25/5/10

Olvidando Praga (Fragmento)

El anciano estaba tan cercano a la muerte, que hasta podía percibir ya los ruidos que habitaban en ella. Eran como una mezcla de miles de susurros, silbidos de aves, ruidos de mar, de viento, silencios de nubes gigantes. Recuerdo aquellas tardes frías y grises, al abuelo sentado en un sofá reclinable rodeado de los niños del barrio, la radio a pilas tocando canciones viejas mientras el, leyendo un libro de Madame Blavatsky, quedabase por momentos inmóvil e imperceptiblemente triste, con una mirada en el vacío que le daba cierta lejanía, una pacifica distancia, como aceptando ya estoicamente lo inevitable y otras veces, simplemente dormido. Para nosotros siempre había estado allí, lo recuerdo todas las tardes de mi infancia, y hasta se podía decir que nos tomaba en serio. Recuerdo haber pensado: el abuelo definitivamente se iría al cielo muy pronto, abuelo le decíamos todos, menos sus nietos reales, quienes ya mayores lo creían un viejo loco.
Había perdido la visión en un ojo, y esto, nos decía, era para poder observar con el ojo muerto lo que sucede en el mas allá, y poder así tener un ojo para los vivos y otro para los muertos, para poder recibir los mensajes de los difuntos sin descuidar los asuntos de la vida terrenal, lo cual habiendose hecho conocido por algunos vecinos, pronto originaria una lucrativa empresa para la hija solterona del anciano. A nosotros nos contaba sobre las cosas que escuchaba de los muertos, nos contaba, por ejemplo, que entre las macetas en el medio del pasadizo solitario que lleva al patio, a cierta hora de la tarde podríamos escuchar la sombra de una niña moviendose unos instantes detrás de los geranios, o que en las madrugadas la resaca de una marea invisible nos jalaba del espíritu y nos sumergía en el océano que es el sueño dejando nuestro cuerpo vacío sin alma por unas horas, que la muerte era la hermana mayor del sueño. En ese entonces aun no me había percatado de esa experiencia de viscosidad espiritual que es para mi el sueño, la vida despierto y los sueños me parecían realizarse en el mismo espacio- tiempo, como el lugar donde se habita antes de nacer y después de morir, dentro de un circulo interminable. Asaltaban ya mi cabeza ese tipo de interrogantes, y ya que antes como ahora me interesaba mas esa manera de perder el tiempo que conocer amigos, me había convertido en un pequeño y huraño escéptico...

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