17/1/10

Mi querida amante silenciosa

Parafilia del día: Necrofilia


Son las 15:30 hrs. Mi mente esta colapsada, mis neuronas atareados seleccionando los recuerdos mas gratos, que no pueden extender mas el deseo por ya haberlo saciado por completo. No puedo evitar pensarlo, pese que el ruido colme la ciudad. El tren a Madrid pasara en media hora mas y las sirenas policiales turban mi cabeza, a la vez me hacen sentir un gran placer, una gran congoja.
Extraño, extraño a la distancia su cuerpo. Aun recuerdo sus pasos al caminar, su nerviosismo al oir mi respiracion, yo podia oir sus latidos y ver hasta la mas infinita de sus energias. Pero esas energias me molestaban, no me seducian mas que la imagen en mi mente de su piel lechosa, de su sumision total. Cada luz que tocaba esa superficie brillante y hermosa, su pelo sedoso; ¡Si ella supiera cuanto me molestaba eso!
Sus pasos se volvian latidos en esta tierra, hasta sentir como caian las pequeñas particulas de polvo a su alrededor al pisar, mis sentidos se agudizaban cuando se respectaba a su cuerpo. El deseo subia hasta mi vientre, como un niño pequeño. Querida y silenciosa no puede verme, pero sus lagrimas parecen humedecer su rostro infantil.
Hacia frio, parecia perdida. Ya la amaba.
Perdi la nocion del tiempo al recordar, la lluvia caia mientras esperaba el tren. Y siento que se acerca a gran distancia, sus latidos me recuerdan su pecho exaltado. Su corazon entre sus senos pequeños, sus ojos abiertos en la inmensidad, me miraban, me trataban de conocoer, pero me senti abismado por su odio, entonces sus ojos perdidos miraban a la nada y solo podia escuchar mi respiracion. Es ese el momento que esperaban: su sumision total, la sutileza de su cuerpo lechoso, desnudo y fragil. Pesaba como una bailarina que se tambaleaba entre mis brazos, sin sentido y sin voluntad, a la vez es amoldaba en estos sin control, y cada pedazo de piel que tocaba se hacia parte de mi.
Mirarla. Hermosa doncella, me atare a su pecho por siempre. Mientras besaba sus labios cubiertos del mas suave carmesi nos hicimos uno, en la vida y en la muerte, sin importar las dimensiones, somos uno. Sin importar donde estubieramos, podiamos leer el tiempo sin necesitar nada mas que mi respiracion. Ella entregada a mi, cada linea que traza su cuerpo era mia.
Luego sentir la dominacion, el mas puro placer. Su vientre y su rostro inexpresivo, sin exitir el tiempo conjugados, mientras su piel se vuelve grisacea y la vida comienza entre sus dedos. Siento nacer desde mi la nueva vida, pero ella no puede decirme nada, amante silenciosa.
El vacio repercute entre mis gemidos, entre mis bufidos, entre mis suspiros, pero ella no puede decirme nada. Y cuando todo ha acabado, mi amante no despierta.
La miro, sin pensar mas, sabiendo lo que hice. Sumisa, ha caido ante mi celo, la pasion se ha acabado y solo quiero escuchar un respiro, una palabra, pero solo el silencio toca este lugar. No existe nada mas que el silencio, y un cuerpo que se empieza a volver polvo entre mis manos.
Entonces, quisiera comentarle a la Nada la impotencia de amarte tan fielmente, de querer unirme contigo a esta eternidad, pero su cuerpo se empieza a hinchar y la poesia se ha acabado. Mi lujuriosa doncella se ha ido, se ha vuelto un moustruo, sus ojos desorbitados no pueden mirarme con el odio que me miraron aquella ultima vez, en aquel ultimo respiro, en aquel ultimo gemido. Aquella sangre que fue el exilir del placer ahora trae todo tipo de seres vivientes con los cuales no quiero compartirla, aun siento que "eso" es mio, pero ella ya no es nada... ademas de mi amante silenciosa.
La rabia me estremece, al pensar que todo lo que amo se vuelve moustruoso, que mis besos se descomponen en su pecho, que tu sexo se enfria, enlodece y enmohece. Lloro, sentado a su lado, aun amandola, aun sintiendo su odio mientras me mirabas, en tus ojos colapsados, en sus gritos sin respuesta. Aun siento como su respiracion se termina entre mis manos y el extasis hermoso de ese momento que nos volvimos uno -tu en muerte yo en vida, pero en el espacio solo uno.-
Debo escapar...
¿Debo dejarte para siempre, amada sin nombre? Ya no te puedo sentir.


El silencio golpea cada lugar del tren. El vestido de una mujer se teje entre el suelo de tercipelo, entre su pelo de terciopelo. Me molesta su pelo tan sedoso. Hermosa Señorita: ¿Deseas ser mi total sumisa?


de:http://menteparafilica.blogspot.com

16/1/10

Novalis

II
Himnos de la noche


¿Ha de volver siempre la mañana? ¿No tendrá nunca fin el poder de la tierra? Siniestra agitación devora el vuelo celestial de la noche que se acerca. ¿No va a arder para siempre la ofrenda secreta del amor? Los días de la luz están contados; pero fuera del tiempo y del espacio está el imperio de la noche. El sueño dura eternamente. Sagrado sueño — no escatimes la felicidad a los que en esta jornada terrena se consagran a la noche. Sólo los insensatos te ignoran y no conocen otro sueño que el de la sombra que tú, compasiva, arrojas sobre nosotros en el crepúsculo de la noche verdadera. Ellos no te sienten en el dorado mosto de las uvas — ni en el aceite milagroso del almendro, ni en la parda savia de la amapola. No saben que eres tú la que envuelve los pechos de la tierna muchacha y convierte su regazo en un edén — no sospechan siquiera que tú, desde antiguas historias, sales a nuestro encuentro abriéndonos las puertas del cielo, trayendo la llave de las moradas de los bienaventurados, silenciosa mensajera de infinitos misterios.

4/1/10

De "Destrucción del mañana"

40. Subo las escaleras de mi casa
despacio, descontento, taciturno.
Tan sólo un pensamiento me conforta:


Las casas están llenas de frustrados.
De seres, como yo, sin aptitudes
para ser singulares en enjambres
pese a aspirar brillara su luz propia.


Y poco a poco fueron acogiéndose
a un amor, profesión, final destino
que no era el que anhelaran. Y están solos.


41. Entro en mi habitación. Entramos ambos
mutuamente, eludiéndonos, sombríos.
Está cansado. Noto su cansancio.
Antes no me cansaba con mi cuerpo.


Le miro en el espejo. Está en silencio.
Abatido. Presume su derrota.
Pesaroso. Le escupo varias veces.
Tal vez me compadece y le doy lástima.


Acaso me comprende y me disculpa.
Quizás él también sufre al conocerse
indeseado en mí y juzga que es inútil
pretender que tolere su presencia.


Le aborrezco, es verdad. Y mi desprecio
se extiende por su rostro palidísimo
como áspera maleza por el monte.
Y golpeo el cristal que me lo muestra.


Hasta que le hago huir de mi mirada
sangrándole las manos. ¿O son mías,
por el dolor que corre entre los dedos
y vocifera alertas a mi mente?


Pero está ahí, en el suelo. En mil lugares
se distingue su faz atribulada
que me observa. Y transforma su expresión
en la actitud absorta que era mía.




42. Dejo correr la sangre de las manos.
Acostado en la cama la examino.
Las sábanas la sorben dulcemente
con la quieta avidez de su blancura.


Brota incesantemente. A borbotones.
Tibia y curiosa asoma a mis muñecas
y escapa presurosa de mis manos.


Son manos de vencido. Ellas debían
coger la gloria, amor, coger dinero.
Un día las creí capaces de ello.


Pero nada aprehendieron. No eran hábiles.
O el empeño excedió su exigua fuerza.
Pobres manos humildes y vacías.


Tiemblan un poco. Tiemblan asustadas.
Asustadas y débiles parecen
pedir excusas porque son mediocres.


Les sonrío a mis manos. Las levanto
y las uno. Las siento desvalidas.
Y atisbo como repta sigiloso
ese zumo tan rojo de la vida.

Extraído de Fragmentos, Visión de los Hijos del Mal

















De madera era el bosque, de carne tu cuerpo, de sangre el olvido.


9 El espíritu Santo a María: te haré concebir pero seguirás siendo virgen, para que yo no tenga celos de mí mismo.

16 Electra, premonición de la Virgen María. Embarazada por el Espíritu de su padre engendra el crimen.

19!Oh, mapa de tu boca, mar de tu vientre, infierno de tu sexo!

24 Te ruego Monte Calvario que me protejas. Señor de la crueldad dame tu mal. Como eres dios me puedes colmar de mal. Hacíendome daño me salvas del mundo.

28 Rosas de futuras primaveras, atención que me llevo el sol.

29 Silencio. Te están oyendo los muertos.

38 Escucha amanece. Escucha me muero.

40 Señor siente latir mi látigo. Señor siente mi corazón.

48 Estoy enfermo y es vida su nombre.

42 Tu boca está llamando a alguien que eras y que te mira en silencio.

43. Oye, es simple. Se echó sobre mí. Fui polvo, soy tiempo.

46 He descencido a mi alma. Me he visto, a mi mismo, crucificado.

69 Mario está enfermo muy raro. Sobre cráneo de espuma carne de niebla.

86 El infierno, aquella costilla que nos falta.

87 Dibujo soles porque no puedo ver el día.

94 Yo no veo. Yo como resplandores.

92 Llueve, tal vez miedo, tal vez llanto en lente convertido.

116 El muerto es un niño que no juega.
El loco es un niño herido que juega.
El niño es un niño que niño.

120 Todo me mira sin párpados

3/1/10

Las cuatro paredes




Las cuatro paredes
Oh las cuatro paredes de la celda. 
Ah las cuatro paredes albicantes 
que sin remedio dan al mismo número.
Criadero de nervios, mala brecha, 
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.
Amorosa llavera de innumerables llaves, 
si estuvieras aquí, 
si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes. 
Contra ellas seríamos contigo,
los dos, más dos que nunca.
Y ni lloraras, di, libertadora!
Ah las paredes de la celda. 
De ellas me duele entretanto 
más las dos largas que tienen esta noche
algo de madres que ya muertas
llevan por bromurados declives, 
a un niño de la mano cada una
Y sólo yo me voy quedando, 
con la diestra, que hace por ambas manos, en alto, 
en busca de terciario brazo que ha de pupilar, 
entre mi dónde y mi cuándo, 
esta mayoría inválida de hombre.

A batallas de amor, campos de pluma



 

 

(a la manera de R. D. Laing)

Ella

No le gustaron nunca los encuentros furtivos,
con jóvenes muchachas de alquiler,
de modo que inventó una amante mecánica.
Podía encenderla y apagarla.
Con ella se sentía relajado y feliz.
Colocaba un espejo sobre el rostro,
y la besaba sin cesar, con furia,
penetrando el abismo de su alteridad.
Su cuerpo era de plástico,
con una piel suave no del todo insincera.
Sólo su voz metálica anunciaba la monotonía.
En noches como ésta solía sonreír
y él la abrazaba con desenvoltura
manteniendo, no obstante, una cierta distancia
para evitar el riesgo de la dependencia.
La había construido con toda precisión
y también él, por tanto, podría destruirla
caso de no cumplir con sus obligaciones
(por ejemplo decirle con ternura
"bienvenido al hogar; heme aquí, tuya soy",
o anotar las llamadas del teléfono).
Una tarde de marzo, discutiendo con ella,
le rompió el corazón en mil pedazos.
Nunca encontró la pieza de repuesto.
y ahora que ya no está, mira el muro vacío,
los objetos de mimbre que tanto le gustaran,
sus huellas imprecisas sobre el aparador.
Siente un olor difuso, melancólico.

Él

No me gustaron nunca sus encuentros furtivos
con jóvenes muchachas de alquiler,
ni entendí el modo en que trató de amarme.
El poder de apagarme y encenderme
fue levantando un muro entre nosotros,
frágil como la brisa junto al mar.
Nunca fue su mecánica nada importante para mí.
Me colocaba espejos sobre el rostro,
y me besaba sin cesar, con furia,
lanzándome al abismo de su alteridad.
Mi cuerpo era de plástico en sus manos,
y yo sentí mi piel como una sábana
hecha de desencuentros y monotonía.
En noches como ésta solía sonreír
y él me abrazaba con desenvoltura
manteniendo, no obstante, una distancia
para evitar el riesgo de depender de mí.
Me había imaginado con tanta precisión
que también él podría destruirme
caso de no cumplir con mis obligaciones
(por ejemplo decirle con ternura
"bienvenido al hogar; heme aquí, tuya soy",
o anotar las llamadas del teléfono ).
Una tarde de marzo, (ya he olvidado por qué),
me rompió el corazón en mil pedazos.
Nunca encontró la pieza de repuesto.
y ahora que ya no estoy, me siento frente a él,
lo miro absorta cómo me contempla,
cómo busca mi cuerpo en la pared vacía,
en objetos de mimbre donde nunca estaré,
cómo reconstruye mis huellas sobre el aparador.
Siento un olor difuso, melancólico.

Ella

A tus soledades voy,
de mis soledades vengo.
Como una imagen sin ningún volumen,
sigo las huellas que la noche borra
sobre la arena del desierto.
Para saber el dónde por quien somos
sólo dispongo de este cuerpo.
No soy presencia que te cubre, sé
la paradoja de ofrecer sin pausa
el espesor de un mundo que no tengo.
No eres presencia que me cubra. Mírame:
no ser sino un lugar para el encuentro
no nos hace un nosotros, sólo dice
cómo el camino es largo y tortuoso
y que una primavera nacerá
de las cenizas del invierno.

"La búsqueda"



 

 
Jose, querida amiga, te quiero tanto y te lo digo tan poco...

Te busqué entre las grietas
azules de los témpanos.
Y en los campos de sol.

Entre las nubes grises
necesitaba cielo.
Y en la inmensa intemperie
de mis largos caminos,
soñaba la tibieza
del calor de un umbral.

Tratando de encontrarte
observé, repetidas,
las sombras de mi sombra
en todos los espejos.

¿Fuegos fatuos ? Algunos.
Y enormes laberintos.
Pero también estaban
las miradas celestes
y nuevas golondrinas
volviendo en cada agosto.

Y creyendo encontrarte,
acabé descubriendo
la ignorada y oculta
certeza de mis manos.