12/8/09

El Albatros



Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.


Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.


Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!


El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.














El guardian del hielo



Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil


Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
Yo soy el guardián del hielo.







La balada de la masturbadora solitaria







" Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.


Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.


De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.


Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndos en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.


Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.


Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.

1/8/09

La Oruga



Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente, trabajosamente,
pero sé que mañana serás del aire.


Hace mucho supe que no eras un animal terminado
y como entonces
arrodillado y trémulo
te pregunto:
¿sabes que mañana serás del aire?
¿Te han advertido que esas dos molestias aún invisibles
serán tus alas?
¿Te han dicho cuánto duelen al abrirse
o sólo sentirás de pronto una levedad, una turbación
y un infinito escalofrío subiéndote desde el culo?


Tú ignoras el gran prestigio que tienen los seres del aire
y tal vez mirándote las alas no te reconozcas
y quieras renunciar,
pero ya no: debes ir al aire y no con nosotros.




Mañana miraré sobre las cucardas, o más arriba.
Haz que te vea,
quiero saber si es muy doloroso el aligerarse para volar.
Hazme saber
si acaso es mejor no despejar nunca la barriga de la tierra.

El cuarto doble






Un cuarto que parece un desvarío, un cuarto verdaderamente espiritual, donde la atmósfera estancada está ligeramente teñida de rosa y de azul.
El alma allí toma un baño de pereza, aromatizado por el remordimiento y el deseo. Hay algo de crepuscular, de azulado y de rosado, un delirio de deleite durante un eclipse.


Los muebles tienen formas alargadas, postradas, lánguidas. Los muebles tienen aire de soñar; se dirá dotados de una vida sonámbula, como lo vegetal y lo mineral. Las materias hablan una lengua muerta como las flores, como los cielos, como los soles ponientes.


Sobre los muros ninguna abominación artística. Relativamente al sueño puro, a la impresión sin analizar, el arte definido, el arte positivo es una blasfemia. Así, todo tiene la suficiente claridad y la deliciosa obscuridad de la armonía.


Un aroma infinitesimal de la elección más exquisita, a la que se mezcla una muy ligera humedad, nace en esta atmósfera donde el espíritu durmiente es mecido por sensaciones de sofocación.


La muselina cae abundantemente delante de las ventanas y delante de la cama; se expande en cascadas nevosas. Sobre esa cama está acostado el Ídolo, la soberana de los sueños. ¿Pero cómo está ella ahí? ¿Quién la ha traído? ¿Qué poder mágico la ha instalado sobre ese trono de desvarío y deleite? ¡Qué importa! ¡Allá está! Yo la reconozco.


Vean bien esos ojos cuya llama atraviesa el crepúsculo; esos sutiles y terribles mirones, que reconozco por su tremenda malicia! Atraen, subyugan, devoran la mirada del imprudente que los contempla. Frecuentemente los he estudiado, esas estrellas negras que comandan la curiosidad y la admiración…


¿A qué demonio benevolente debo el estar así rodeado de misterio, de silencio, de paz y de perfumes? ¡Oh Beatitud! Eso que nombramos generalmente la vida, aún en su expansión más feliz, no tiene nada en común con esa vida suprema de la que ahora tengo conocimiento y que saboreo minuto por minuto, segundo por segundo.


¡No! ¡No hay más minutos! ¡No hay más segundos! El tiempo ha desaparecido: es la Eternidad que reina, una eternidad de delicias.


Pero un golpe terrible, torpe, resuena en la puerta, y, como en los sueños infernales, me ha parecido que recibía un golpe de azadón en el estómago.
Y luego un Espectro ha entrado. Es un oficial que viene a torturarme en nombre de la ley; una infame concubina que viene a gritar miseria y a agregar las trivialidades de su vida a los dolores de la mía; o bien el testaferro de un director de diario que reclama el término de un manuscrito.
El cuarto paradisíaco, el ídolo, la soberana de los sueños, la Sílfida, como decía el gran René, toda esa magia ha desaparecido al golpe brutal asestado por el Espectro.


¡Horror! ¡Me acuerdo! ¡Me acuerdo! ¡Sí! Esa choza, esa estancia del eterno tedio, es bien la mía.


He aquí los muebles fatuos, polvorientos, descornados; la chimenea sin llama y sin brasa, manchada de escupidas; las ventanas tristes donde la lluvia ha trazado surcos en la polvareda; los manuscritos, tachados o incompletos; el almanaque donde el crayón ha marcado las fechas siniestras!
Y ese perfume de otro mundo, en el que me embriago con una sensibilidad perfeccionada, ay!
Ha sido reemplazado por un fétido olor a tabaco mezclado con no sé qué nauseabundo moho.


Se respira aquí ahora lo rancio de la desolación.


En ese mundo estrecho, más sí pleno de disgusto, un solo objeto conocido me sonríe: el frasco del láudano; un viejo y terrible amigo; como todos los amigos, ay! fecundo en caricias y en traiciones.


¡Oh! ¡Sí! El Tiempo ha reparado; el Tiempo reina soberano ahora; y con el horroroso viejo ha vuelto todo su demoníaco cortejo de Recuerdos, de Remordimientos, de Espasmos, de Pavor, de Angustias, de Pesadilla, de Cóleras y de Neurosis.


Yo les aseguro que los segundos ahora están fuertemente y solemnemente acentuados, y cada uno, saltando del péndulo, dice: "¡Yo soy la Vida, la insoportable, la implacable Vida!"


No hay más que un Segundo en la vida humana que tenga la misión de anunciar una buena nueva, la buena nueva que causa a cada uno un inexplicable pavor.


¡Sí! El Tiempo reina: ha retomado su brutal dictadura. Y me empuja con su doble aguijón. —" ¡Y arre así! ¡Borrico! ¡Suda así, esclavo!, ¡Vive así, maldito!

El Principio

“En estos tiempos queme han tocado vivir la tecnología se ha convertido en una compañera traicionera. Disfrazada de adelantos acecha un monstruo capaz de destruir sueños. La fantasía es un valor que por desgracia, ha sucumbido entre todas esas pantallas encendidas de millones de ordenadores. Se ha perdido su valor intentando sobrevivir a la apabullante información que abre los ojos de las nuevas generaciones a la realidad. Esta visto que no es un valor en alza, en una sociedad donde el lema “el fin justifica los medios” es el credo y el opio del pueblo. Para ellos, “nosotros” somos tan solo eso, las fantasías de la mente enfermiza de algún campesino serbio en el siglo XVIII.


Hace unas semanas me sorprendía leer un reportaje en el que alguien ofrecía una recompensa de medio millón de dólares por un vampiro vivo. No creen en nosotros... pero desean creer, desean saber que el suelo de la inmortalidad no es un concepto pasado de moda. Que aquellos también pueden llegar a dominar en ultimo termino al tiempo y a la muerte...”


Así mataba el tiempo Christian de Lefhren en la mesa del restaurante situada junto a la ventana que ofrecía una vista panorámica de la calle. La gente iba y venia bajo un cielo negro poblado de estrellas que competían, por ocupar su espacio en la bóveda nocturna, con los rascacielos. La ciudad New York había sido su refugio, su ultima esperanza para alcanzar un sueño que le atormentaba desde hacia varios años en el que debería ser su descanso diurno. Las imágenes cada vez eran mas claras. Sin embargo tardo mucho en averiguar que significación podía tener. Su niñez en la granja de su tío Phoenix, aquel cielo tan limpio el olor de la montaña. El sol abrasando el suelo quemando su piel. Y luego abrir los ojos, verse rodeado de oscuridad, empapado en sudor con las uñas clavadas en las palmas de las manos. Añoraba aquellos momentos en que aun era mortal, cuando apenas tenia catorce años, y el momento de su transformación aun quedaba lejos. Ahora lo veía claro. Añoraba volver a ser mortal ¿Pero a quien se podrían revelar estos secretos? Y lo mas importante, ¿quién podría prestarle ayuda?. Deambulando por el mundo llego a la urbe de metal y luz que era N. Y. y allí encontró a Patrick, un joven científico, amante de la poesía, los viajes y con una fe absoluta en lo que Christian era. Le había explicado, como ultima esperanza su historia y su deseo de volver a ser un hombre mortal. Vio su mente, abierta a esta historia sabia que le creía. Y su corazón era bueno y honesto. No saldría corriendo o se reiría de el a la cara.


Desde aquel día Patrick había volcado todo su tiempo en buscar junto a Christian la “piedra filosofal del vampiro”, aquello que convertiría de nuevo su cuerpo inmortal en la mortaja de un alma humana.


Patrick dejo de lado sus investigaciones para emprender el largo viaje que suponía enfrentarse con la fantasía y lo sobrenatural desde su ojos, acostumbrados junto a su cerebro, a trabajar con hechos probados experimentalmente. –Tu postura es sin duda extraña-, le había comentado mas de una vez Christian, -un hombre de ciencias dispuesto a auxiliar a la muerte en vida-.


Pero aquellas ideas no importaban en ese momento. Patrick le había llamado, tenia grandes noticias. Y debían de ser algo realmente bueno porque su voz al otro lado del micrófono sonaba eufórica, casi rozando la histeria.


Christian tenia la cabeza ligeramente apoyada contra la cristalera mirando distraídamente la calle que se extendía hacia delante. De entre la multitud que venia por la avenida surgió su amigo. Le vio entrar en el restaurante y lo observo detenidamente mientras cruzaba el comedor hacia el. Un joven de veintisiete años, un metro setenta de inteligencia, huesos (demasiado delgado para llegar a ser apetecible para Christian) y belleza. Pero eso si, Patrick era un tipo atractivo de piel morena, ojos azules, el pelo largo recogido en la nuca, siempre de riguresa negra La única nota de color en su atuendo era el abrigo granate que llevaba en aquellos momentos.


Cuando llego a su mesa le saludo con una sonrisa resplandeciente. Mientas se sentaba delante de el, a Christian le llego el olor a tabaco y Whisky que sutilmente desprendía Patrick.


-¿Has estado celebrando algo?- pregunto el vampiro.


Después de haber rechazado la carta de platos que la había entregado el camarero y de haber pedido otro Whisky -el mas caro, mi colega invita hoy- se froto las manos como intentado quitarse de encima un frió imaginario que entumecía sus huesos.


-Querido, Christian, hoy es sin duda un día entero que celebrar. No hablo de un acontecimiento en concreto, sino de las veinticuatro oras... enteras-


El camarero reapareció con la bebida que dejo despacio sobre una servilleta en el mantel. Patrick le siguió con la mirada mientas aseguraba que se alejaba lo suficiente. Tomo la copa, la movió hacia los lados y le dio un trago. Luego encendió otro cigarrillo mientras miraba de reojo el cartel en la pared que dibujaba un cigarro, como el suyo, tachado.


-¿Para que están las normas sino para saltárselas?- se pregunto a si mismo.


Mientas, Christian trataba da toda costa digerir un solomillo prácticamente crudo, peleándose con las verduras en miniatura que servían de guarnición y que lo asaltaban por todos lados.


-¿Cuánta carne has comido hoy?- Pregunto Patrick


-este es el primer trozo que llega a mi estomago. No me sabe a nada, no me huele a nada. Lo odio-


-Paciencia, amigo mío- le animo mientras sacaba del interior del abrigo una botellita de cuero. Derramo un poco de liquido morado casi negro, en la copa de vino de Christian. Este lo aferró entre sus manos e ingirió el liquido con voracidad. Una mueca de desagrado se dibujo en su cara.


Dejo caer su cuerpo como un pez muerto sobre el asiento con los brazos colgando a ambos lados de la silla.


-Se que no tiene el mismo efecto que la sangre tomada del cuello de algún joven pero al menos te ayudara a pasar el trance de la sed un poco mejor-


La cabeza le pesaba, la sangre mezclada con el vino le latía en las sienes y los ojos le ardían. Se paso la lengua por los labios rozando los colmillos que inconscientemente habían crecido al paso de la sangre tomada del cuello, sedientos de carne que fuera.


-No te des por vencido, amigo mío- le susurraba Patrick entre dientes inclinando lentamente sobre la mesa – Ahora no, lo tenemos ahí mismo. Jamás me he acercado tanto como esta vez.


Christian enloquecía por segundos en su asiento. Una locura silenciosa que envenenaba su mente, que le empujaba con unas ansias irrefrenables a saltar atravesando la cristalera que tenia a su lado y perderse en los callejones de la ciudad acechando, como el depredador que era, para saciarse.


Poco a poco las nauseas que le producía el sabor de la carne en la boca fueron desapareciendo, todo volvía a la normalidad a su alrededor. El trance pasaba poco a poco. Y Patrick se había dado cuanta de ello. Dejo un par de billetes sobre la mesa y ayudo a Christian a ponerse en pie para salir juntos a la calle. Afuera hacia una ligera brisa que refresco el rostro encendido del vampiro. Cerro los ojos y dejo que el aire jugueteara con su pelo y le besara en las mejillas.


Aquella era una de las pequeñas cosas que echaría mas en falta de su existencia como un ser inmortal si alguna vez volvía a ser un hombre “normal”. Porque un mortal jamás podrías sentir el aire o el agua de la lluvia como solo puede sentirlo un vampiro.


-Tienes que perder toda humanidad para apreciar algo tan ridículo como eso- solía explicarle Christian a Patrick en alguna de sus numerosas charlas al atardecer.


Caminaban despacio por la calle, sin llamar la atención, procurando pasar lo mas inadvertidos que podían. A simple vista podía parecer que todo marchaba bien... lo parecía. Porque Christian había presentido algo... en la otra esquina de la calle por la que caminaban. A sus espaldas surgieron unos cuchicheos, unos movimientos furtivos, unos ojos le observaban curioso desde las sombras de un callejón.


Se paro en seco en medio de la calle. Patrick siguió caminando unos metros mas en silencio hasta que advirtió que su compañero analizaba el espacio que les rodeaban.


-¿Qué es lo que sucede?- pregunto.


Christian llevo el dedo índice a los labios, diciéndole un gesto para que guardara silencio y luego extendió la mano y señalo hacia un callejón que se adentrara entre dos edificios.


-Están allí, se esconden. Tienen miedo de algo pero no soy yo a quien temen-


Miro a Patrick. Vio un resplandor en sus ojos, un destello de complicidad. Había encontrado la forma de que todo aquello acabara, Amarrándole fuertemente por el brazo lo arrastro calle abajo, cruzo con el carreteras hasta llegar a la casa del científico. Entraron por la ventana del patio interior del edificio, Christian tenia demasiada prisa como para utilizar el método mortal.


Entro y dejo a Patrick, grácilmente, sobre el suelo de la cocina. Este se deshizo de las manos del vampiro con rapidez, nerviosismo y rabia.


-¡Estas loco o que te ha sucedido!- No vuelvas a hacer eso de nuevo o jamás me volverás a ver. Tendrá que ayudarte el mismísimo Belcebú si vuelves a hacer trucos de vampiro como ese- chillaba su compañero mientras se dirige hacia el salón de la casa.


Paso entre los sofás de cuero en el centro de la sala colocados alrededor de una mesa de cristal y roble. Un mueble repleto de estanterías había sido colocado en la pared oeste, de esquina a esquina colecciones de manuscritos, libros, trofeos de universitario y algún que otro álbum de fotos y recortes de periódico ocupaban los huecos.


En el techo, , unos pequeños focos de luz indirecta derramaban su claridad en todas direcciones, haciendo mas énfasis en la pared este donde lucían implacables diplomas de idiomas, cursos de genética el fraguado en ciencias químicas de Patrick. El salón lo complementaba una pantalla de televisión de grandes dimensiones y al norte una amplia ventana que ocupaba un hueco entre el techo y el suelo. Desde allí, la ciudad le hacia un guiño de complicidad a Christian, gritándole que deseaba volver a sentir sus pasos por sus arterias de luz, ruido y cemento.


-Querida mía, hoy no. Hoy tal vez será el ultimo día que te vea como ahora-.


Desde otra habitación contigua a la sala. Patrick apremio a su amigo a que abandonara sus pensamiento y se reuniera cono el allí. Al entrar Christian noto el olor a metal, electricidad y cables. Era un recinto de paredes acolchadas y techo cubierto de paneles de metal que reflejaba toda la estancia. En el centro había una camilla parecida a la de un cirujano con correas a los lados. Un .......... se unía a la cabecera por una serie de terminales eléctricas que terminaban en un monitor a la izquierda de la camilla. La estancia de por si tenia el aspecto de sala de experimentos humanos que pudiera aparecer en cualquier película de terror de serie b. Para acentuar este ambiente, una maquina enorme se asentaba en la pared izquierda. En su centro había una pantalla de televisión que en aquellos momentos aparecía en negro. Además de este, Christian puede observar infinidad de palancas y botones. Y para terminar de acongojar al humano que aun llevaba dentro, un pequeño armario de cristal con ruedas, seguramente cedido por algún amigo medico de Patrick había sido colocado bajo la única ventana de la habitación que como no había sido cubierta por otras palancas de metal. Dentro había gasas, bisturís, botes con líquidos de color oscuro que gracias a su olfato pudo determinar que se trataban de yodo, algo que parecía alcohol para desinfectar, ampollas y jeringas.


Patrick señalo con un gesto de cabeza para que Christian se recostase en ella. A continuación acerco una sella y se sentó con los codos sobre la camilla. Pareció pensativo durante unos instantes, ni un pestañeo y luego con un profundo suspiro añadió:


-He descubierto la forma de devolverte a tu estado mortal-


Los ojos de Christian se abrieron de par en par. La inmortalidad había dado un giro de ciento ochenta grados. ¡Volvería a ser humano!


-¿Recuerdas la ultima vez que dormiste en mi casa? Hará de eso unas cuatro semanas. Temías por mi vida porque estabas convencido de que algo acechaba nuestras investigaciones-


-Si, lo recuerdos perfectamente- respondió Christian.


-Mientras dormías, te conecte al procesador de tus ondas subconscientes que todo mundo provoca cuando dormimos. Es el llamado estado REM del sueño. La maquina que tienes a tu espalda tan solo tiene la función de reproducir a una dimensión mas avanzada esas ondas. Y por ultimo, la pantalla mas grande del grupo es un simulador de realidad virtual que decodifica esas ondas por lo tanto...-


-Puedes ver todo lo que uno sueña-


-Veo que además de especial eres inteligente. Si, querido amigo, soy capaz de ver los sueños pero hay algo mas. Las ondas que provocas durante el sueño son distintas a las que producen los mortales. Por decirlo de alguna manera hay espacios vacíos entre ella. Puede deberse a tu cambio. Esos espacios en blanco son utilizados de forma correcta puede alterar el curso de los acontecimientos pero solo si ya han sucedido. Podemos alterar el pasado.-


-¿Entonces, me estas diciendo que además de ser un chupa sangre en mi cabeza tengo la puerta para alterar mi pasado? ¿Y como pretendes utilizar eso?-


-De una forma muy fácil. Debes tener un sueño lúdico. Te lo explicare. Deberás soñar de la forma mas clara posible el momento en que fuiste convertido en vampiro. En el sueño ere capaz de hacer lo que quieras., eres capaz de evitar que suceda porque juegas con la ventaja de saber de antemano que va pasar y en que momento. Tan solo tendrás que impedir que suceda tu transformación. En el momento en que destruyas al vampiro que te convirtió, yo desde esta sala haré que coincida con un de esos espacios en blanco en tus ondas cerebrales y con un complejo sistema te devolveré a esta realidad... convertido en mortal.-


Era un proceso arriesgado, un procedimiento complicado pero por otro lado era la oportunidad que Christian había estado esperando durante tanto tiempo, La duda le asalto durante un instante pero no fue ningún impedimento para que diera campo libre a su compañero para que operase el cambio.


Después de atar las correas “por seguridad” como había dicho Patrick una pequeña dosis de anestesio hizo el resto. En cuestión de segundos cayo en un profundo sueño. Al principio solo le rodeaba un dulce sopor y la oscuridad pero su mente no le dejo mucho tiempo de tranquilidad. Un resplandor que lo inundo todo y allí se encontraba. Reconoció al instante el parque de Londres. El ambiente caluroso y la noche aunque cerrada de oscuridad era acunada por la luz de una inmensa luna llena. Cuando realmente sucedió el terrible encontronazo con Asiel, no podía percibir nada fuera de lo normal. Sin embargo en aquel instante en el aire se respiraba una tensión, el aroma que desprende la muerte cuando acecha a su victima.


-Esto es terrorífico- pensó en voz alta Christian mientras miraba a su alrededor.-


-Lo estas haciendo francamente bien amigo- la voz de Patrick retumbo en todo el parque, la oía en los árboles, en el suelo, en el aire. Era como si el mismísimo Dios o tal vez Lucifer le hubiera hablado animándole a descubrir el secreto de los visionarios. La puerta hacia el mas allá.


-Patrick ¿eres tu? ¿puedes oírme?-


-Si, aquí estoy. Te hablo desde tu otra realidad. ¿sabes que ahora misma si quisiera podría acabar contigo? Siempre quise decir eso...-


-Te aseguro que si esto no sale bien es lo mejor que podrías hacer-


-Bueno, bueno- interrumpió Patrick -aun no ha sucedido nada. Lo que tienes que hacer es reconstruir tus pasos, tus acciones hasta llegar al sito en que te encontraste con Asiel. A partir de ahí todo depende de ti. Te dejo libre albedrío para hacer lo que quieras con el.-


-No hay muchas opciones. Acabare con el. Lo que no me advertiste es que aquí soy aun inmortal - no obtuvo ninguna respuesta - ¿Qué es lo que sucede, Patrick sigues ahí?-


Comenzó a andar llamando a su amigo en voz alta hasta que llego delante del estanque. Un escalofrió le recorrió todo su cuerpo . En aquel lugar había tenido lugar la lucha y su derrota. El agua cristalina que mas tarde se habría teñido con su sangre. Pero algo desvió sus sentidos, las ramas de los árboles que le rodeaban se movían. Una actividad que durante su mortalidad no pudo captar. Y detrás de un enorme sauce apareció el. Asiel estaba igual de hermoso y bello, con su apariencia de joven noble, su pelo negro acariciando sus mejillas, los ojos rasgados, unos labios carnosos y una piel ligeramente morena. Asiel había nacido en Egipto y su inmortalidad también le había alcanzado en su país. La vida se le había arrebatado en una juventud esplendorosa, no debí contar ni los veinticinco años cuando algún ser igual de despiadado que elle abrió el paso al mundo de la muerte en vida.


Se acerco a Christian lentamente, esbozando una sonrisa delicada, con las manos en los bolsillos y una mirada curioso.


-Hoy hace una noche realmente hermosa- pronuncio con aquella melodiosa voz. La frase anunciaba el principio del fin.


-Así es. Después de unos días tan gélidos como los anteriores, echaba de menos pasear por este sitio en plena noche- Christian reconstruía con asombrosa facilidad las palabras exactas que el y Asiel había intercambiado aquellos momentos. –Pero su acento me resulta extraño. No sois londinense verdad-


Asiel sonrió con la mirada clavada en el suelo mientras bordeaba el estanque en el que al borde se había sentado Christian.


-Cada vez os recojo mas sutiles. He intentado imitar vuestro acento lo mejor posible. Tu perspicacia me asombra y hace que de mi desaparezca cualquier duda que tuviera sobre si tu debes ser mi compañero.-


Astucia la suya, delicadeza la que mostraba hablando sin hablar sobre sus intenciones, desconcertado con sus palabras. Llego a su lado girándose clavo su mirada en el agua, por un momento un gesto de tristeza pareció acompañar su rostro.


-Estoy solo en una ciudad extraña. En realidad la propia vida para mi es un lugar irreconocible-


-Es triste todo eso pero supongo tendrá familia un joven como vos debería tener una esposa, parece estar en edad casadera-


-Nada- añadió rotundamente – No tengo nada, todo eso me fue arrebatado cuando en mi vida se cruzaron aquellos que se dieron la satisfacción de convertirme en el ser solitario que soy ahora.-
-No entiendo lo que me esta intentando explicar. Y aun menos entiendo porque ve la necesidad de confesarme todo eso cuando tan solo soy un caminante. No se que puedo hacer yo...- apretó las uñas en las palmas de sus manos. El momento se acercaba.


-No pido tanto ni tan poco. Tan solo quiero que me ayudes Christian, dice no saber como puedes socorrerme. Es cierto que lo desconoces, ahora, porque dentro de unos instantes.- y le giro la cara hacia la suya de forma que sus ojos se encontrasen –serás mi compañero, llenaras de vida este sin vivir.-


El rostro de Asiel se le acercaba lentamente hasta que sus labios estuvieron a pocos centímetros de rozarse. Entonces, retrocedió sobresaltado, el desconcierto le atrapaba y una sombra de terror paso delante de sus ojos. Le había descubierto, había detectado que su victima ya no lo era tanto.


-¿Qué sucede Asiel? ¿Qué has visto en mi interior?- pregunto con sarcasmo Christian.


-No, no... no puede ser ¿Qué tipo de burla es esta?- gritaba mientras miraba nervioso hacia todos lados -¿Qué clase de magia negra es esta?.-


Christian se levanto y comenzó a acercarse con paso firme hacia el atemorizado vampiro. En un rápido gesto se coloco detrás de el, Asiel giro espantado e intento empujarle lejos de el, lo único que consiguió fue dar con sus huesos en el suelo, lo que había sido su victima ahora era mas poderosa que el.


-¡Esto no puede estar pasando!-


-Si, si ocurre, no estas en tu sueño diurno. Estoy cambiando el pasado Asiel. Ahora mismo mi cuerpo duerme sobre una camilla en otra realidad a un extremo de este pasado, ¡Mírame! Y contempla el vampiro que has creado, un ser que ha buscado al poco de transformarse la forma de volver a ser un mortal. ¿A caso me preguntaste si quería acompañarte? Pero ahora lo he conseguido. Volveré y seré de nuevo mortal- Le hablaba Christian agazapado a su lado mientras Asiel permanecía reclinado en la hierba del parque con el miedo en las pupilas –Pero descuida, yo no seré quien acabe contigo. Esa misión se la dejare al tiempo. De todas formas te pronostico tu fin cuando me creaste, tan solo eras un mortal obsesionado con la idea de crear un compañero. Era tanta la soledad que sentías que descuidaste tu fuerza. Mientras que yo seguía a tu lado mejorando, tu, estancado en tus principios de vampiro fuiste asolado por la luz del sol una mañana de Octubre que descuidaste tu llegada. Ese será tu fin, no intentes escapar, no eludas el destino porque te encontrare y no vivirás ni un solo minuto mas. Mira esta piedra- Christian cogió un pedrusco del suelo entre sus manos y apretó fuerte. La roca cedió entre sus dedos y se deslizo en forma de polvo entre ellos. –Esto es lo que dentro de poco serás tu-.


De esta forma se levanto, se sacudió sus ropas, cruzo las manos por detrás de su cintura alzo la voz:


-Patrick, Patrick. Cuando quieras... puedo volver-




La voz de su compañero retumbo en todo el parque, sobresaltando a Asiel.


-Muy bien, Christian, despídete de tu inmortalidad. Acabo de suministrar a tu cuerpo una pequeña dosis de tranquilizante para que el regreso y tu nueva condición no sea un trance tan brusco, tranquilo, no sentirás nada.-


En el momento en que su imagen comenzaba a desparecer en el parque, Asiel se aferró a su mano implorando que lo llevara de vuelta con el.


-¿Cómo me pides semejante cosa?- pregunto con tono sarcástico –Enfréntate a tu destino, la inmortalidad debería ser un don restringido ya que para ciertas personas puede llegar a quedar demasiado grande.-


Y tras estas palabras su imagen desapareció.


Al otro lado de la realidad, Christian se despertaba despacio en la camilla. Entreabriendo los ojos la claridad lo inundaba todo. Intento mover sus brazos para taparse los ojos pero las correas aun le tenían sujeto. Sin embargo, y a pesar de las advertencias de Patrick, su cuerpo le dolía. Un escozor inundaba cada fibra de su ser y sus articulaciones le resultaban pesadas.




Intento hablar para llamarle pero la lengua se le había pegado al paladar. Tenia la boca muy seca.


Empezó a moverse rápidamente sobre la camilla hasta que la hizo volcar. Con el estrépito, Patrick entro en la habitación y lo desato ayudándole a sentarse en el suelo.


Christian aun estaba mareado por el tranquilizante. Su compañero le abrió los párpados entre si con los dedos, observo detenidamente sus brazos y por últimos los colmillos, que ya no eran como antes, la prueba de que todo había llegado bien.


Volvió a la cocina y regreso con un vaso de agua que le acerco a la boca. Bebió tan de prisa que comenzó a toser desesperadamente.


-Tranquilo... respira hondo amigo mío. De ahora en adelante esto has lo único que va a calmarte la sed y lo bueno es que no tienes que deshacerte de la ropa si se derrama algo por ella- dijo Patrick con una sonrisa en los labios.


-¿Eso quiere decir que ha funcionado?- Pregunto Christian con la mano sobre el pecho para tratar de controlar la tos.


-Compruébalo tu mismo- le coloco delante de su cara un espejo de mano muy antiguo. Y por fin vio su reflejo. Hacia mucho que no contemplaba su rostro. Unos ojos azules inmensos, el pelo negro a la altura de la nuca, una mandíbula fuerte... el mismo. Toco su piel, paso los dedos por encima de sus párpados. Las lagrimas asomaron a sus ojos. Patrick le ayudo a levantarse y le condujo al salón. En la mesa de madera maciza le esperaban unos platos con algo de comida.


Christian se sentó y se acerco uno de ellos, de fina porcelana blanco con motivos en nebro en el borde. En el centro había pequeños trozos de carne blanca o tal vez fuese pescado con salsa roja. Tomo el tenedor y pincho unos de los trozos. Lo olió y retiro hacia atrás el cubierto con un gesto de repulsión.


-No te preocupes, te acostumbraras a su olor, llevas mucho tiempo sin probar... nada comestible. Es carne de cerdo con salsa de fresas. Son dos sabores que te resultaran cómodos para degustar-.


Christian comió con apetito a pesar de ser la primera comida mortal que degustaba desde hacia largos años.


Cuando termino pudo comprobar como todo lo que le rodeaba había cambiado. Que diferente se veía la casa, el suelo, el brillo de la madera, las luces de la ciudad desde sus ojos mortales... y por el contrario que alivio saber que nunca mas debería matar para saciar su hambre. –Por lo menos no se lo haré a ningún ser humano... ¿Comida vegetariana? Demasiado precipitado- pensaba para si.


Patrick estaba apoyado de costado contra la pared al lago de la ventana, miraba constantemente el reloj. Entonces se acerco a el:


-Tal vez te resulte este el momento mas difícil de afrontar. Tu primer amanecer.-


El tiempo pasaba mas lento delante de las ventanas. Pero no por ello el amanecer desaparecería del mundo. La claridad empezaba a teñir el cielo, pequeños reflejos dorados comenzaban a colorear el borde los edificios de oficinas.


Christian coloco las palmas de las manos contra los cristales, esperaba de un momento a otro que el calor se transmitiera a las vidrieras y así calentar poco a poco su cuerpo. De todas formas, ahora ya no tenia que temer nada. Aun así, el miedo al calor abrasados no había desaparecido por completo. Su inmortalidad era algo ya innato a su naturaleza. Se había aferrado a su alma de alguna forma que se le hacia imposible deshacerse de ella.


Sintió deseos de retroceder y huir a la oscuridad del fondo del salón, pero la mano de Patrick sobre su hombro le animo a quedarse en aquella posición.
Y tras unos minutos el astro dorado apareció en el horizonte. No recordaba esa sensación deslumbrante que obligaba a cualquiera que se atreviera a mirarle a la cara a cerrar los ojos o apartar la mirada. Que maravillosa sensación volver a sentirse vivo y saber que podía andar entre la gente y poder ver a las personas a la luz del día que sin duda tendría un afecto diferente que la luz de las farolas o de los restaurantes o los bares.




-Bienvenido de nuevo. Tras una larga ausencia estas otra vez entre todos nosotros- Le saludo Patrick con una sonrisa en los labios.


Aquel día lo pasaron fuera de casa. Christian estuvo en todo momentos acompañado por su amigo. Había demasiada excitación en sus ojos y en sus gestos. Miraba cada cosa como si fuera la primera vez que la veía. Patrick se sentía satisfecho por el milagro logrado pero por otra parte pensaba en que si en algún momento Cristian se podría arrepentir de aquel paso.


Los siguientes días fueron un autentico viaje. Museos, bibliotecas donde Christian se pasaba horas ensimismado delante de las hojas de los libros. Los que mas le interesaba era la mitología en especial la historia del vampirismo. –Es solo curiosidad, pero ¿Resulta conveniente que se pase tanto tiempo leyendo sobre algo que ha sido y ha dejado ya atrás?.-


La semana que siguió Patrick se sentía incomodo, tenia el presentimiento de que algo horrible estaba acechando en la selva urbana. Christian, sin embargo, se limitaba a encogerse de hombros y restarle importancia al asunto.






Era jueves de madrugada. El reloj de la mesita marcaba las cinco de la mañana cuando Christian se despertó súbitamente. No sabia exactamente porque pero algo le decía que nada bueno estaba sucediendo en la casa. Malos augurios le abordaron cuando abrió despacio la puerta de su habitación. A primera vista todo parecía normal. –Tal vez lo haya soñado- Se dijo a si mismo. –pero para estar seguros...- Se dirigió a la puerta de la habitación de Patrick y cuando poso su mano sobre la manilla, la encontró bastante fría, tanto que un escalofrió le recorrió el cuerpo. La empujo hacia abajo, el diente de la cerradura cedió y tiro despacio de la puerta hacia fuera. Dentro todo estaba a oscuras. Tenia que abrir un poco mas la puerta para que la luz automática se encendiese.


entonces sus ojos dieron con la macabra escena. La impresión fue un golpe de clara luz artificial teñida de rojo. Las paredes de la habitación estaban empapadas de sangre, las sabanas de la cama habían perdido su tono blanco y sobre ellas tres siluetas negras se movían acompasadas aferrándose a algo que estaba clavado a la pared sobre la cabecera de la cama. Christian comprobó que Patrick era el bulto sobre el que aquellas criaturas cebaban. Estaba clavado con estacas a la pared, la sangre le manaba de un profundo corte en el pecho, Los vampiros se volvieron hacia el cuando entro en la habitación y profirieron un cuchillo abriendo increíblemente las mandíbulas colmadas de sangre. Las criaturas retrocedieron hacia la ventana y salieron trepando por la fachada. Christian se subió al colchón de rodillas y libero a Patrick con su maltrecho cuerpo entre sus brazos. Respira con dificultad, los dientes le castañeaban y tenia los puños cerrados con fuerza.


La sangre le resbalaba por cada poro de su piel, demasiada perdida de una sola vez y estoy junto con la visión de su propia muerte y el dolor que esto suponía le había trastornado. Abrió las manos y se aferró a los brazos de Christian acerco aquella cara ensangrentada y deformada, casi al borde de los huesos. Le susurro que le matara. –Acaba conmigo, no podré soportar esto... este dolor... toda la eternidad-. Con gran esfuerzo le hizo esta suplica y luego se retorció entre gritos de dolor y llanto. Christian apretó sus manos ahora humanas, con aquellos insignificantes dedos que se podrían quebrar con un solo golpe de martillo, alrededor de la cintura de Patrick adquiriendo una fuerza impetuosa quebró los huesos de aquel cuerpo, de los últimos lastimosos suspiros de vida que animaban al hombre que le había llevado allí.
Y entonces el final, un fuerte golpe dirigido a la cabeza de Christian le abrió el cráneo. Cayo como un saco muerto al suelo. La herida segregaba una masa blancuzca y roja.


El monstruoso vampiro salió de entre las sombras. No había su mano ni sus garras as que habían matado a Christian. La lámpara del techo se había descolgado súbitamente del techo e impacto en la cabeza causándole la muerte inmediata. Aquel ser dirigió una mirada de satisfacción hacia el cadáver y le propino un puntapié que lo lanzo contra la pared. Los huesos de Christian sonaron mientras se rompían debido al fuerte impacto. Luego se dirigió hacia la ventana y colocando sus palmas abiertas a pocos centímetros de los cristales, estos saltaron en pequeños pedazos. El vampiro estaba disfrutando con su fuerza, casi se podría decir que había nacido al mundo de las tinieblas hacia poco momentos y aun tenia que descubrir sus capacidades.


Entonces las criaturas que habían salido de la habitación aparecieron al borde del marco de la ventana. Hablaron al vampiro con un idioma extraño y casi inaudible para el oído humano. El les respondió y las tres profirieron una atronadora carcajada antes de evaporarse en una nube de niebla que surco los cielos hacia el centro de la ciudad. La claridad de la luna iluminaba el rostro de Patrick, que ahora se había convertido en el vampiro que siempre había deseado ser, su lado oscuro. Si había ayudado a Christian era por el simple hecho de que sabia que implicándose en aquel asunto serian muchos los nosferatu, los no muertos que rondarían ansioso de saber que extraños experimentos se “cocían” entorno a Christian.


Solo tuvo que esperar la oportunidad adecuada. Una ilusión tan palpable de su cuerpo masacrado sobre la cama solo era el anzuelo. Se deslizo por la ventana sujetándose a la fachada con sus uñas y luego, al igual que hicieran sus amantes de ultratumba se desvaneció.
Muerto un vampiro, son muchos mortales que esperan su oportunidad para nacer al reino de la eternidad. Quien sabe, tal vez el que este ahora mismo leyendo esto, o sea tu mismo, seas el siguiente al que abracen.