10/8/11

de: Bar Luciernagas




ESTÁBAMOS allí. En el Bar Luciérnagas. Borrachos. Como cubas. Un lugar lleno de gente. Putas, funcionarios, taxistas, poetas, el Alcalde. Gritos, música y humo de tabaco. Y una discusión. Siempre una discusión. Tema perenne de borrachos. La discusión. Esta vez la discusión giraba sobre qué tan fácil es escribir como Benedetti. Leandro decía que no se podía. Que el Oriental era insuperable. Sebastián dijo que él podría perfectamente escribir como Isabel Allende. Mas no como Benedetti. Que nadie podía escribir como el uruguayo. Susan de Cincinnati, no lo conocía. A Maricela le daba exactamente lo mismo. Benedetti o el Congo Belga. Todo el mundo borracho. Todo el mundo desquiciado. Mi opinión era que Benedetti era un mal poeta. Mejor dicho, un poeta fácil. Que yo podría escribir perfectamente diez poemas en una noche. Que lo podría hacer al estilo Benedetti. Que al cabo de un año, podría escribir veinte libros como Benedetti. Leandro dice que duda que yo pueda hacerlo. Que soy irrespetuoso. Además que no tengo talento. Me paro y le digo: qué te pasa pinche-culero-maricón-hijo de la gran chingada. Toma su vaso de vino y me lo tira en el rostro. Me abalanzo sobre él. Nos trenzamos a golpes. Sebastián viene hacía mí amenazante. Le pego un golpe a mansalva. Cae. Susan y Maricela tratan de separarnos. Leandro le pega a Susan. Yo le pego a Maricela. La trifulca se generaliza. Los parroquianos toman partido. Es una batalla campal. Botellas que cruzan el cielo del bar. Vidrios rompiéndose. El equipo de música que se hace añicos. Logro escabullirme. Subo la calle Esmeralda. Nada más llegando al cementerio, me encuentro con Benedetti. Sin decir agua va, le tiro un Uppercut a la mandíbula y un corto al hígado. Cae hundiéndose sobre la nieve. Un justo knockout. Te lo mereces cabrón. Y sigo mi camino.


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