9/8/12

El cuerpo de Giulia-no (Cap. 14)





Acababas de  levantarte  y me  miraste con distracción, te  acercaste a mi mesa de  noche,  cogiste un  cigarrillo  y lo  encendiste tranquilamente, lanzaste una bocanada de humo y te  dirigiste  al rincón opuesto  de  la  pieza, en  donde teníamos el calentador y algunos víveres para el desayuno.  —No tenemos leche —me dijiste—, ¿quieres el café solo?  Yo asentí. Tú, sin mirarme, encendiste el gas, pusiste a hervir el agua y preparaste la cafetera y las tazas. O preparaste la cafetera  y las tazas, pusiste a hervir el agua y encendiste el gas. O pusiste  a hervir el agua, encendiste el gas y preparaste la cafetera y las tazas. Luego me trajiste el café al lecho y te sentaste a mi lado, sorbiéndolo  ávidamente.  Terminado el desayuno, sin  decir una  palabra, encendiste  un nuevo cigarrillo, esperaste  que  a mi vez terminara  el café,  retiraste  luego  las tazas y sin lavar nada  te  acercaste al espejo y empezaste a maquillarte con gran cuidado. Como todos los días.  Yo  hubiera  podido  disfrazarme  de  ti,  travestirme de ti si hubiera querido, a tal punto conocía los más sutiles gestos de esa diaria ceremonia. Antes de salir me dijiste  que no  te esperara  hasta  por  la noche.  A las 10, en  el café.  Tenías que trabajar  todo el día. ¿En dónde?  En  el estudio  fotográfico sin duda. Esperé que cerraras la puerta y me envolví  otra vez en las sábanas.  Tenía los ojos cubiertos de  lágrimas,  pero no sufría absolutamente nada. …  Tu Gran Traje de Seda colgado en la pared. Vacío. Tus dos ojos verdes afuera,  en  la  calle.  Igualmente  vacíos. ¿No  me habría  equivocado? ¿Cómo sería  Giuliano con tu Gran  Traje  de Seda, con  tus cabellos rojos?  ¿Cómo serías tú  con su camisa,  su  vestido  azul, sus zapatos lustrados? “Janus bifronte”,  Herma  de  dos cabezas ¿cuál de los dos me engañaba? ¿Tú con tu pobreza,  tu  incomprensible sonrisa,  tu  graciosa  delgadez?  ¿Giuliano con  su  gordura, sus millones y sus fábricas? Idénticos los dos. Los mismos ojos verdes traidores. Las mismas ropas inútiles.  ¿Para qué vestirnos? Que los elementos, la maleza, las alimañas del bosque  destruyeran  nuestras ropas.  Viviríamos desnudos.  ¿Para qué vestirnos? Camisas huecas almidonadas con sacos y pantalones hediondos junto a  vestidos de seda  vacías y sos­ tensenos y calzones vacíos.  
“Encantado  señorita.”  “¿Habla  español?” “¿No?” “Yo  hablo un poquito de francés.” “Comme  ci,  comme  ça.” “Bonjour  mademoiselle.”  “Quel’ heure est­il?”  “Allez diner?” “¿Cómo se dice dónde desea ir?” “Où desirez vous aller?” “Te  lo  digo  yo.” “J’ai la voiture.” “Par ici, s’il vous  plait” 





2 comentarios:

  1. hola hermosa ángel gris

    quizás esto te guste, me gustaría compartirlo contigo... un saludo muy afectuoso

    http://guillermovalarino.blogspot.com/

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