30/1/11

Concreción negra del café...





Concreción negra del café en la taza.
Pequeña superficie circular inmóvil.
Es necesario que la vibración exterior se acentúe para que se perturbe.
Olor fuerte.
Concentrado.
Líquido que es potencia.
Negro olor a quemado.
Un viejo con gorra de cuero tostaba el café delante de su casa.
El humo tenue se escapaba del aparato.
Permanecía suspendido en el aire frío.
Envolvente.
Podía pensarse en bosques impenetrables.
Techos de lianas.
Gritos de pájaros desconocidos.
Gruñidos amenazantes.
Desplazamientos ágiles.
Invisibles.
Un calor petrificante.
El pequeño aparato era cilíndrico.
De hierro.
Con una minúscula tapa corrediza.
El fuego lo envolvía con sus llamas.
El viejo permanecía horas sentado.
Hacía girar lentamente la manivela del cilindro.
El olor acre se propagaba hasta muy lejos por el camino que llevaba a las casas.
Luego se lo olvidaba.
Como el olor del cementerio.
Esa acritud.
La putrefacción de las flores en la fosa detrás del portal de entrada.
Olor a mujeres negras.
Severas.
Lentas.
Tristes.
Estallido de la campanada.
La tierra roja o verde.
Un pozo.
Paredes fértiles.
Brillantes.
Venas amarillentas de la tierra.
Cómo imaginar que un día nuestro propio cuerpo estará enterrado en esta profundidad grasienta.
Pudrirse.
Reir.
Jugar.
El cementerio es un lugar sucio.
Café caliente de la mañana.
Las ventanas están abiertas.
Fuera todo está azul y nacarado.
Las tazas están llenas.
El pan en rebanadas.
La mantequilla blanda en el platito rosado.
La leche se mezcla con dibujos de filamentos.
Hay arándanos en los bosques.
Platería de peces en el río.
Por la mañana el gran corredor de la casa huele mucho tiempo a café.
Un café negro.
Un cafecito.
Hay adivinas que leen el porvenir en la borra del café.
Una mujer gorda medio borracha.
Los ojos húmedos.
Los pechos enormes.
La taza que gira entre sus dedos de uñas comidas.
¿Saber de cuándo data el uso del café?
Encontrar viejos libros ilustrados.
¿Es un fruto el café?
Forzosamente.
Las arañas no son insectos;
Un azúcar químico se disolvía en la taza de café y dejaba aparecer una substancia con forma de araña.
Un chasco.
Todos se reían.
Cambiaban la taza.
La araña negra flotaba en el fregadero entre la vajilla.
Hacía falta tener coraje para atreverse a tocarla con la punta del dedo.
Algo fofo.
¿En qué se transformaba después?
Las arañas de regaliz de patas rojas.
Las chicas que chillaban.
El cielo estaba tan claro.
La noche no caía.
Los grandes charlaban entre ellos en el jardín.
Las voces no eran ya sino murmullos. 

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