11/9/12

Memorias de una Pulga, CAPÍTULO II (Olor a tranquilo claustro de convento, te reto a que pruebes el poder de mi deseo)




Lo que para una jovencita inició como un interesante juego, en manos equivocadas abre una puerta que no puede ser cerrada. La invocación de las fuerzas tenebrosas del orden natural no es cosa gratis, la misma física nos enseña que todo resultado requiere un trabajo. Así mismo toda ganancia obtenida a través de este medio, define un precio. En verdad va a pasar mucho tiempo, antes de que la ciencia demuestre que todo existe en función del marco de referencia del observador, en alusión a que todo está en la mente y de que por cada una las representaciones angélicas y arcangélicas, que no son otra cosa que un símbolo mental con el que vemos solo lo que podemos entender de esa fuerza; existe la contraparte dimensional que la equilibra en el llamado lado oscuro, para que ambas puedan existir en nuestra mente bipolar, cada una de las cuales en su propio sentido tienen nombres, dominios, niveles y jerarquías que van desde lo humano hasta lo divino, viendo hacia arriba y desde lo humano hasta lo innombrable, viendo hacia abajo, según la representación de algo tan antiguo y misterioso que se pierde en la noche de los tiempos: La Cábala. 

A partir de este momento y durante todo el recorrido de esta lectura, el costo de las claves referidas que hicieron posible el descenso del indefinible poder de la sensualidad presumiblemente podría alcanzar incluso al lector de esta obra. Tenga cuidado con lo que siente y con lo que desea, pero sobre todo, con cual personaje se identifica, porque todo existe en el plano del gran inmanifestado, la nada absoluta como dirían los físicos, donde no hay materia tiempo ni espacio y donde todo tuvo su origen, y aún se encuentra en expansión. 

Con paso incierto y con la mirada fija en el suelo, la asustada muchacha se presentó puntualmente ante la puerta de aquélla sacristía y llamó. La puerta se abrió y la imponente figura del santo varón apareció en el umbral. A un signo del sacerdote Bella entró mientras este aseguraba la puerta con pasador para evitar cualquier interrupción dirigiéndose de inmediato a su escritorio. 

En el interior no había las sillas que normalmente se esperaría que hubiera, era como si el ambiente estuviera preparado para castigar sicológicamente a la chica haciéndola permanecer de pie frente al escritorio del padre en espera de una solución a su problema. 

Siguió un embarazoso silencio que se prolongó por algunos segundos en los que el padre Ambrosio con su severo e inexpresivo rostro acomodaba algunos documentos, para luego quedar pensativo y silencioso mientras daba la impresión de que en cualquier momento le comunicaría la peor noticia que ella no quería oír, finalmente rompió el silencio para decir: 

— Has hecho bien en acudir tan puntualmente, hija mía. La estricta obediencia del penitente es el primer signo espiritual del arrepentimiento que conduce al perdón divino. 

Al oír aquellas bondadosas palabras Bella recobró el aliento y pareció descargarse de un peso que oprimía su corazón. El padre Ambrosio siguió hablando al tiempo que se acercaba a ella. 

— He pensado mucho en lo de anoche y también he rogado por una solución hija mía, pero debo informarte que no encontré manera alguna de dejar a mi conciencia libre de culpa, salvo la de acudir a tu protector natural para revelarle el espantoso secreto que involuntariamente llegué a poseer. 

Enseguida el sacerdote hizo una pausa y Bella, que sabía muy bien el severo carácter de su tío, de quien además dependía por completo, se echó a temblar al oír tales palabras. 

Y tomándola de la mano para atraerla de manera que tuvo que quedar frente él mientras sus manos hacían contacto con el bien torneado dorso de la penitente, continuó diciéndole: 

— Pero me dolía pensar en los espantosos resultados que hubieran seguido a tal revelación, así que pedí a la Virgen Santísima que me asistiera en tal tribulación. Ella me señaló un camino que al propio tiempo que sirve a las finalidades de nuestra sagrada madre iglesia, evita las consecuencias que acarrearía el que ese hecho llegase a conocimiento de tu tío. Sin embargo, la primera condición necesaria para que podamos seguir este camino es la obediencia absoluta. 

Bella, aliviada de su angustia al oír que había un camino de salvación, prometió en el acto obedecer ciegamente las órdenes de su confesor espiritual. Enseguida el padre Ambrosio tomó asiento en un arca de roble acojinada estirando de la mano a bella para que se colocara en la alfombra, la cual nada renuente ante la situación en que se encontraba prácticamente cayó arrodillada a los pies del sacerdote. El padre Ambrosio inclinó su gran cabeza sobre la postrada figura de ella. Un tinte de color enrojecía sus mejillas y un fuego extraño iluminaba sus ojos. Las manos del buen padre temblaban ligeramente cuando se apoyaron sobre los hombros de su bella penitente, oprimiendo con cariñosa suavidad esas increíbles formas. Por sus confesiones, el astuto sacerdote sabía bien que este era uno de esos días en que Bella se excitaba con el mínimo tocamiento de un hombre y esos lindos pezones brincaban como botones de primavera, lo cual en su momento sería aprovechado hasta la infamia, sin embargo Ambrosio no perdió su compostura y con gran suavidad la atrajo con un cariñoso abrazo con el que la cabeza de Bella quedó pegada a su pecho. Indudablemente el espíritu de este sacerdote estaba conturbado por la terrible necesidad de ejecutar en forma inmediata lo que sus instintos naturales le exigían dándole primero paso a los tortuosos pasos con los que debía convencer a su joven penitente de la cruel expiación con la que por fin se libraría de lo que tanto temía. 

El santo padre comenzó luego un largo sermón sobre la virtud de la obediencia y de la absoluta sumisión a las normas dictadas por el ministro de la santa iglesia. Bella reiteró la seguridad de que seria muy firme en obedecer todo cuanto se le ordenara. 

Resultaba evidente que este sacerdote era poseedor de un espíritu controlado pero rebelde, que a veces asomaba en su persona y se apoderaba totalmente de ella, reflejándose en sus ojos centelleantes y sus apasionadas y ardientes frases. Mientras hablaba, el padre Ambrosio casi inconscientemente atrajo más y más a su hermosa penitente, la cual con gran docilidad respondía a la mínima presión de ese cariñoso abraso hasta que sus lindos brazos descansaron sobre las rodillas del padre y su rostro se posó entre el pecho y el abdomen del sacerdote. 

— Y ahora, hija mía —siguió diciendo el santo varón. — Ha llegado el momento de que te revele los medios que me han sido señalados por la Virgen bendita como los únicos que me autorizan a absolverte de la ofensa que pesa en tu alma. Primeramente debes saber que esas necesidades carnales que tiene tu cuerpo también están presentes en quienes servimos a la iglesia, pero estamos resignados a resistir esa tentación con gran sufrimiento de nuestra parte. Sin embargo también debes saber que hay espíritus a quienes se ha confiado el alivio de esas pasiones y exigencias naturales que la mayoría de los siervos de la iglesia tienen y que les está prohibido practicar. Se encuentran entre estos pocos elegidos aquellos que han deshonrado y ofendido nuestras creencias religiosas con el desahogo carnal alcanzado a través de rituales prohibidos. A ellos se les confiere el solemne y sagrado deber de atenuar los deseos terrenales de nuestra comunidad religiosa, dentro del más estricto secreto. 

Con voz temblorosa por la emoción, y al tiempo que sus amplias manos descendían de los hombros de la muchacha hasta su cintura, tomándola a modo de abrazo el padre susurró a su oído, como hablando en secreto: 

— Para ti, que ya probaste el ilegitimo y prohibido placer de la masturbación a través de uno de esos rituales, está indicado el recurso de este sagrado oficio. De esta manera no sólo te será borrado y perdonado el aberrante pecado que ya cometiste, sino que se te permitirá disfrutar legítimamente de esos deliciosos éxtasis, de esas insuperables sensaciones de dicha arrobadora que solo es correcto que la sientas cuando es provocada por los fieles servidores de la iglesia. Nadarás en un mar de placeres sensuales, sin incurrir en las penalidades resultantes de los amores ilícitos. La absolución seguirá a cada uno de los abandonos de tu dulce cuerpo para recompensar a la iglesia a través de sus ministros, y serás premiada y sostenida en tu piadosa labor a través de la contemplación o mejor dicho, de la participación de las intensas y fervientes emociones que el delicioso disfrute de tu hermoso cuerpo tiene que provocar también en nosotros, nunca más tendrás necesidad de masturbarte hija mía, pues de aquí en adelante debes dejar que esa juvenil necesidad que quema tu cuerpo, quede a cargo de este servidor de Dios, que en esa forma impedirá que caigas en el pecado de hacerlo tu misma. 

Bella oyó la insidiosa proposición con sentimientos mezclados de alivio sorpresa y placer. 

Los poderosos y lascivos impulsos de su ardiente naturaleza despertaron en el acto ante la descripción ofrecida a su fértil imaginación. ¿Cómo dudar ante ésas clarísimas afirmaciones? ¿Una masturbación?, pero hecha por el propio padre Ambrosio, la mente de Bella en ese momento estaba convertida un torbellino de imágenes y de preguntas que no se atrevía a hacer. 

El piadoso sacerdote acercó el complaciente cuerpo de su penitente hacia él y depositó un beso en cada mejilla muy cerca de su boca, luego contempló el hermoso rostro de Bella enrojecido por la excitación que esos besos la habían provocado y de inmediato el abusivo sacerdote estampó un largo y cálido beso en los rosados labios de Bella quien con los ojos desorbitados por la sorpresa se mantenía boquiabierta embonando sus labios con los del sacerdote. 

— Madre Santa —murmuró Bella, sintiendo cada vez más excitados sus instintos sexuales—. ¡Esto!... Yo quisiera... me pregunto... ¡no sé qué decir! 

— Inocente y dulce criatura. Es misión mía la de instruirte. En mi persona encontrarás el mejor y más apto preceptor para la realización de los ejercicios que de hoy en adelante tendrás que llevar a cabo. 

El padre Ambrosio cambió de postura. En aquel momento Bella advirtió por vez primera su ardiente mirada de sensualidad, y casi le causó temor descubrirla. También fue en aquel instante cuando se dio cuenta de la enorme protuberancia que descollaba haciendo presión en la parte frontal de la sotana del santo padre, algo que ella siempre había visto en cuanto un caballero hacía contacto con su cuerpo y que en más de una ocasión los veía hacer esfuerzos por disimular esa embarazosa situación, pero a diferencia de ellos, el excitado sacerdote apenas se tomaba el trabajo de disimular su estado y sus intenciones. 

Es hora de que descorramos el velo que cubre el verdadero carácter de este hombre. Lo hago respetuosamente, pero la verdad debe ser dicha. El padre Ambrosio era la personificación viviente de la lujuria. Su mente estaba en realidad entregada a satisfacerla y sus fuertes instintos animales, su ardiente y vigorosa constitución, al igual que su indomable naturaleza, lo identificaban con la imagen física y mental del sátiro de la antigüedad. El padre Ambrosio era de los contados hombres capaces de controlar sus instintos pasionales en circunstancias como las presentes. Continuos hábitos de paciencia en espera de alcanzar los objetos propuestos, el empleo de la tenacidad en todos sus actos y la cautela convencional propia de la orden a la que pertenecía, no se habían borrado por completo no obstante su temperamento fogoso y aunque de natural incompatible con la vocación sacerdotal y de deseos tan violentos que caían fuera de lo común, había aprendido a controlar sus pasiones hasta la mortificación. Pero Bella sólo lo conocía como el padre santo que no sólo le había perdonado su grave delito, sino que le habla también abierto el camino por el que podía dirigirse, sin pecado a gozar de los placeres que tan firmemente tenía fijos en su juvenil imaginación. 

Pronto atrajo hacia él a la hermosa muchacha y la estrechó entre sus brazos, luego la besó larga y apasionadamente. Apretó el suave cuerpo de ella contra su robusto cuerpo y apretó su dorso para entrar en contacto cada vez más íntimo con su grácil figura haciéndola que levantara la cara y echara la cabeza hacia atrás para dejar expuesto su hermoso y largo cuello al libidinoso y desenfrenado besuqueo que el santo varón aplicaba con el ansia de un presidiario mientras la joven se mantenía inmóvil y con los brazos caídos, sin embargo el buen padre quería probar el aguante de su víctima en una forma que no dejara duda de su completa obediencia, para esto la soltó y la hizo girar su cuerpo hasta quedar de espaldas a ella y de nuevo la volvió a abrazar rodeando la breve cintura de su rendida penitente para hacerla sentir la presión de su potencia en esas redondeces por las que tanta atracción sentía. El Padre continuó apretándola, cargándola, tallándola, haciéndola inclinarse para luego estirarle los brazos como si fueran riendas, manteniendo en todo momento ese increíble nalgatorio en contacto continuo con su incontrolable protuberancia masculina sin que la joven opusiera la menor resistencia o emitiera la mínima protesta, ni siquiera cuando pasó sus velludas manos bajo su blusa para tomarla por los senos haciéndola retorcerse de placer con los ojos cerrados cuando inició una impúdica exploración en la que sus regordetes dedos comprobaban el severo endurecimiento de los pezones provocado por la excitación de todas esas libidinosas acciones. Todas esas posiciones en que la agasajaba no eran otra cosa que emulaciones de las formas en que llegado el momento tendría que rendirle servicio a los degenerados e incontrolables apetitos del lujurioso sacerdote. 

Levantándose rápidamente alzó el ligero cuerpo de la joven Bella y colocándola sobre el cojín en el que estuvo sentado él momentos antes, la colocó de espaldas y desató su ropa como si fuera un regalo que urge ver y cuando la femenina ropa estuvo lo suficientemente desatada, contempló por un instante el increíble cuerpo de Bella, era una combinación de frágil modelo con el radiante tono muscular de una aguerrida gimnasta, la perfección de los senos, el exquisito talle y el lampiño blanco y plano vientre, eran en conjunto una invitación al placer. Aquello era demasiado para nuestro buen padre Ambrosio que en ese momento estaba absorto con la contemplación de ese cuerpo perfecto que ahora estaba en su poder, no dejaba de felicitarse a si mismo por el éxito de su infame treta. En efecto, él lo había planeado todo, puesto que facilitó los sucesos con los que la atrapó entregándose a sus ardorosos juegos sexuales, a escondidas se agazapó cerca del lugar para contemplar con centelleantes ojos la masturbación de su bella penitente, ahora ésta inocente y virginal criatura estaba a punto de conocer el único tipo de masturbaciones que serían permitidas para ella, las cuales como bien dijo el buen padre, tendrían que ser aplicadas por él mismo. Ahora el buen padre se disponía a cosechar los frutos de su superchería. 

Sin decir palabra, el santo padre montó sobre el improvisado camastro e inclinó su rostro hasta tocar el abdomen de la chica, succionando la parte baja de las costillas en un meticuloso e interminable agasajo que provocaba contracciones y espasmos en el cuerpo de Bella que en ese momento gemía de placer tocando a modo de defensa con sus manos la rapada y picante cabeza del padre Ambrosio mientras sentía como el agasajo se dirigía lenta pero inexorablemente hacia su excitada vulva vaginal, y una vez ahí pudo sentir como el lujurioso sacerdote hundía esa rasurada cara en su regazo y lamía con impudicia tan adentro como le era posible entrar en su húmeda vaina, y en breve, el lujurioso sacerdote dióse a succionar tan deliciosamente el turgente clítoris, que Bella, en un arrebato de éxtasis pasional, sacudido su joven cuerpo con espasmódicas contracciones de placer, de nuevo la chica sentía aproximarse la sensación que ya había experimentado en el jardín de su casa, pero esta vez era provocada por la laboriosa lengua que momentos antes la convenciera de su total entrega, y entre gritos de placer y sacudidas de su dorso que parecían estertores de muerte, derramó la dulce emisión femenina de su sexo, misma que el santo padre engulló cual si fuera un flan. Para el indisoluto sacerdote era un manjar de dioses paladear el primer néctar de esa chiquilla, arrancado de su cuerpo a través de la terrible emoción que le provocó con esa santificada masturbación, emulando la perversa caricia que una laboriosa abeja hace a la más bella flor, la cual no tiene otra opción que permanecer inmóvil. 

Una vez que pasó la explosión emocional que había sacudido su cuerpo, Bella cayó hacía atrás, derrumbándose sobre su espalda, totalmente desfallecida y sin fuerzas, mientras sentía al lujurioso sacerdote gruñir y forcejear para seguir unido a ella con la misma terquedad con la que un fiero can reclama su alimento, el impacto emocional había sido de tal magnitud que Bella no podía mover ni un solo dedo y solo se estremecía mordiéndose su labio inferior mientras seguía sintiendo el bárbaro agasajo que el fiero sacerdote daba a sus partes intimas, haciéndola sentir como si la más tenaz y despiadada de las fieras estuviera comiéndosela viva, situación que el sádico sacerdote prolongó el mayor tiempo posible. 

Pero todo lo que empieza tiene que terminar y el bestial agasajo por fin terminó. Siguieron unos instantes de tranquila inmovilidad, Bella reposaba sobre su espalda. Con los brazos extendidos a ambos lados y la cabeza caída hacia atrás, en actitud de delicioso agotamiento tras las violentas emociones provocas por el canino proceder del reverendo padre. 

El escultural pecho de Bella se agitaba todavía bajo la violencia de sus transportes y sus hermosos ojos permanecían cerrados en lánguido reposo, la masturbación que le había practicado el padre Ambrosio la había hecho gozar mil veces más que la inocente masturbación practicada por ella en el jardín de su casa. 

El osado sacerdote estaba sumamente complacido por el éxito de una estratagema que había puesto en sus manos una víctima y también por la extraordinaria sensualidad de la naturaleza de la joven que había capturado y el evidente deleite con el que ésta se entregaba a la satisfacción de sus deseos. Tras uno de sus largos y prolongados periodos de abstinencia en espera paciente de sus objetivos, por fin había logrado capturar a la víctima con la que desde hacía mucho quería desfogar su espantosa lujuria, todos los delicados encantos de ese cuerpo perfecto eran suyos y se regodeaba disfrutando lo indecible con la idea de todo lo que tenía planeado hacerle a esta inocente chiquilla. Ahora, una por una de las virginidades de esta jovencita irían cayendo en poder de este degenerado sacerdote. 

Y sin más rodeos, el buen padre al comprobar la total y absoluta docilidad de su joven y bella penitente y sin poder soportar por más tiempo la presión de su erección, dejó a Bella parcialmente en libertad para trepar al mueble hasta colocarse frente a su rostro y abrir el frente de su sotana y sin el menor pudor, dejó expuesto a los atónitos ojos de la jovencita un miembro cuyas gigantescas proporciones grado de erección y rigidez la dejaron sorprendida. 

Es imposible describir las encontradas sensaciones despertadas en Bella por el repentino descubrimiento de aquel formidable instrumento a escasos centímetros de su rostro. Su mirada se fijó instantáneamente en aquello al tiempo que el padre advirtiendo su asombro pero descubriendo que en él había más señales de curiosidad que de rechazo, lo colocó tranquilamente sobre su blanco pecho, muy cerca de su largo y delicado cuello. Tras las emociones que había experimentado, sentir el caliente contacto con tan tremenda cosa hizo que se apoderara de Bella un terrible estado de excitación. 

Tanto la visión como el contacto de tan notable miembro hacían que la jovencita sintiera en su pecho el calido cosquilleo de las sensaciones lascivas que empezaban a despertar en su mente y asiendo el inmenso objeto lo mejor que pudo con sus manecitas lo palpó sintiendo el tremendo calor que esa parte del cuerpo del santo padre le transmitía a sus frescas manos. 

— ¡Oh. padre! ¡Qué cosa tan increíble! — Exclamó Bella — ¡Por favor, padre Ambrosio, decidme cómo debo proceder para aliviar de esos sentimientos que según dice usted tanto lo inquietan! 

El padre Ambrosio estaba demasiado excitado para poder contestar, tomó la mano de ella con la suya y la hizo sujetar su enorme objeto, jalándolo suavemente hacía arriba y hacía abajo. 

— Santo Dios! Padre, ¡Esto es enorme! —murmuró Bella—. 

El placer del santo padre era intenso y el que él le había provocado a Bella con su lengua, aún no se apagaba. 

La chica siguió presionando el miembro del sacerdote con la suave caricia de su mano, mientras contemplaba con aire inocente la cara de él. Después le preguntó en voz queda si ello le proporcionaba gran placer y si por lo tanto tenía qué seguir actuando tal como lo hacía. 

Entretanto, la enorme verga del padre Ambrosio engordaba y crecía todavía más por efecto del excitante cosquilleo al que lo sometía la jovencita. 

— Espera un momento. Si sigues frotándolo de esta manera me voy a venir —dijo el padre por lo bajo. — Será mejor retardarlo todavía un poco. 

— ¿Se vendrá, padrecito? — inquirió Bella ávidamente —. ¿Qué quiere decir eso? 

¡Ah, mi dulce niña, tan adorable por tu belleza como por tu inocencia! ¡Cuán divinamente llevas a cabo tu excelsa misión! —exclamó Ambrosio, encantado de abusar de la evidente inexperiencia de su joven penitente y de poder así envilecerla más. — Venirse significa completar el acto por medio del cual se disfruta en su totalidad del placer venéreo y supone el escape de una gran cantidad de semen, un fluido blanco y espeso del interior de la cosa que sostienes entre tus manos y que al ser expelido proporciona igual placer al que la arroja que a la persona que en el modo que sea la recibe. Tal como lo hacen las mujeres de esos videos que me has contado en tus confesiones. 

Bella recordó entonces haberle confesado al padre lo que veía en los videos pornográficos que a veces recibía de sus amigos y entendió enseguida a lo que el padre Ambrosio se refería, había visto decenas de veces esos videos en los que la cara de la prostituta terminaba bañada en semen tras hacer un artístico servicio oral. 

Y viendo que poco a poco, el padre Ambrosio colocaba ese descomunal miembro cada vez más cerca de su cara, Bella preguntó con aire de súplica. 

— ¡Padre!... ¡Padrecito!... Entonces, querés decir que yo…. 

El clásico acento europeo de Bella se quebraba en ese momento, pareciéndose más al de las sensuales hijas del “Rió de la Plata”. Y sin poder soportar por más tiempo la respuesta, el padre Ambrosio exclamó excitado: 

— ¡Quiero que la mames! preciosa, quiero que la coloques en tu dulce boca y la succiones como lo haces con esas paletas de dulce. 

Sin embargo Bella sabía que había formas recomendadas para hacer eso sin recibir la descarga, por lo que tímidamente volvió a preguntar: 

— ¡Padre!, mi buen padrecito, ¿y no se usa un protector para esto? 

Bella angustiada esperaba la respuesta mientras seguía pensando en su interior: “Decime que si Padrecito… Plis”. Sin embargo el buen padre Ambrosio respondió decidido: 

— ¡De ninguna manera hija mía!, nuestra santa madre iglesia prohíbe terminantemente el uso de condones, así como el desperdicio del semen, razón por la cual deberás recibir los chorros del viscoso y blanco liquido de esta verga muy, pero muy adentro de tu boca. 

Bella pregunto inquieta: — ¿Tengo que tragármelos padre? 

— ¡Todos hija mía!, hasta la última gota — Respondió Ambrosio. 

Sintiéndose obligada y en deuda por el éxtasis paradisíaco al que había sido sometida, comprendió que debía devolver el favor, con la misma ferviente pasión con el que a ella le fue hecho. 

Enseguida, Bella inclinó la cabeza. El objeto de su adoración exhalaba un perfume difícil de definir, pero que de alguna forma la excitaba. Lentamente lo acercó a su cara, y pegó su mejilla para frotarlo, luego con mil trabajos logró dominar el rechazo que sentía y depositó sus abultados y sensuales labios sobre el extremo superior, cubrió con su adorable boca la endurecida punta, de la que empezaba a erupcionar la primera gota de lo que sería una copiosa y continua espermatorrea, luego besó ardientemente el reluciente miembro, pronto comprobó que las gotas que exudaban de la dura punta a pesar de que eran tan viscosas y pegajosas como la medula de la sábila, no tenían mal sabor. 

— ¿Cuál es el nombre correcto de este fluido? Padre — preguntó Bella, alzando una vez más su lindo rostro. 

––Tiene varios nombres —replicó el santo varón —. Depende de la clase social a la que pertenezca la persona que lo menciona. Pero entre nosotros, hija mía, lo llamaremos “leche”, puesto que es blanco y sale de la ubre que ahora acaricias con tu rostro. 

Excitado por las inocentes preguntas de su bella penitente, y por la indecisión de la misma para entrar en acción, el padre Ambrosio se adentró por su cuenta en la boca de Bella, pero luego de unos instantes, con el pretexto de hacer otra pregunta, la chica con gran delicadeza, movió su cabeza hacía un lado para librarse aunque fuera por un momento. 

— ¡Padre!... ¿Y cómo es una masturbación para usted? 

Sin mediar palabra, el padre Ambrosio volvió a introducir su largo miembro en la boca de Bella, esta vez tan adentro que presionaba su fina garganta, para en seguida empuñar el tronco raíz con una de sus manos, y darle tremendas jaladotas a todo el largo que quedaba afuera de la boca de Bella. Luego de la febril demostración, le dijo: 

— ¡Lo vez Preciosa!... Así es como se hace una puñeta. Acto criticable que sustituye al principal de los actos del rito venéreo, la copulación permitida de la que ya hemos hablado. Por consiguiente debemos sustituirla por este otro medio, en el que tus labios harán el mismo trabajo que viste hacer a mi puño, hasta que llegue el momento en que se aproximen los espasmos que acompañan a la emisión. Llegado el instante, a una señal mía presionaras para darle entrada en tu garganta a la cabeza de este objeto, hasta que expelida la última gota, me retire satisfecho, por lo menos temporalmente. 


Memorias de una Pulga, CAPÍTULO II (Olor a tranquilo claustro de convento, te reto a que pruebes el poder de mi deseo)





Bella no volvió ha hacer más preguntas, había quedado como hipnotizada, tanto con la explicación como con la demostración, sin embargo su lujurioso instinto le había permitido disfrutar la descripción hecha por su confesor al comparar la masturbación que él le había hecho a ella con la que ella estaba haciendo en ese momento con su boca y ahora estaba por completo a merced del sacerdote para llevar al cumplimiento el final de ese acto cuyo desenlace y consecuencias solo conocía gráficamente a través de videos y revistas eróticas. 

Excitada tanto por la vista como por el contacto de tan notable objeto, que tenía asido con verdadero deleite en su boca, la joven se dedicó a succionar, frotar y exprimir con sus labios el enorme y tieso miembro, de manera que proporcionaba al licencioso cura el mayor de los goces, pero no contenta con friccionarlo con sus delicados labios, Bella, dejando escapar un suspiro de devoción y satisfacción, llevó la espumeante cabeza tan adentro que la introdujo hasta donde le fue posible, con la esperanza de provocar con sus toques y con las suaves caricias de su lengua y su garganta la deliciosa eyaculación que debía sobrevenir. 

Esto era más de lo que el santo varón había esperado, ya que nunca supuso que iba a encontrar una discípula tan bien dispuesta para el irregular ataque que había propuesto. Despertadas al máximo sus sensaciones por el delicioso cosquilleo de que era objeto, el sacerdote se disponía a inundar la boca y la garganta de la muchachita con el flujo de su poderosa descarga. 

Sin embargo este santo varón era uno de esos seres excepcionales, cuya abundante eyaculación seminal es mucho mayor que la de los individuos normales. No sólo estaba dotado del singular don de poder repetir el acto venéreo con intervalos cortos, sino que la cantidad con la que terminaba su placer era tan tremenda como desusada. La exagerada superabundancia de sus descargas parecía estar en proporción al modo en que habían sido despertados sus instintos animales y cuando sus deseos libidinosos habían sido prolongados e intensos, sus emisiones de semen lo eran igualmente. 

Fue en estas circunstancias que la dulce Bella había emprendido la tarea de dejar escapar los contenidos torrentes de lujuria de aquel hombre e iba a ser su dulce boca la receptora de los espesos y viscosos chorros que hasta el momento no había experimentado e ignorante como se encontraba de los resultados del alivio que tan ansiosa estaba de administrar, la hermosa doncella deseaba la consumación de su labor. 

Pero por salaz que fuera la jovencita, las continuas emisiones de semen que exudaba el miembro del padre Ambrosio pronto la hicieron desistir, por lo que estiró su cuello hacía atrás para librarse. 

— ¡Hug!... Ya no padrecito… Por favor. — Exclamaba Bella dejando ver las viscosas muestras de semen en sus labios y su lengua. 

Pero el enardecido sacerdote la volvió a tomar de la cabeza introduciendo su erecto miembro en una clara demostración de que ella no era la que mandaba, forzándola a seguir con esa libidinosa acción domándola como a las rameras principiantes, cuando aturdidas por la ebriedad caen en manos de un exigente y experimentado cliente que sabe muy bien que bajo esas circunstancias la agresión y el enojo terminan por poner de rodillas a una chica, la cual presa de esa extraña mezcla de placer y temor es llevada gradualmente a un estado de excitación tal que pronto se da cuenta de que lo que realmente la tiene atrapada es su propia naturaleza femenina, que la hace disfrutar hasta lo indecible con el dominio de su enfurecido agresor. 

El exuberante miembro del sacerdote engrosaba y se enardecía cada vez más a medida que los excitantes labios de Bella apresaban su anchurosa cabeza y su lengua jugueteaba en torno al pequeño orificio provocando en el engrosado miembro una excitación que se traducía en una continua espermatorrea que la chica tenía que conducir hacía su garganta, hasta que el continuo goteo de semen que se acumulaba era tragado mientras apretaba sus hermosos parpados con fuerza expresando con su bello rostro el esfuerzo que le costaba cumplir con esa difícil penitencia. 

Dos veces Bella retiró su cabeza apartándose de ese miembro que no paraba de lechar, sin embargo Ambrosio volvía a someterla introduciendo en los sonrosados labios de la muchacha ese enorme y espumante miembro obligándola a que continuara dando ese prolongado e interminable “beso de leche”, hasta que incapaz ya de aguantar los deseos de venirse al delicioso contacto de esos abultados y carnosos labios, Ambrosio colocó sus manos tras la nuca de Bella asegurándola para que no se separara más de él. Y habiendo al parecer alcanzado un máximo de dominio sobre la chica, el excitado sacerdote introdujo ese monstruoso miembro cuanto pudo hasta sentir la presión de la fina y bella garganta de su penitente y entonces el buen padre sintió como la chica succionaba con mayor energía que antes el tieso dardo, haciendo con su cabeza rápidos movimientos para simular con su boca el mismo jaloneo que el padre Ambrosio había hecho con su puño. La intención de la jovencita era acabar cuanto antes con ese libidinoso juego en el que la tenía atrapada el excitado sacerdote. 

Instantáneamente se produjo un envaramiento en las extremidades del buen padre. Su cuerpo se proyecto hacía adelante presionando la garganta de su joven penitente, que en ese momento tenía la cabeza recargada en una cómoda almohada. Las manos del enardecido sacerdote se agarraron convulsivamente de la nuca de Bella para detener sus movimientos, presionando su garganta. 

— ¡Dios santo! ¡Me voy a venir! —exclamó el sacerdote al tiempo que con los labios entreabiertos y los ojos vidriosos lanzaba una última mirada a su inocente víctima. Después se estremeció profundamente y entre lamentos y entrecortados gritos histéricos, su potente miembro por efecto de la provocación de la jovencita, comenzó a expeler torrentes de espeso y viscoso fluido. 

Bella, comprendía por los chorros que uno tras otro resbalaban garganta abajo, así como por los gritos de su compañero, que éste disfrutaba al máximo los efectos de lo que ella había provocado. La jovencita siguió succionando y apretujando hasta que, llena de las descargas viscosas y semiasfixiada por su abundancia, se vio obligada a soltar aquella jeringa humana que continuaba eyaculando a chorros sobre su rostro. 

– ¡Madre santa! — Exclamó Bella tosiendo varias veces Tenía el cabello y la cara inundados de la blanca y viscosa leche del padre — ¡Qué barbaridad padrecito! ¡Creo que me tragué más de la mitad!... ¡Que lechada me ha dado!... Esto solo lo había visto en los videos para adultos; pero jamás me imaginé que yo iba a hacerlo. 

El padre Ambrosio, demasiado agitado para poder contestar, veía complacido como su joven discípula separaba su cabeza de la almohada para deslizar sus labios por todo el largo de ese endurecido miembro, lamiendo y relamiendo incansablemente el pegajoso y blanco semen que aún erupcionaba por la punta de esa descomunal erección. 

Pasado un rato el robusto sacerdote se incorporaba poniendo una de sus manos en el hombro de Bella mientras con la otra empuñaba su todavía excitado miembro con el que hacía libidinosas caricias en los desnudos senos de la jovencita, la cual con su acostumbrada sensualidad para hablar le susurró en voz baja palabras de invitación al dialogo, observando, al hacerlo el efecto que causaban en el respetable miembro del padre Ambrosio, que de nuevo adquiría la acostumbrada rigidez con la que empezó la contienda. 

— ¡Padre!… ¡Padrecito!… ¿Puedo considerarme por fin perdonada?... ¿Estoy libre de castigos?... o… ¿hay alguna otra cosa que quiera que yo haga? 

Era evidente lo mucho que la hermosura de la joven Bella, así como la inocencia e ingenuidad de su carácter excitaban al ya de por sí sensual sacerdote. Saberse triunfador de tener entre sus manos a esa tierna y sensual chiquilla, absolutamente impotente y temerosa, la delicadeza, sensualidad y refinamiento de la muchacha, todo ello conspiraba al máximo para despertar sus licenciosos instintos y sus degenerados deseos. Era suya, suya para gozarla a voluntad, suya para satisfacer cualquier capricho de su insensata lujuria Tras las acciones consumadas, esta vez la dulce chiquilla estaba lista para entregarse a los más desenfrenados actos de corrupción, que en su lujuriosa mente, el sacerdote había planeado paso a paso. Así que sujetándola con firmeza del hombro y deslizando esa caricia hacía el cuello con su enorme y caliente mano, le contesto: 

— ¡Desde luego que no hija mía! — Exclamó Ambrosio, cuya lujuria, de nuevo encendida, volvía a asaltarle violentamente ante tal solicitud — El perdón total y absoluto que quieres, aún esta muy lejos en el horizonte, pero te aseguro que ya has dado el primer y más importante paso con el que sin duda lo alcanzarás. La penitencia de tu falta no puede terminar con tan solo esto mi dulce chiquilla, el siguiente paso que tendrás que dar dentro de esta penitencia que ya has empezado y para la cual ya no hay marcha atrás, será acoplarnos cuerpo a cuerpo para un apareamiento normal, acción que como ya sabes, consiste en la penetración de tu cuerpo por un miembro masculino y según sé por tus últimas confesiones, has estado buscando quien te inicie en ésta actividad. Por otra parte, siendo la primera vez que lo haces, y tomando en cuenta el tamaño de burro con el que te vas a acoplar, debo advertirte que sufrirás al grado del llanto en cuanto empecemos. 

— ¡Padre!... es que… no lo sé, no vengo preparada para eso — Inquirió Bella. 

Por lo que el buen padre tranquilizándola, le dijo: 

— No debes temer, hija mía, se bien cual es tu preocupación. En cuanto a la protección anticonceptiva que ya te aclaré que está prohibida por la iglesia, te diré que de acuerdo a tus confesiones conozco bien tus ciclos menstruales los cuales son perfectamente regulares y en este momento estas disponible para no incurrir en riesgo alguno para el acto que estamos por realizar, el cual será la cópula natural practicada por los matrimonios con fines reproductivos. De no haber sido así, tendríamos que continuar con otro acto todavía más doloroso, el cual no dudes que tendré que practicártelo más adelante, aunque haciendo honor a la verdad, debo decirte que una vez acoplados, te haré disfrutar como no tienes una idea, si crees que la masturbación que te practiqué fue placentera para tu cuerpo, ésta palidecerá cuando conozcas el orgasmo copular, que solo se logra a través de estos actos con los que vas a expiar tu culpa. 

Excitada por la seductora explicación, y sabedora de que para ella no había otra salida que acceder a las peticiones del buen sacerdote, Bella aceptó de inmediato. 

— ¡Está bien padrecito!... ¡Lo soportaré todo! — Replicó Bella — ¡Tiene usted razón!, deseo experimentar esa dicha que he estado buscando y que estoy ansiosa por conocer. 

— ¡Pues desnúdate Bella! — Ordenó el padre Ambrosio — Quítate todo lo que pueda entorpecer o trabar nuestros movimientos, que te aseguro serán en extremo violentos. 

Cumpliendo la orden, Bella se despojó rápidamente de sus vestidos y buscando complacer a su confesor con la plena exhibición de sus encantos a fin de que su miembro se alargara en proporción a lo que ella mostrara de sus desnudeces, se despojó de hasta la más mínima prenda interior, para quedar tal como vino al mundo. 

El padre Ambrosio quedó atónito ante la contemplación de los encantos que se ofrecían a su vista. La amplitud de esas caderas, los capullos de sus senos, la nívea blancura de su piel, suave como el satín, la redondez de sus nalgas y lo rotundo de sus muslos, el blanco y plano vientre con su adorable monte y por sobre todo, la encantadora hendidura rosada que destacaba debajo del mismo, asomándose tímidamente entre los muslos, hicieron que él buen padre se lanzara sobre la joven con un rugido de león hambriento. 

Ambrosio atrapó a su víctima entre sus brazos. Oprimió su cuerpo suave y deslumbrante contra el suyo. La cubrió de besos lúbricos, y dando rienda suelta a su licenciosa labia, prometió a la jovencita todos los goces del paraíso mediante la introducción de su gran aparato en el interior de su vulva. 

Bella acogió estas palabras con un gritito de placer y cuando su excitado estuprador la acostó sobre sus espaldas sentía ya la anchurosa y tumefacta cabeza del gigantesco pene presionando los calientes y húmedos labios de su virginal orificio. El santo varón comenzó a empujar hacia adentro con todas sus fuerzas, hasta que la gran nuez de la punta se llenó de humedad secretada por la sensible vaina. 

La pasión enfervorizaba a Bella. Los esfuerzos del padre Ambrosio por alojar la cabeza de su miembro entre los húmedos labios de su rendija en lugar de disuadiría la espoleaban hasta la locura y finalmente, profiriendo un débil grito, la chica se inclinó hacia adelante expulsando el delicioso tributo de su lascivo temperamento. Esto era exactamente lo que el desvergonzado sacerdote esperaba. En cuanto la dulce y caliente emisión de su bella penitente humedeció la tremendamente endurecida punta de su miembro, empujó resueltamente 

— ¡Ohuu!… Padrecito… esto duele… ¡Uff!… ¡Oh Dios!... No se si pueda. — Se quejaba Bella clocando sus manos en los musculosos brazos del sacerdote, pero el primer avance de la penetración ya se había producido presionando con fuerza el elástico sello de virginidad que amenazaba con romperse en cualquier momento. 

— Iremos despacio preciosa, muy pero muy despacio. — Aclaró Ambrosio cuya ansiosa excitación era más que evidente tanto por la expresión de su rostro como por su agitada respiración. — Extiende tus piernas y coloca tus manos en este tronco para que lo sujetes, así, eso es, como si tu te lo estuvieras clavando. 

Bella había tomado el tronco de esa enorme verga con ambas manos colocando un puño encima del otro para evitar la penetración completa como le había indicado el sacerdote. Un empujón más y otro avance se produjo en la introducción, ahora Bella lanzaba el grito de dolor que anunciaba la perdida irreparable de su virginidad, un par de avances más se produjeron y de un solo golpe Ambrosio introdujo el resto de su voluminoso apéndice en el interior de la hermosa muchacha teniendo como límite las empuñadas y pequeñas manos de Bella que seguían crispadas a esa monumental erección. 

— ¡Ohuuu!... ¡No!... ¡Pare!, ¡Pare por favor padrecito! — Suplicaba Bella al sentir el decidido avance que aplastaba sus manos mientras sus piernas extendidas a ambos lados del sacerdote temblaban de dolor sin aportar ningún movimiento de defensa. 

Pero el marrullero sacerdote que sabía bien que a esas alturas del juego esta víctima ya era suya, empujó resueltamente mientras la sujetaba de las piernas con ambas manos sin preocuparse de los esfuerzos que la chica hacía por seguir poniendo un límite a la inevitable entrada, la cual tuvo que permitir poco a poco, cediéndole terreno al ansioso sacerdote, hasta que tuvo que soltar por completo ese respetable miembro para colocar sus manos en el velludo pecho del sacerdote, como si quisiera con esa acción seguir limitando el brutal ataque al que estaba siendo sometida. 

Sin embargo, una vez que Bella se sintió empalada por la entrada de la mitad de ese terrible miembro en el interior de su tierno cuerpo, perdió el poco control que conservaba, y olvidándose del dolor que sufría rodeó con sus piernas las espaldas del sacerdote y alentó a su enorme invasor a no guardarle consideraciones. 

— Mi tierna y dulce chiquilla —murmuró el lascivo sacerdote—. Mis brazos te rodean, mi arma está hundida a medias en tu vientre. Pronto serán para ti los goces del paraíso. 

Las partes de Bella se relajaron un poco y Ambrosio pudo penetrar unos centímetros más. Su palpitante miembro húmedo y desnudo, había recorrido la mitad del camino hacia el interior de la jovencita. El placer del sacerdote era intenso y la cabeza de su instrumento estaba deliciosamente comprimida por la vaina de Bella. 

— ¡Adelante, padrecito! Estoy segura que puedo con todo. — Exclamó Bella. 

El confesor no necesitaba de este aliento para inducirlo a poner en acción todos sus tremendos poderes copulatorios. Empujó frenéticamente hacia adelante, y con cada nuevo esfuerzo sumió su cálido pene más adentro, hasta que, por fin, con un golpe poderoso lo enterró hasta los testículos en el interior de la vulva de Bella. Esta furiosa introducción por parte del brutal sacerdote fue más de lo que su frágil víctima, animada por sus propios deseos pudo soportar. Con un desmayado grito de angustia física, Bella anunció que su estuprador había vencido toda la resistencia que su juvenil carne había opuesto a la entrada de ese miembro y la tortura de la forzada introducción de aquella masa borro la sensación de placer con que en un principio había soportado el ataque. Enseguida Ambrosio lanzó un rugido de alegría al contemplar la hermosa presa que su serpiente había mordido. Gozaba con la víctima que tenía empalada con su enorme ariete, sentía el enloquecedor contacto con inexpresable placer mientras veía a la hermosa muchacha estremecerse por la angustia de su violación. Su natural impetuoso había despertado por entero. Pasare lo que pasare, disfrutaría hasta el máximo. Así pues, estrechó entre sus brazos el cuerpo de Bella y la agasajó con toda la extensión de su inmenso miembro. 

— Hermosa mía, realmente eres incitante. Tú también tienes que disfrutar. Te daré toda la leche que he acumulado en la espera paciente de este momento. Pero antes vamos a jugar un poco con todos estos encantos que tan bien desarrollados tienes a tu corta edad. Ahora preciosa regálale unos besitos a tu confesor, que luego yo probare con mis labios y dientes la dureza de tus encendidos senos, que según veo están que revientan por la excitación. 

Bella obedeció aplicando con la punta de sus labios pequeños besos de niña al picante rostro del excitado sacerdote mientras este le extendía los brazos para sujetarle las muñecas de ambas manos a unas cintillas de amarre previamente colocadas para ese fin y una vez que la penitente estuvo atada y con sus brazos extendidos, dejó caer su cabeza hacia atrás para casi de inmediato sentir como caía sobre ella un verdadero diluvio de besos que la hacían retorcerse de placer y tironear con fuerza los amarres de sus manos. 

— ¡Ohu!... Padrecito… ¡Por favor!... ¡Por favor!... Siento como que me muero… ¡Me muero! 

Era la primera vez que Bella era agasajada por un hombre, pero este no era un agasajo de novios, pues tratándose de nuestro buen padre Ambrosio este era uno de los más bestiales y abusivos agasajos. Sin ningún miramiento pudor o delicadeza el buen padre saciaba por completo el ansioso deseo que las hermosas formas de ese juvenil cuerpo despertaban en él. 

Firmemente empotrado en aquella apretada vaina y saboreando profundamente los deliciosos encantos de esa flor, Ambrosio no era hombre que fuera a detenerse ante falsos conceptos de piedad, inmediatamente empezó a moverse, mientras lo hacía podía sentir la suma estrechez de los cálidos pliegues de carne en los que estaba encajado y empujó clavándose fuertemente con cada impulso de entrada sin preocuparse por el dolor que su miembro provocaba a su victima, sólo predominaba en él su ansioso deseo de procurarse el máximo deleite posible haciendo pausas solo para rociar de besos los abiertos y temblorosos labios de la pobre Bella. 

Por espacio de unos minutos no se oyó Otra cosa que los jadeos y sacudidas con los que el lascivo sacerdote se entregaba a darse satisfacción y el glu–glu de su inmenso pene cuando entraba y salía del sexo de la bella penitente. 

Pero la naturaleza hacía valer sus derechos también en la persona de la joven Bella. El dolor de la dilatación se vio bien pronto atenuado por la intensa sensación de placer provocada por la vigorosa arma del santo varón y no tardaron los quejidos y lamentos de la linda chiquilla en entremezclarse con sonidos medio sofocados que desde lo más hondo de su ser expresaban el extremo deleite que esos vigorosos movimientos le provocaban. 

— ¡Padre! ¡Padrecito, mi querido y generoso padrecito!.. . ¡Oh!... ¿qué es lo que siento? 

El lujurioso sacerdote veía con una amplia y maliciosa sonrisa el efecto que le provocaba a la linda chiquilla con el desahogo de su propio placer mientras continuaba moviéndose furiosamente hacia adelante y hacia atrás, penetrando a Bella en cada nueva embestida con todo el largo de su miembro, el cual hundía hasta los rizados pelos del tronco raíz de su enorme verga. 

Al cabo, Bella no pudo resistir más y obsequió al excitado violador una cálida emisión que humedeció todo su rígido miembro. Resulta imposible describir el frenesí de lujuria que en aquellos momentos se apoderó de la joven y encantadora Bella. Se aferró con desesperación al fornido cuerpo del sacerdote, que agasajaba a su voluptuoso y angelical cuerpo con toda la fuerza y poderío de sus viriles estocadas y lo alojó en su estrecha y resbalosa vaina hasta los testículos. Pero ni aún en su éxtasis Bella perdió nunca de vista la perfección del goce. El santo varón tenía que expeler su semen en el interior de ella, tal como él se lo había descrito y la sola idea de ello añadía combustible al fuego de su lujuria. 

El padre Ambrosio hundió hasta la raíz su miembro de semental en la vulva de Bella, para anunciar entre suspiros que al fin llegaba la leche, la excitada muchacha se abrió de piernas todo lo que pudo y en medio de gritos de placer recibió la descarga del buen padre en sus órganos vitales. 

Así permaneció el buen padre por espacio de varios segundos, clavado en las entrañas de su victima, ejecutando el reflejo de adentrarse cuanto podía, eyaculando una tras otra sus descargas de semen, cada una de las cuales era recibida por Bella con profundas manifestaciones de placer traducidas en gritos y contorsiones. Tras las violentas emociones la jovencita sentía que había quedado completamente lechada y quedó como muerta, con la cabeza caída hacía atrás y el cuerpo en actitud de total abandono, el impacto emocional de esa extraña y novedosa sensación la había dejado postrada, completamente inerte y a merced de los abusivos agasajos que el lujurioso sacerdote seguía dándole a su tembloroso cuerpo. Bella por fin había conocido el Orgasmo y como bien le dijo su confesor, esa sensación hacía palidecer por completo todas las anteriores excitaciones que había experimentado en su cuerpo. No obstante el hecho de haber terminado, el buen sacerdote no tenía en absoluto intenciones de desmontar a la recién desflorada chica, cabe mencionar que su capacidad para repetir estos actos copulares en forma natural ya de por si era notable en el buen padre, pero en esta ocasión en la que se había preparado en forma tan especial debido a que había tomado fármacos para prolongar la erección antes de la cita con Bella, los poderes copulatorios de este sacerdote apenas empezaban a desatarse y ahora Bella tendría que gozar tantas veces como el sacerdote necesitara para mitigar esa espantosa lujuria.

8/9/12

Tomorrow will Never Come







You gonna kill?


See I still have this, this male aggression thing and I don't know if you're gonna kill me and I don't care, enough's enough.


Cause we were getting twenty gunshots that night and I couldn't figure out where they were coming from. I went out there and found out everybody was shooting everybody. There's a lot of stress in that city, in Detroit as far as stopping crime if you wanna stop the crime, you better talk to John Nichols cause he knows what he's doin'.


Man you know how it feels, I feel worse tonight. That man, if I wanted him to listen, get up and go to Beverley and leave me alone, he would do it. He has a father complex, I wish he was the father complex, he's sixty-eight years old and he'd still kick my ass even though I can deep squat for 2000 or so. I don't have any fun, at all. That's the least of problems. There ain't no fun out there killing people, no.


I've got a certain amount of common sense. I know the precedence of morals, and whether you believe it or not you've taught me a lot. Don't worry if you wanna screw off the past...


I'm scared of you! Who do I go to? Where do I go? Nothing that you knew you were doing 'cept I've always known what I was doing. Dr. Fratelli said, "Gerald, there's nothing wrong with you. You are so sane you're insane!"


I don't have no fun, ever! You worked thirty years at Chrysler's, well hell I got fifteen years seniority there, what are you talkin' about? I don't have no fun at all!


What, it's very fashionable to say that it's schizophrenia so I guess I'm unfashionable.


Which would you rather have: sleeping a lot and staying on the subject or being more awa- I'm sleeping a lot, I'm being awake, cause I feel now that I've got a fairy friend out of childhood who got very anxious around people. And last Yuletide took the resolution: "I don't like people." And my reply, this Yuletide, is: "Mad chicken."



Charles Bukowsky





7/9/12

Water Light Graffiti

























The "Water Light Graffiti" is a surface made of thousands of LED illuminated by the contact of water. You can use a paintbrush, a water atomizer, your fingers or anything damp to sketch a brightness message or just to draw. Water Light Graffiti is a wall for ephemeral messages in the urban space without deterioration. A wall to communicate and share magically in the city.








5/9/12

de: Un viaje para Citera






Mi corazón, como un pájaro, volaba todo alegre
y se cernía libremente alrededor de los cordajes;
el navío marchaba bajo un cielo sin nubes,
como un ángel ebrio de sol radiante.