9/3/13

Sobre el oficio de escribir




‎A los veintitantos y treinta y pocos años, solía escribir con pluma mojando en un tintero, y cambiando la plumilla un día sí y otro no, en cuadernos de colegial, tachando, insertando, volviendo a tachar, arrugando las hojas, escribiendo la página tres o cuatro veces, copiando luego la novela con una tinta diferente y una escritura más clara, revisando después de nuevo la totalidad, recopilándola con nuevas correcciones, y dictándola por último a mi mujer, quien ha mecanografiado todo lo mío. Hablando en general, soy un escritor lento, un caracol que lleva encima su casa de unas doscientas páginas en limpio por año (una excepción espectacular fue el original de Invitation to a Beheading, cuyo primer borrador escribí en dos semanas de maravillosa excitación e inspiración sostenida). En aquellos días y noches, generalmente seguía el orden de los capítulos cuando escribía una novela, pero aun así, desde el comienzo mismo me apoyaba mucho en la composición mental, construyendo párrafos enteros mientras caminaba por las calles o estaba sentado en el baño, o acostado en la cama, aunque con frecuencia los suprimiera o reescribiera después. Cerca ya de los cuarenta años, empezando por The Gift, y quizá por influyo de muchas notas requeridas, adopté otro método materialmente más práctico: el de escribir con un lápiz con goma de borrar, en fichas".





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