5/4/12

carta a Antonio,


       Te quiero con tu gran crueldad, porque apareces en medio de mi sueño y me levantas y como un dios, como un autentico dios, como el único y verdadero, con la injusticia de los dioses, todo negro dios nocturno, todo de obsidiana con tu cabeza de diamante, como un potro salvaje, con tus manos salvajes y tus pies de oro que sostienen tu cuerpo negro, me arrastras y me arrojas al mar de las torturas y de las suposiciones.
      Nada existe fuera de ti, sólo el silencio y el espacio. Pero tu eres el espacio y la noche, el aire y el agua que bebo, el silencioso veneno y el volcán en cuyo abismo caí hace tiempo, hace siglos, desde antes de nacer, para que de los cabellos me arrastres hasta mi muerte.
      Inútilmente me debato, inútilmente pregunto. Los dioses son mudos; como un muro que se aleja, así respondes a mis preguntas, a la sed quemante de mi vida.
      ¿Para qué resistir a tu poder? Para qué luchar con tu fuerza de rayo, contra tus brazos de torrente; si así ha de ser, si eres el punto, el polo que imanta mi vida.
      Tu historia es la historia del hombre. El gran drama en que mi existencia es el zarzal ardiendo, el objeto de tu venganza cósmica, de tu rencor de acero.
      Todo sexo y todo fuego, así eres. Todo hielo y todo sombra, así eres: hermoso demonio de la noche, tigre implacable de testículos de estrella, gran tigre negro de semen inagotable de nubes inundando el mundo.
      Guárdame junto a ti, cerca de tu ombligo en que principia el aire; cerca de tus axilas donde se acaba el aire. Cerca de tus pies y cerca de tu manos. Guárdame junto a ti.
      Seré tu sombra y el agua de tu sed, con ojos; en tu sueño seré aquel punto luminoso que se agranda y lo convierte todo en lumbre; en tu lecho al dormir oirás como un murmullo y un calor a tus pies se anudará e irá subiendo y lentamente se apoderará de tus miembros y un gran descanso tomará tu cuerpo y al extender tu mano sentirás un cuerpo extraño, helado: seré yo. Me llevas en tu sangre y en tu aliento, nada podrá borrarme.
      Es inútil tu fuerza para ahuyentarme, tu rabia es menos fuerte que mi amor; ya tú y yo unidos para siempre, a pesar tuyo, vamos juntos.
      En el placer que tomas lejos de mi hay un sollozo y tu nombre.
      Frente a tus ojos el fuego inextinguible.

Alfredo Quíspez Asín, nació en Lima en 1903. Poeta y pintor peruano. 
 
 
 

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