8/1/13

Diálogo sobre un diálogo.




A- Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja… Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo. 






Z (burlón)- Pero sospecho que al final no se resolvieron 










A (ya en plena mística)- Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.





























3/1/13

La Lava





Mira, Ánia: su abuelo, su bisabuelo y todos sus antepasados fueron dueños de esclavos que viven las almas, y no es cierto que cada jardín de los cerezos, cada hoja, cada tronco de árbol, en busca de otros seres humanos, hay voces... Propias almas vivas--que transfigura a todos ustedes, los que vivieron antes y los que viven ahora, a un punto tal que la niña, su madre y su tío ya no conscientes de que viven con dinero prestado, viven en nombre de otros, debido a esas personas que deja el país más allá del vestíbulo...