutrirme de mi propia poesía, que será mi único alimento.
¿O es que me juzgas indigno? Voy a consagrarme a tu servicio,
igual que las bayaderas bailan en honor de su dios. Ligero, con mínima
vestimenta, desarmado, renuncio a todo. Nada poseo y nada quiero
poseer, a nada amo y por eso nada tengo que perder y así me hice más
digno de ti, de ti que tanto te cansaste, en el dilatado tiempo, de robar a
los seres humanos aquello que aman, harto de sus cobardes suspiros, de
sus rezos interesados. Sorpréndeme, pues estoy preparado...
Pero haz que la vea, muéstrame una posibilidad que ya me parece
imposible, indícamela aunque sea entre sombras del Averno, que yo la
sacará hasta aquí arriba; haz, si quieres, que me odie, que me desprecie,
que se indiferente para conmigo, que ame a otro... Yo no temo.
Pero agita las aguas estancadas, quiebra la quietud; dejarme morir de
inanición de esta manera es algo miserable, que cometes tú al que creía
más fuerte que yo...
...
6 de mayo
La primavera ha llegado. Todo el mundo sale de casa y las muchachas
también. Los abrigos y las capas se arrinconan y lo mismo va
a ocurrir con aquella prenda verde... ¿Dónde estará ahora?
...
12 de mayo
...
Ella era delgada y altiva, misteriosa y plena de pensamientos, cual
un abeto, cual un vástago, cual una idea que desde lo más hondo de la
tierra se eleva al cielo. Misteriosa, pero misteriosa por sí misma, era un
todo sin partes. El haya se va ensanchando, se alarga encima del tronco,
en corona, y sus innumerables hojas agitadas por el viento van
contando lo que ha ocurrido debajo suyo: el abeto no tiene corona,
carece de cuernos, es el árbol misterioso. Así era ella también. Era ella
misma, oculta en sí misma. Se elevaba hacia las alturas, liberándose de
sí misma, llena de sosegada altivez, con el impulso del abeto, que, no
obstante, está atado a la tierra.
En ella había, algo difusa, una tonalidad melancólica, similar al
gemir de la paloma silvestre. Era una profunda aspiración que nada
desea, era un enigma que poseía en sí mismo su propia solución, era
como un misterio. Y nada hay en el mundo que tenga tanta belleza
como la palabra que puede resolver este enigma.
¡Gracias, bondadoso azar, mil gracias! Si la hubiese vuelto a ver
durante el invierno, se me hubiera aparecido envuelta por completo en
su capa verde, tal vez un poco aterida de frío, quizá menos hermosa a
causa de la crudeza del tiempo.
Pero, ¡qué dicha! He tenido ahora la suerte de volverla a ver por
vez primera durante la primavera, en la más hermosa estación del año,
en un resplandor de luz vespertina.
...
Me encontraba en la calle entre la puerta del norte y la del oeste:
...
El sol había perdido su fuerza y casi ni
un recuerdo del día brillaba desde el fondo de suave rojo de la puesta
del astro, que todo lo teñía de púrpura. La naturaleza respiraba con
mayor libertad. El lago aparecía terso como un cristal y las casas del
dique se reflejaban en las aguas que surcaban largas franjas de un color
gris metálico. Tanto el sendero como los edificios de la otra orilla se
dibujaban dulcemente bajo los rayos solares. El purísimo ciclo tan sólo
mostraba aquí y allá algunas nubes, cuya imagen corría y desaparecía
en la luminosa frente del agua. No se movía ni una hoja.
Me encontraba en la calle entre la puerta del norte y la del oeste:
serían cosa de las seis y media. El sol había perdido su fuerza y casi ni
un recuerdo del día brillaba desde el fondo de suave rojo de la puesta
del astro, que todo lo teñía de púrpura. La naturaleza respiraba con
mayor libertad. El lago aparecía terso como un cristal y las casas del
dique se reflejaban en las aguas que surcaban largas franjas de un color
gris metálico. Tanto el sendero como los edificios de la otra orilla se
dibujaban dulcemente bajo los rayos solares. El purísimo ciclo tan sólo
mostraba aquí y allá algunas nubes, cuya imagen corría y desaparecía
en la luminosa frente del agua. No se movía ni una hoja.
...
La envolvía una sosegada paz y su rostro se iluminaba con una
sombra de melancolía. Me parecía tan leve, que hubiera podido levantarla
con una mirada, leve como Psiquis, a quien, según dicen, podían
llevar los Genios, pero aún más leve puesto que se llevaba a sí misma.
...
Ella no contemplaba nada y, por ese motivo, no se creía contemplada.
Yo la seguía desde lejos, devorándola con la vista. Iba lentamente
y no apresuraba el paso como para perturbar su paz o los
aspectos de la naturaleza en derredor.
...
Continuó su camino hacia la puerta del oeste. Yo la seguí. Por
fortuna, había mucha gente que paseaba por la calle, de modo que
hablando ahora con uno y luego con otro, le permitía ganar un poco de
terreno para recobrarlo en seguida; de este modo no necesitaba mantenerme
siempre a la misma distancia.
...
¡Con cuánto placer hubiera deseado verla más de cerca sin ser
visto!
...
Rápidamente, me adelanté a ella como si ni siquiera la hubiese
visto. Logré precederla de este modo durante un largo trecho,
entré a visitar a la familia amiga, y después de los saludos, me acerqué
con simulada indiferencia a la ventana. Ella pasó y pude mirarla a mi
gusto, a pesar de entretenerme con la gente que detrás de mí estaba
tomando el té en la sala.
...
Al verla en el extremo del puente me pareció descubrir un sino
premonitorio de que ella iba a desaparecer de nuevo de mi vida. Pero,
en cambio, vuelvo a verla muy cerca; pasa por delante de la casa donde
estoy; en seguida echo mano a mi sombrero, para correr tras ella, para
saber dónde vive... pero en mi apresuramiento tropiezo con una señora
que me estaba ofrecieron el té. Oigo un grito de espanto, pero en ese
momento sólo pienso en el modo de liberarme; y para justificar con
una broma mi retirada, digo con voz patética:
-Igual que Caín, quiero huir del lugar en que vertí este té.
Pero, como si todo se conjurase contra mí, al dueño de la casa se
le ocurre tomar en serio mis palabras y el buen hombre declara que no
va a dejarme salir si antes no me tomo el té, y, a modo de expiación
por mi falta, no lo sirvo a las señoras presentes.
Yo sabía muy bien que
esto me correspondía por deber de buena educación y que, por gusto o
a la fuerza, debía quedarme.
Ella ha desaparecido...
...
16 de marzo
Qué hermoso es estar enamorado y qué extraño resulta saberlo!
Esa es la diferencia. Podría incluso enloquecer pensando que la he
perdido por segunda vez y, pese a todo, experimento una sensación de
alegría. Su imagen ondea indefinida ante mi espíritu. Y la veo tanto en
su aspecto ideal como en su figura real, que es lo encantador
...
¿Podría no sentirme tranquilo? Los dioses, sin duda, deben quererme,
pues me concedieron la rara felicidad de estar enamorado una
vez más. Ni el arte ni la doctrina podrían conseguirme ese divino don
que es la beatitud. Deseo ver durante cuánto tiempo puede el amor
mantenerme entre sus garras. Pues amo este amor con una ternura que
ni siquiera experimenté por mi primer cariño.
...
19 de mayo
¡Se llama Cordelia, Cordelia!
...
La reconocí desde lejos. Se encontraba en la acera izquierda con
otras dos muchachas. Por su forma de caminar se comprendía que
pronto iba a detenerse. En una esquina de la calle, me encontraba yo
estudiando un cartel, sin despegar un momento los ojos de mi bella
desconocida.
...
¡Cordelia! ¡Un nombre maravilloso, en realidad! También se llamaba
así la tercera hija del rey Lear, aquella hermosa virgen cuyo
corazón no estaba en los labios, porque sus labios eran mudos, aunque
el corazón palpitase con tanto ardor. Así es también mi Cordelia; y
tengo la certeza de que se le parece, aunque su corazón debe estar en
los labios, pero más que en las palabras en los besos. Labios suavísimos,
llenos de sangre en flor: ¡jamás vi otros más bellos!
...
Mi Cordelia:
Soy pobre...; tú eres mi riqueza; en la oscuridad del mundo... tú
eres mi luz. Yo nada poseo y nada necesito. ¿Y cómo podría poseerlo?
Iba a ser una contradicción que yo poseyera algo, cuando ni a mí mismo
me poseo.
Ahora me siento feliz como un niño que nada sabe y que nada posee...
Yo no poseo, sino que soy de otros; y soy tuyo y dejé de ser, para
ser tuyo.
Tu Johannes.
Mi Cordelia:
¿Qué soy yo? Soy el humilde cronista que registra tus triunfos, el
bailarín que se inclina delante de ti, mientras te mueves con ligereza
encantadora en la danza.
Soy la rama en que te posas cuando el vuelo te ha cansado, soy la
voz más grave que acompaña a tu voz fina de ensueño y junta es llevada
hacia las alturas.
¿Qué soy yo? La gravedad terrestre que te encadena al suelo, a la
tierra. ¿Qué soy yo? Materia, tierra, polvo y ceniza... Y tú, mi Cordelia,
eres espíritu y alma...
Tu Johannes.
Mi Cordelia:
Mi amor me destruye y queda de mí tan solo la voz, la voz enamorada,
que susurra siempre que te amo.
¡Oh! ¿No te cansarás nunca de escuchar esa voz? Ella te rodea
completamente, como mi alma meditabunda ciñe de cerca tu ser puro y
profundo.
Tu Johannes.
Mi Cordelia:
Durante una cacería, Alfeo se enamoró de la ninfa Aretusa, pero
no quiso ser suya y huyó, huyó siempre delante de él hasta que en la
isla Ortigia se convirtió en fuente. Alfeo sufrió mucho y acabó metamorfoseándose
en río, en ese río que ahora corre, con el nombre de
Elis, por el Peloponeso. Pero nunca olvidó su amor y bajo las olas del
mar, pudo al fin reunirse con su amada.
¿Pasó tal vez el tiempo de las metamorfosis! ¡Respóndeme! ¿Pasó
quizás el tiempo del amor?
¿A qué otra cosa puede compararse tu alma, sino a una fuente, tu
alma pura y honda que ninguna relación tiene con el mundo? Y yo,
como ya te dije, soy un río enamorado de ti. Y en ese momento que me
siento separado de ti, me precipito en el mar para poder unirme contigo:
en el mar del pensamiento, del deseo infinito.
Nos encontraremos debajo de aquellas ondas y sólo entonces, en
esa profundidad, vamos a pertenecernos los dos por entero, el uno al
otro.
Tu Johannes.
Mi Cordelia:
Pronto, muy pronto, vas a pertenecerme.
En el instante en que el sol cierra sus ojos vigilantes y concluye la
historia y comienza el mito, envuelto en el manto de la noche, correré
yo hacia ti, afinando el oído para encontrarte.
Y te traicionarían los latidos de tu corazón, no tus pasos.
Tu Johannes.
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