11/2/10

Infancia





I

Este ídolo, ojos negros y crin amarilla, sin padres ni corte, más noble que la fábula, mexicana y flamenca; su dominio, azur y verdor insolentes, corre sobre playas nombradas, por olas sin bajeles, de nombres ferozmente griegos, eslavos, célticos.
En la linde del bosque, - las flores de ensueño tinti¬nean, estallan, relumbran, - la muchacha de labio de na¬ranja, con las rodillas cruzadas en el claro diluvio que surge de los prados, desnudez que ensombran, atraviesan y visten los arco iris, la flora, el mar.
Damas que dan vueltas en las terrazas vecinas al mar; infantas y gigantas, soberbias, negras en el musgo carde¬nillo, joyas alzadas sobre el suelo feraz de los bosquetes y de los jardincillos deshelados, - jóvenes madres y her¬manas mayores de miradas llenas de peregrinaciones, sul¬tanas, princesas de andares y atuendo tiránicos, pequeñas forasteras y personas dulcemente desdichadas.
Menudo aburrimiento la hora del «querido cuerpo» y «querido corazón».

II
Es ella, la pequeña muerta, detrás de los rosales. - La joven mamá difunta baja la escalinata. - La calesa del primo rechina en la arena. - El hermano pequeño - (¡está en las Indias!) ahí, ante el crepúsculo, sobre el prado de claveles. - Los viejos que han enterrado total¬mente tiesos en la muralla de los alhelíes.


El enjambre de hojas de oro rodea la casa del general. Están en el sur. - Se sigue el sendero rojo para llegar al albergue vacío. El castillo está en venta; las persianas es¬tán desprendidas. - El cura se habrá llevado la llave de la iglesia. - Alrededor del parque, las casetas de los guardas están deshabitadas. Las empalizadas son tan altas que sólo se ven las cimas rumorosas. Además dentro no hay nada que ver.


Los prados suben hacia las aldehuelas sin gallos, sin yunques. La esclusa está levantada. ¡Oh los Calvarios y los molinos del desierto, las islas y las muelas!


Zumban flores mágicas. Los taludes le mecían. Circu¬laban animales de una elegancia fabulosa. Las nubes se agolpaban sobre la alta mar hecha de una eternidad de cá¬lidas lágrimas.

III

En el bosque hay un pájaro; su canto os detiene y os hace sonrojar.


Hay un reloj que no suena.


Hay un hoyo con un nido de animales blancos.


Hay una catedral que baja y un lago que sube.


Hay un cochecito abandonado en el bosquecillo, o que desciende por el sendero corriendo, adornado con cintas.


Hay una compañía de pequeños comediantes con trajes de escena, divisados en el camino por entre la linde del bosque.


Hay en fin, cuando se tiene hambre y sed, alguien que os echa.

IV

Yo soy el santo, orando en la terraza, - como los ani¬males pacíficos pacen hasta el mar de Palestina.


Yo soy el sabio en el sillón umbrío. Las ramas y la llu¬via se arrojan contra el ventanal de la biblioteca.


Yo soy el peatón del camino real entre los bosques ena¬nos; el murmullo de las esclusas cubre mis pasos. Veo largo rato la melancólica lejía dorada del poniente.


Con gusto sería el niño abandonado en la escollera que partió hacia alta mar, el pajecillo que sigue la alameda cuya frente toca el cielo.
Los senderos son ásperos. Los montículos se cubren de retamas. El aire está inmóvil. ¡Qué lejos están los pájaros y las fuentes! Esto sólo puede ser el fin del mundo, que avanza.

V

Que me alquilen por fin esa tumba, blanqueada a la cal con las líneas del cemento en relieve - muy lejos bajo tierra.


Me acodo en la mesa, la lámpara ilumina vivamente estos periódicos que, idiota de mí, releo, estos libros sin interés.


A una distancia enorme por encima de mi salón sub¬terráneo, las casas se implantan, las brumas se reúnen. El barro es rojo o negro. ¡Ciudad monstruosa, noche sin fin!


No tan alto, están las cloacas. A los lados, nada más que el espesor del globo. Acaso los abismos de azur, po¬zos de fuego. Acaso sea en esos planos donde se encuen¬tran lunas y cometas, mares y fábulas.


En las horas de amargura imagino bolas de zafiro, de metal. Soy dueño del silencio. ¿Por qué una apariencia de tragaluz palidecería en el rincón de la bóveda?



Imagen: Sarah Moon

1 comentario:

  1. Me gusta la temática con la que van acordes tús escritos,ciertamente, son provistos de enigmáticas situaciones, y para hacerlo más placentero, agregas fotografía a ellos, no hay nada mejor que un excelente escrito y una compleja imágen.

    Un saludo desde Violent Beauty

    Ann

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